miércoles, febrero 28, 2018

EMOTIVO ENCUENTRO DE PROFESORA VALENTINA CASTRO CON EX ALUMNOS EN PENCO

       
La profesora Valentina Castro con ex alumnos en Penco. Foto tomada de FB. 
         L
a profesora Valentina Castro, esposa del profesor Servio Leyton, vive en El Recodo, camino a Santa Juana, pero su ligazón con Penco es grande, puesto que ella y su marido ejercieron la docencia de por vida en nuestra ciudad. Tanto así que generaciones de pencones los reconocen como sus maestros de los años de niñez y adolescencia.
         La profesora nació en Collipulli y estudió en la Escuela Normal Rural de Angol, donde se tituló en 1951. Su primera destinación profesional fue en Menque, una localidad forestal de la comuna de Tomé, donde permaneció un año. De allí la trasladaron a Lirquén y posteriormente a Penco, donde se incorporó al plantel docente de la escuela N°31, de niños, establecimiento en el que ejerció durante 17 años. Luego trabajó en Cerro Verde Alto y finalmente llegó a la escuela N°90.
         
Valentina Castro y su esposo, el profesor
Servio Leyton. (Foto obtenida del perfil de FB).
Fue precisamente por esa labor de impartir enseñanza básica (primaria se decía entonces) que interactuó y conoció a centenares de alumnos durante su trayectoria profesional. En ellos dejó profundas huellas de educación, formación y nexos emocionales que prevalecen hasta el día de hoy. En ese contexto, un grupo de sus ex estudiantes de la 31, coordinados por Aliro Gallardo, ofrecieron unas once a su ex maestra en el «Café del Palacio», de Penco. Se juntaron ocho, de la promoción que egresó en 1959, pero que la profesora los había tomado como curso tres años antes.
          «Me alegré muchísimo por el sólo hecho de verlos después de tanto tiempo. Me emocionó el hecho que ellos me recordaran con tanto cariño. En particular, me decían ellos, porque tantas veces los llevaba de la mano. Su afecto hacia mi persona les nacía de mi actitud maternal hacia el curso, a pesar de ser yo tan joven», comentó la profesora Valentina para nuestro blog días después de este encuentro realizado el jueves 15 de febrero de 2018.
          Junto con haber departido la sabrosa y bien conversada once, el grupo de ex alumnos le entregó un obsequio con motivo de la ocasión, oportunidad en que también se recordaron muchas anécdotas de compañeros presentes y ausentes, tanto del curso  en particular como de la escuela N°31 en general. En encuentros como estos siempre asoman lágrimas de alegría y ésta no fue la excepción. El grupo ya la había visitado un par de veces, pero muchos años antes en su casa de El Recodo. Valentina Castro se retiró de la actividad docente en 1991.   

sábado, febrero 24, 2018

EL FUNDO «EL MILAGRO» TIENE EL ÚNICO PUENTE TECHADO DE CHILE, A SÓLO 37 KMS. DE PENCO

Hermosa perspectiva de las casas patronales del fundo "El Milagro", hoy parcialmente abandonado y desconectado.
   El fundo «El Milagro», ubicado en el kilómetro 37 de la ruta del Itata, una distancia equivalente desde Penco, se despliega entre los cerros y los lomajes de la cordillera de la costa. Produce vino en pequeña escala de la cepa “Burdeos”, aunque antes produjo mucho más. La otra opción económica del predio es la actividad forestal. La propiedad es de descendientes de la familia Müller, cuyo patriarca llegó a la zona como ingeniero del proyecto del ferrocarril Concepción-Rucapequén, que allá por 1910 era una gran esperanza para las comunidades rurales. Este ingeniero se interesó por el fundo y, seguramente por el precio conveniente, menos de 40 mil pesos de la época, lo adquirió y se quedó a vivir.   

El puente techado sobre el estero "El Milagro" es propiedad del fundo.
       Mucha gente de Penco, de hoy en día, desciende de ex trabajadores del fundo que emigraron atraídos por el desarrollo fabril de la comuna y por la escasa paga en el campo. En ese sentido el siglo XX fue de importantes migraciones campo-ciudad, un fenómeno sociológico del que Penco no estuvo al margen.
           Los dueños del fundo «El Milagro» construyeron las casas, seguramente complementando otras anteriores. Por tanto la arquitectura es variada y trabajada en desniveles con el empleo del elemento arco. Algunas de sus rejas de balcones y ventanas fueron hechas en fragua. Lo que hay allí habla de una época mejor del fundo, aunque ahora venida a menos por el olvido y el paso del tiempo.
Medio de transporte rápido, para cuatro 4 pasajeros. El vehículo era tirado por 4 caballos hoy es reliquia del fundo.
         La distribución es así: las casas patronales con sus respectivas construcciones de apoyo como cochera, cocina, servicio, jardines están en una elevación que desciende al estero, el que se interpone entre las viviendas descritas y la gran bodega de almacenaje de los productos y las herramientas. Ambas están a una distancia de unos 150 metros. Lo curioso es el techo del puente de madera cruza el estero. Debe ser el único puente de Chile dotado de semejante protección, dispuesta en dos aguas. Aunque es propiedad privada, el enlace techado ─sin duda centenario─ en el pasado prestó servicio púbico uniendo el camino que lleva a Florida y Quillón por un lado y a Ránquil y Ñipas por el otro lado.
La bodega del fundo "El Milagro", situada al otro lado del estero del mismo nombre.
          Nos dicen que el fundo sufrió expolio durante la construcción de la ruta del Itata y que el trazado, a unos 100 metros de las casas es fuente de ruido las 24 horas por el paso de vehículos. A pesar de la gran cercanía física, no hay conectividad para vehículos, por lo que el acceso sólo es posible por Ránquil, por Florida o por Queime. Hay un sendero para caminar hasta la ruta del Itata, pero la indisciplina de conductores la ha convertido en un basural. Así, el bello fundo «El Milagro» está tan desconectado de las grandes ciudades y del turismo exactamente como hace 100 años.
El autor de esta crónica junto al cuidador del fundo y 
nuestro guía,  don Adolfo Villarroel.

viernes, febrero 23, 2018

LAS LETRAS QUE NOS RECUERDAN A PENCO DEL SIGLO XX

           





Gracias a una gestión realizada por la Sociedad de Historia de Penco (SHP) con la Municipalidad local y la coordinación con la empresa constructora de entonces, fue posible la recuperación de un set completo de baldosas con letras, de los cuatro que estaban desplegados en las diagonales peatonales interiores de la antigua plaza. 


Jaime Robles, presidente de la SHP informó que ese trabajo se realizó con el mayor cuidado para no dañar el material de interés histórico, dado las delicadas condiciones en que se encontraba. Las letras que se consiguieron fueron las que estaban en mejor estado de conservación. 

Por último, Robles dijo que aún no está especificado el lugar donde se reinstalará el set recuperado dentro del nuevo contexto del paseo público remodelado de Penco. En el inter tanto las baldosas, una auténtica reliquia gráfica de la primera mitad del siglo XX, están en custodia.

A continuación de este post, presentamos un relato sobre lo que fue la presencia de esa gráfica en la plaza pencona. Lamentamos no saber quién fue su autor, pero suponemos que pudo ser alguien que trabajaba en la sección decorado de la antigua Fanaloza, donde laboraban artistas de buen nivel y de trayectoria en el ámbito de la expresión visual.



Las fotos que se incluyen en esta nota fueron despachadas a nuestro blog por Jaime Robles Rivera.

lunes, febrero 12, 2018

GRÁFICA PENCONA DE LOS AÑOS 30 FUE VANGUARDISTA Y ÚNICA

LOS CARACTERES ESTÁN retocados con Photoshop para su mejor lectura.
  
          El inventor pencón de estas letras, en la década de 1930, debió proponerse una estética que rompiera el molde clásico de las fuentes de caracteres y se lanzó a crear esos tipos «locos» con el aspecto de estar semi despegados que, por tanto, proyectaran sombras. ¡Si hasta parecía que se los iba a llevar el viento! Sin proponérselo, tal vez, inventó esas letras de fina corporalidad y, en consecuencia, echó bases para una temprana línea imitativa del 3-D en la gráfica de la comuna. Tales caracteres resultaron ser, a la postre, originales y únicos de Penco. No están en otra parte.
          Las letras a las que nos referimos ilustraron por décadas las veredas interiores de la antigua plaza pencona: I. Municipalidad de Penco 1938-1941. A muchos les transmitían la idea de estar chamuscadas por el sol y que, por eso los caracteres se habían desprendido de las baldosas, tal fue la fantasía de quien las creó.
         Decenas de miles de pencones a lo largo del tiempo  vieron esos caracteres en su paso por aquellas veredas, de día o de noche, invierno o verano, con lluvia o sin ella. Nuestros padres y abuelos se contaron entre quienes las leyeron en sus caminatas por la plaza, quizá por eso las letras resultaron ser tan nuestras. Los jardineros quienes tuvieron la responsabilidad de mantener ese espacio público, barrieron centenares de veces las mentadas baldosas retirando hojas; y seguramente, hasta el mar pudo llegar hasta ellas y cubrirlas en parte con sus agitadas olas durante el maremoto de 1960. Inclemencias extremas del tiempo climático, la fuerza telúrica, pies con zapatos, pies con ojotas o pies descalzos pasaron sobre ellas sin desdibujarlas ni borrar su escueto mensaje.
        Al igual que en Santiago, donde confirieron el título de monumento nacional a letreros publicitarios emblemáticos como Champaña Valdivieso o Calcetines Monarch de la avenida Bustamente, en Penco los caracteres de su antigua plaza podrían también ser monumentos locales, si tal categoría existiera.
Foto de Wikipedia.
        Ese estilo vanguardista en la gráfica fue copiado y aplicado, por ejemplo, sobre los terciados de los tambores de la banda de guerra de los scouts de la «Armando Legrand» y en los terciados de sus banderas y emblemas. Escrita en esos soportes de cuero la palabra Penco en caracteres negros sobre fondo blanco se leía de lejos en los desfiles en la ciudad o fuera de ella. Las letras usadas en esa indumentaria scout eran muy parecidas a las de la plaza, influencia estilística nada más.
        Por último, y sobre el letrero del paseo público pencón, vaya nuestro tardío reconocimiento a su anónimo creador, también a quien visó en la municipalidad su propuesta rupturista de identidad gráfica y a los desconocidos trabajadores que tuvieron la paciencia cariñosa de instalarlas en la vereda y después, a quienes las mantuvieron.  

viernes, febrero 09, 2018

EL MERCADO PENQUISTA DONDE PASEABAN LOS PENCONES

La bullente vida del ex mercado central de Concepción.

          El incendio del mercado de Concepción, ocurrido en abril de 2013, que fue un impacto doloroso para los penquistas, también afectó a la gente de Penco acostumbrada a visitar ese pintoresco recinto para hacer sus compras o para comer algunas de las especialidades reconocidas en el país: los mariscales, las cazuelas o los reponedores caldos de cabeza, por ejemplo. Cinco años después de ocurrido el siniestro la comunidad sigue en veremos.
          Ese mercado, con su excelente ubicación en el centro de la ciudad, recibía la visita de miles de clientes, afuerinos curiosos y turistas. Pasar por el sector de las cocinerías era terminar sentado a una mesa comiendo algún platillo, persuadidos por las insoslayables ofertas de las vendedoras que salían a los pasillos a captar clientes. En las  carnicerías se vendían los mejores cortes a elección; las rotiserías exhibían una variedad de sabrosos quesos de la zona (recuerdo el queso Puffe, por ejemplo); en las pescaderías se fileteaban las merluzas llegadas directamente de Talcahuano; a su vez las frutas y hortalizas eran el orgullo de los comerciantes del rubro.
Por años el ex mercado ha lucido su esqueleto de ballena en pleno centro.

          En el mercado penquista se podían encontrar los más exóticos frutos de los bosques de la zona. Inigualables eran las nalcas de Lebu, los digüeñes y las pinatras, los chupones, los queules, el maqui, el fruto del copihue, la murtilla, las moras, etc. Allí la gente de campo tenía espacio para vender ese tipo de productos provenientes de fuera de la línea liberal de la economía y ganar algún dinero. Eso, que se reunía, mezclaba y confundía allí, se perdió a causa del incendio y por la desafección de las autoridades; hoy sólo es posible hallarlo en forma dispersa.
          El incendio fue una enorme pérdida material, cultural y afectiva para la zona. Los pencones guardan incontables recuerdos, en particular los niños quienes en los días de invierno saltaban de felicidad cuando un viaje a Concepción era pretexto para pasar allí a comer un plato de picarones. En ese sentido, era lugar para paseos familiares.
Vista interior de lo que quedó.

         El mercado de Conce, del que estamos hablando, fue construido en 1940 y entre sus arquitectos estaba el húngaro Tibor Weiner, un aventajado cultor del Bauhaus. Su historia personal narraba que huyó de la persecución nazi por lo que llegó a Chile en el vapor Winnipeg, aquel que Pablo Neruda puso a disposición de refugiados de la guerra civil española (1) . En la línea de su construcción seguramente gravitó la terrible experiencia del terremoto de 1939. Se buscaba entonces --y se busca todavía-- alguna fórmula conveniente que evite el colapso de un inmueble de grandes dimensiones sometido a la fuerza sísmica. El aspecto de un hangar daba esas seguridades. Lo que vino después lo construyó la cultura popular.
Aspecto del ex mercado por la calle Rengo.

          Los pencones mayores no olvidarán que el servicio de transporte a nuestra ciudad, que se iniciaba en la plaza España, frente a la estación, seguía por la calle Maipú y tenía un paradero junto a la vereda de ese clásico centro de comercio. Allí la gente tomaba las micros para regresar a Penco con las compras del día y las novedades y los infaltables comentarios de lo visto y oído en el mercado de Conce.
Otra imagen del interior del mercado tomada de nuestro archivo.
(1) Fuentes históricas de la Esc. de Arquitectura de la Universidad de Chile aclaran que Tibor Weiner y su esposa Judith Vadja no fueron pasajeros del "Winnipeg". La confusión se produce porque el barco que los trajo a Valparaíso zarpó del mismo puerto francés del que salió la nave contratada por Neruda: La Zarraz. Por esa razón la pareja arribó a Chile después del Winnipeg, en otro buque.

COMENTARIO:
Hola Nelson. Recién leí tu blog del mercado de Concepción. Ayer recorrí el Mercado Agrícola de Montevideo, y mira como es la telepatía, me hizo recordar el mercado de Concepción. Bajo una estructura abandonada, se armó una moderna distribución de locales comerciales, que, sin embargo, hacen un conjunto armonioso con la identidad local. Un modelo a seguir para recuperar el espacio patrimonial penquista. Un abrazo. Jaime Robles, presidente de la Sociedad de Historia de Penco desde Uruguay. (Se agregan fotos).

martes, febrero 06, 2018

UNA ACTIVIDAD DE FANALOZA QUE PUDO SER BUEN REMEDIO PARA EL ESTRÉS

A la izquierda, el edificio de la administración y más a la derecha,  parte de los muros donde se destruía la loza no comercial. Nada de lo de esta imagen existe hoy. (Foto de Andrés Urrutia Riquelme, 2011.)


          La palabra estrés en Penco no se conocía, pero sí su manifestación. Se decía que fulano de tal “estaba enfermo de los nervios”. Y las causas eran las mismas de hoy en día: deudas, problemas familiares, urgencias, preparar exámenes o falta de recursos. Los afectados padecían de ansiedad, irritabilidad, insomnio. El mal era como si dentro de cada cual hubiera una fuerza enorme haciendo presión para estallar por cualquier lado. Difícil de tratar atendiendo a sus causas, así era la enfermedad de los nervios. La curiosidad de esta historia que viene al caso era que había una conexión, muy sutil, entre este síndrome y la industria locera pencona. Veamos.
          En las dependencias de Fanaloza que se demolieron después del terremoto del 27 f en la calle Infante entre Freire y Cochrane, estaba la sección decorado donde laboraban conocidos artistas pencones. Baste nombrar a Heriberto Ramos, Hugo Pereira, “el patilla” Urrutia, entre otros. Por la fineza del trabajo a mano alzada, los errores que se cometían eran muchos. Por tanto, había que descartar aquellas piezas de loza. Con el paso de los días eran cientos y miles las tazas y platos que no pasaban la prueba de calidad para ir a la venta. Por tanto se iban amontonando en una bodega cuyo muro corta fuego daba a la calle Infante. El material de desecho acumulado lo retiraban camiones que iban a botarlo a cualquier parte.
          Sin embargo, esa loza “mala” antes de ir a la basura debía ser destruida. Para cumplir ese propósito la jefatura destinaba obreros no especializados para que quebraran los productos con fallas: platos, tazas, ceniceros, floreros, biscochos... ¿Cómo se las arreglaban estos trabajadores para hacer pedazo tanta loza? Pues, la iban arrojando violentamente contra el muro que daba a calle Infante. El boche de la quebrazón se oía por horas de horas. Sonaba como si una vajilla interminable se estuviera haciendo añicos.
          Había gente en Penco que decía, medio en serio medio en broma, que esta actividad era buena para la salud, relajaba y que servía para combatir el estrés. Quienes lanzaban los platos con fuerza contra el frontón  decían los vecinos buenos para hacer este tipo de análisis podían imaginar que se los estaban lanzando a su peor enemigo, al almacenero usurero de su barrio, al jefe, al chofer de la micro, al árbitro, al sinvergüenza tal o cual, al "patas negras" y a quien usted, lector, quisiera agregar a aquella lista despreciable y aborrecible. Nada mejor para un enrabiado obrero, enfermo de los nervios, que ser destinado a esta función demoledora.