jueves, noviembre 30, 2023

UNA FELIZ COINCIDENCIA DE NOMBRES

LOZAPENCO CAMPEÓN Copa de Campeones. Abel Soto Guzmán es el segundo de izquierda a derecha de los agachados. El técnico del equipo era Cabezón López, el primero de la izquierda de pie.
 

ABEL SOTO MEDINA

            Mi presente nota se origina en la palabra «tocayo», que significa que otra persona tiene el mismo nombre de pila, en este caso igual que yo. Cuando coinciden el nombre y el apellido es un doble tocayo, bueno eso es lo que me sucede con mi tocayo, Abel Soto; la diferencia está en el apellido materno, el suyo es Guzmán (Elsa) y el mío es Medina (Hilda).

               A mi estimado Abel lo conocí personalmente hace ya algunos años, a través del buen amigo en común José «Bartolo» Belmar, un futbolista amateur de las filas del Club Nacional de Penco, identificado por las alturas del camino viejo a Lirquén, Población Baquedano o Corea, como se le llamó originalmente al sector. Ese día, «Bartolo» y Abel venían de un tercer tiempo producto del fulgor de algún partido. «Bartolo» se hizo acompañar de Abel Soto para que nos conociéramos, y llegaron a mi casa del Recinto Cosaf, en Playa Negra, dónde yo vivía por esos entonces. Después de los saludos protocolares, conversamos algunos temas obviamente del deporte en Penco, y algunas pinceladas de trabajo, dándonos a conocer nuestros quehaceres diarios. Pero en la ocasión citada, crucé mis primeras palabras con mi tocayo, aunque en lo personal sabía de él por su desempeño en el campo de juego. Simpática fue esa lejana tarde de domingo.
GENTE DE MAR, Campeón Regional 2002, Súper Seniors. Abel Soto es el tercero de los agachados de izquierda a derecha. 

            Para adentrarnos en escribir de mi tocayo, debo introducirme en los equipos de fútbol de Penco.

                Antes del Campeonato Regional de Fútbol, (1949-1970), Penco ya tenía 4 equipos representantes en este certamen: Coquimbo (Crav) fundado en 1910; Fanaloza, en 1932; Minerales de Lirquén, en 1927; y Vipla en 1940; sin embargo Gente de Mar de Penco fue fundado el 11 de octubre de 1929, y por qué nombro a Gente de Mar, porque existe un banderín que desgraciadamente no tiene fecha, pero se aprecia claramente «Asociación de Fútbol de Penco». En él están grabados los 5 banderines de los equipos citados, una verdadera joya que posee nuestro editor Nelson Palma. Pero donde encaja mi tocayo Abel Soto es precisamente en el equipo amateur que más títulos a nivel local ha obtenido (Gente de Mar), y en diversas series. Sin duda alguna ha sido y será el eterno campeón de Penco, y defendiendo los colores rojo y negro, mi tocayo desarrolló sus notables cualidades futbolísticas.           

        Los equipos representantes de Penco en las competencias de Recopa y Copa de Campeones, han tenido una participación destacada, siendo campeones en 7 ocasiones: Alcázar en 1983 y 1994; Juventud Membrillar en 1987 y 1991, y Gente de Mar en 1979, 1984 y 1997.

        La Copa de Campeones ha sido más esquiva, sin embargo, Lozapenco la obtuvo en 1987; y Deportes Lirquén en 1996. ¿Pero a qué viene todo esto? Porque mi tocayo Abel Soto fue protagonista en la obtención de varios de esos títulos, siendo un jugador gravitante en cada elenco que levantó la Copa.

            En Recopa, Campeón con Gente de Mar y Membrillar y con Lozapenco por la Copa de Campeones el año 1987, título que sirvió de pergamino al club locero para ingresar a Tercera División en la cual se coronó Campeón.

JUVENTUD MEMBRILLAR, con barra de fondo en las graderías, fue otro de los clubes de Abel Soto. Nuestro hombre, de pie junto al arquero.

            Pocos futbolistas a nivel amateur quizás puedan lucir en sus palmarés tantos títulos de asociaciones locales. Mi tocayo Abel Soto lo consiguió en Penco, con Gente de Mar, Membrillar, Torino, Lozapenco, también en Linares, Lota, Tomé, sin duda un largo recorrido en las series de Honor. Pero como los años pasan inexorables para todos, la edad cumplió su ciclo en lo físico. Sin embargo había otra puerta para golpearla, otra oportunidad para seguir canalizando su pasión futbolera: la Serie Senior y la Súper Senior, y para ése grupo partió, compartiendo con viejos amigos y compañeros de siempre. Así fue que se convirtió en Campeón de Recopa el año 2001, representando a su Gente de Mar, equipo que el año 2004 repitió tal trofeo.

EQUIPO DE HONOR DE Gente de Mar, con su técnico Peto Vega. Abel Soto, abajo, apoyándose en la pelota.
            Nuestra nota tiene un propósito grande: recuperar la memoria de los clubes amateurs de Penco, que con tanto ahínco, desarrollan el fútbol, una actividad social y competitiva, que enseña valores, pundonor, esperanza y lucha por lograr el triunfo cada fin de semana. Sin embargo, esta actividad no sólo genera puntos para la tabla de posiciones, también –y esto es muy importante– conforta a sus cultores con una calidad de vida mejor.
EL SELECCIONADO DE PENCO, en los años 90. Abel Soto es el segundo de los agachados de izquierda a derecha.

            Agradezco que el nombre de mi tocayo Abel Soto haya servido para evocar tiempos pasados del deporte de Penco, y al mismo tiempo recordar las glorias del Gente de Mar. Sus jugadores, con esos colores, lo dieron todo. Un recuerdo para el Peje Romero, Minero Vera, Chico Pérez, Montoya, Peto Vega, Cabezón López, Chúmpel Torres, Gerardo Cayella Díaz, el Cucui, el Caluga, Petinelli Gutiérrez, Andrés Ériz, Prüssing, Martínez, el Maza, el Vero Vega, el Yoyo, etc. Y su valor más destacado sin duda alguna, Luis «Cholga» Díaz.

            Hay que hacer un reconocimiento también a tantos dirigentes que muchas veces en forma anónima entregan todo de sí, en busca de los honores del club y la gloria a través del tiempo, recordando que Gente de Mar está próximo a celebrar los 100 años de su fundación. Cabe aquí, la hermosa frase del francés Jean Monnet «Los hombres pasan y las instituciones quedan», pero debemos concordar en que para que las instituciones queden, deben existir durante todo el camino hombres capaces de darles vida, sean éstos dirigentes o jugadores, que para este caso, mi tocayo Abel Soto Guzmán se lleva los aplausos.

EL CLUB ALCÁZAR, Campeón de Recopa, uno de los buenos animadores del fútbol pencón.



domingo, noviembre 26, 2023

VEINTIÚN CRACKS DEL FÚTBOL REGIONAL

LA HISTORIA DE esta fotografía --de estos ex jugadores del fútbol de la región-- está desplegada más abajo en este blog. Aquí nos referiremos solamente al aporte de sus individualidades tanto en sus clubes como dentro del campo de juego. Cada uno de ellos con sus jugadas escribió parte de la historia futbolera del desaparecido Campeonato Regional de Fútbol.

POR ABEL SOTO MEDINA


HUMBERTO 
Pelao AEDO, arquero, pencón de toda la vida, del barrio San Vicente, de muy joven llegó a Coquimbo CRAV, coronándose Campeón del Ascenso del Regional en 1962. Formó parte del plantel de honor durante muchos años logrando los campeonatos en 1963, 1966, 1968 y 1970. Aedo es una persona muy conocida en Penco donde se ganó el título de Vecino Destacado.

OSVALDO Chanca ELGUETA, se inició en su tierra de Lirquén con Vipla, pasando posteriormente a Fanaloza. Si se nos permite la expresión, fue un uténtico «canterano» de Lirquén, localidad que ha sido semillero de recordados jugadores de fútbol.


OSVALDO
Huaso REBOLLEDO, provenía de Talca, llegó a Penco para quedarse   y defendió la casaquilla de Fanaloza, un mediocampista de corte y toque, bueno. Tenía una extraordinaria capacidad para organizar jugadas colectivas. Su pachorra de talquino en la cancha la mantuvo siempre.

                   

OSVALDO Pelao BELLO, nunca emigró de su eterno Lirquén, ni tampoco cambió     los colores azules de Vipla. Los cronistas deportivos de la época lo eligieron como   el mejor puntero (wing) derecho del año 1957. Probó en Audax Italiano, pero los   aires de Lirquén siempre fueron más de su agrado. No hubo ningún jugador de su generación en el Regional que lo superara en velocidad en los contra golpes. Bello fue un puntero extraordinario.
                   

DANIEL
Casero Bueno CHÁVEZ, estamos aquí frente a un centro delantero, rápido, hábil, dribleador y por si fuera poco, buen cabeceador, nunca daba una pelota por perdida. Se inició en Coquimbo CRAV pero por trabajo defendió al Caupolicán de Chiguayante. En la inauguración de la iluminación del Fortín CRAV volvió locos a los defensas de Coquimbo y marcó 4 goles, una cifra récord, a favor de su Caupolicán.
                  

MIGUEL
Minero VERA, sus inicios de barrio fueron en su querido Gente de Mar de Penco. Medio campista de excepción con quite y apoyo, fue campeón del  Ascenso Regional con Coquimbo CRAV en 1962 y formó parte de los planteles de Coquimbo en los campeonatos mencionados con Aedo. Minero Vera destacó además en Penco por su calidad de gran persona.                     

JUAN
Romerito ROMERO, un mediocampista con buena técnica, propia de los que exhibían el número 8 en sus camisetas. Partió en su natal Lirquén con Vipla pasando a integrar el equipo de Universitario de Concepción. Romerito desempeñó un destacado papel en la U penquista, pero nunca de alejó demasiado de Lirquén, donde ha sido admirado al igual que Pelao Bello.
                     

MANUEL
Manolo OLEA, un tiempo estuvo defendiendo a Fanaloza, para posteriormente incorporarse al Universitario. Para entonces Lucho Vera estaba en el club de la U penquista, quien no dudó en llamar a Manolo para que defendiera la camiseta amarilla universitaria. 

               
FERNANDO
Cabezón LÓPEZ, su carrera fue simular a la de Olea, de Fanaloza al  Universitario. Aunque aquí estamos ante un personaje, por todas sus andanzas e    historias y conocido por todo el mundo, «Xelente» como él mismo diría. No podríamos omitir señalar que Cabezón echó las bases para el renombre que después alcanzaría el club Loza-Penco.


RAÚL
Raulito AGUAYO defendió siempre los colores azules de Vipla de Lirquén. Otro jugador que generó la localidad lirquenina minera, portuaria y vidriera. Raulito, como le decían cariñosamente lo hinchas locales, defendió a concho su querido Vipla.                       

HERNÁN VIDAL, un avecindado en Penco que llegó a Fanaloza para destacar en    el medio campo, con marca y apoyo, su regularidad lo llevó a ser el mejor en su puesto el año 1956. Bueno. Sagaz en el manejo del balón intuía adonde dar un pase con expectativas de gol.


FELICIANO
Loco SAN MARTÍN, un jugador que podía desempeñarse de alero o centrodelantero. Se destacó en Fanaloza para pasar después a Fernández Vial, siendo campeón los años 1958 y 1959. También tuvo paso por Huachipato en los 60 y tantos... Luego de retirarse del fútbol, San Martín trabajó para el departamento de prensa del ex Canal 5 de Concepción.
                     
PEDRO CANIULAO, jugador que marcó su paso por el Regional, nominado como  el mejor en su puesto, número 10, los años 1952 y 1953. A Fanaloza llegó en 1949  para el inicio de los Campeonatos Regionales. Después de algunas temporadas,  pasó a Vipla de Lirquén. Es recordado como un gran caballero, de eterna sonrisa.  Vino como un 10 pero con el tiempo se quedó en el medio campo. Caniulao jugó antes en Santiago por Audax y por Bádminton. En nuestra zona, fue un aporte al fútbol regional.
                     

PEDRO
Peyo Chúcaro AVENDAÑO era de Lirquén donde defendió los colores de Minerales (camiseta blanca), para pasar muy pronto a Fanaloza, donde desarrolló su carrera a plenitud, a veces como un defensa central otras como lateral izquierdo. Hombre de gran personalidad y un caballero irreprochable. Peyo Chúcaro fue realmente un jugadorazo.                        


ROBERTO
Chueco PARDO, hijo del famoso jugador de Coquimbo CRAV conocido amistosamente como El Vaca Pardo. Roberto fue un mediocampista defensivo, que pudo ir fácilmente al Everton de Viña del Mar. Extraordinario jugador que fue siempre titular en Coquimbo CRAV los años 1963, 1966, 1968 y 1970, además del campeonato del Ascenso Regional 1962.
                      

 
LUIS
Chancharrita LEAL, el mejor representante de Naval en los encuentros sociales organizados por Abel Soto Medina. Leal integró la Selección Chilena en las Olimpiadas de Helsinki en 1952 y en la inauguración del Estadio Nacional de Lima, enfrentando a la Selección de Perú. Excelente jugador y gran persona. Los navalinos de corazón no se olvidan de Chacharrita.


JUAN
Boldo CAMPOS, un pencón que se desempeñó cómo arquero de Fanaloza y tuvo también un paso por Fernández Vial. El nombre y apodo de Juan Boldo no pasó inadvertido en la comunidad pencona a lo largo de su trayectoria deportiva. Hay gente que lo recuerda con cariño, epecialmente en el ámbito futbolero.


OSCAR
Cototo NAVARRETE, jugador de gran habilidad con la zurda, puntero izquierdo, jugó en Fanaloza. Después pasó a integrar el plantel de Coquimbo CRAV Campeón en 1963. Deportista de amplio espectro, incluso más allá del fútbol. En sus años dorados se dedicó a entrenar las series femeninas de básquetbol de Penco.


ISIDORO
Chumpel TORRES, jugador de Vipla, provenía de su querido Cerro Verde, y a pesar de su físico aparentemente frágil, tenía una fuerza increíble para luchar cada pelota. Su habilidad y destreza lo llevaron a ser nóminado en 1964 como el mejor centro delantero del año. Un jugador escurridizo, un verdero dolor de cabeza para los marcadores más empingorotado.
                            

SANTIAGO
Chaguito NOVA, aunque era originario de Lirquén, hizo el mismo recorrido como los nombrados en Coquimbo CRAV, un mediocampista creativo un 8 de esos de antaño, muy bueno, gentil, de fácil sonrisa y condescendiente con todo el mundo, apreciado y querido.

ADRIÁN Ratón PÉREZ. Integró los planteles de Coquimbo CRAV en los campeonatos de los años 1962 y 1963. En las canchas fue un buen puntero izquierdo. A su habilidad con su pierna izquierda habría que agregar la velocidad para jugar especialmente apegado a la raya y proyectar centros.

---------

miércoles, noviembre 22, 2023

CUANDO «LOS TRUENOS» TRONABAN EN PENCO

 

«LOS TRUENOS», en una actuación en el gimnasio del Deportivo de CRAV durante una velada bailable en mayo de 1965. El "crooner" (vocalista) de la banda es Jaime Alarcón Meléndez, quien me hizo llegar esta linda foto del recuerdo. Nótese la escenografía bajo un arco de básquetbol, con globos y el fondo de ramas de avellano.

                    «Los Truenos» es un nombre que nos remite a los estampidos en la atmósfera causados por descargas eléctricas. También nos evoca un súbito ruido ensordecedor. No obstante, en nuestro caso, se trató de un grupo musical. Por decisión de sus integrantes se adoptó ese nombre para la banda popular que se conoció en Penco en los años sesenta y que alcanzó buena fama en el medio local y en la zona. Infaltables eran «Los Truenos» en todos los malones y en las fiestas públicas de mayor volumen.

                    Sobre este asunto hace ya un tiempo recibí una nota firmada por un señor de nombre Jaime Alarcón Meléndez y cuyo texto fue el siguiente:

                    «Quizás me recuerdes, formamos un grupo musical por los años 60 LOS TRUENOS, junto a Omar Contreras, Mauro González, Pancho Martínez, mis primos Mario y Nelson Alarcón, de Lirquén, Ricardo (Chino) González y Juan Casanova ambos de Tomé. Un gran abrazo de un pencón. Jaime H. Alarcón Meléndez»

                    Y en el mail atachó una foto del grupo. Precisamente el vocalista o crooner de «Los Truenos» fue Jaime. Cuando se trataba de presentaciones en grande, como en los gimnasio de Fanaloza, CRAV o en Lirquén, la banda lucía trajes ad hoc: chaquetas brillantes, pantalón oscuro, zapatos lustrosos de charol e instrumentos relucientes. En lo musical estaban bien equipados: saxofones barítono y tenor, acordeón de teclado Honner grande, guitarra electrónica, un bajo y batería profesional. Cuando el equipo de audio entraba en on irrumpían «Los Truenos» a todo el volumen imaginable. Por cierto que nadie quedaba indiferente. Nadie se perdía el ritmo. A todos los invadían las ganas de bailar. Porque la banda cultivó el estilo popular sin encasillarse en un solo género. Ahí radicaba su fortaleza, melodías rítmicas, pegajosas de gusto transversal.

                    De sus integrantes sólo conocí personalmente a Mauro González, un compañero de curso de la ex Escuela 31. Mauro era más bien bajo, de tez morena y de personalidad afable, de pocas palabras, pero siempre alegre. Una vez lo visité en su casa en la esquina de Carreras con Yerbas Buenas. En el living había un piano negro brillante en impecable estado. Fue lo primero que atrajo mi atención. Y lo que me deslumbró inmediatamente, fue que Mauro se sentó al teclado y ejecutó con gran maestría un par de piezas conocidas. Entonces me di cuenta que mi amigo había estudiado música y sabía tocar piano. Una sorpresa, una gracia oculta de mi compañero de curso.

                    En consecuencia no fue de extrañar que él se haya integrado un grupo musical como lo hizo ayudando incluso a formar la banda «Los Truenos». Si nos fijamos en la fotografía, se obseva un atril con partituras, hecho que demuestra la formación y la calidad de los componentes de la banda. Su sólo nombre generaba expectación y era el plato fuerte en las veladas bailables de Penco.

                    Andy Urrutia, músico también y autor, no recuerda a ese grupo, que es anterior a su propia experiencia. Sin embargo, me dice que en la historia reciente de Penco hubo bandas que sonaron bien y que aún son recordadas como «Pauta 5» y otras. Andy es uno de los integrantes fundadores del conocido grupo pencón “Cangaceiro”, cuyo estilo es de rock progresivo con influencia altiplánica . En el presente, música local pencona hay y también la hubo, es cosa de trajinar en la historia escrita en partituras.


martes, noviembre 21, 2023

LA CASA DE LA HILDA Y EL HELADERO

LA FOTO DE ESTA HISTORIA captada el 2016.
 
                    Lo viejo debe ceder ante lo nuevo. Por eso esta antigua construcción de madera, que debió tener más de 90 años, y la casa de hormigón de la esquina, que también fue un local comercial en O'Higgins con El Roble dieron paso a un proyecto de construcción que muy pronto sabremos de qué se trata.

                    Me detengo un momento en la imagen de color azul deslavado por el tiempo, ésa fue una casa que logré conocer por dentro.

                    En la puerta de dos hojas, en las que se observan dos argollas para el candado, vivió en calidad de arrendataria la Hilda, una mujer modesta de pelo corto, emparejada con un vendedor de helados, un hombre de sonrisa fácil pero aporreado por la vida, rubio de ojos azules, cuyo nombre no recuerdo. La perspectiva del tiempo me permite estar casi seguro que le gustaba beber más de una copa. Usaba un guardapolvo blanco los domingos para ir a la playa con un tambor colmado de helados de agua envueltos en papel mantequilla los que vendía rápidamente. El tarro contenedor se lo colgaba al pecho con un terciado de cuero. Caminando por la arena y sorteando a bañistas tendidos al sol se hacía anunciar solpando un cacho de buey que sonaba como una trompeta. En el intertanto la Hilda echaba llave a esas puertas y se iba a la playa para encontrarse con su pareja. Los días de semana ella trabajaba prestando servicios domésticos en casas de los alrededores. No tenían hijos y, según mi memoria, ambos debían estar cerca de los 50. Estoy hablando de mediados del siglo XX. Ambos eran personas muy amistosas con los niños. La Hilda y él en una ocasión me reconocieron en la playa y me regalaron un helado.

                    Entrar por esas puertas de doble hoja era ingresar en una casita muy humilde, limpia, con piso encerado, una mesita y cortinas visillos en las ventanas lo que hacía muy luminoso y acogedor el ambiente interior. Ese mundo hogareño era fruto de la dedicación y fineza de la Hilda. Entre la casa de madera y el inicio de la muralla de hormigón, que remataba en la esquina, había otra puerta estrecha (no está en la foto porque la eliminaron) que comunicaba a un largo pasillo oscuro. Por el lado izquierdo del pasadizo estaba la separación con la casa de la Hilda y, por la derecha, se levantaba el muro de ladrillos de la construcción de la esquina. El techo del pasadizo dejaba entrar algunas luces porque no empalmaba bien con ese muro de la otra edificación. Debido a que las tablas del piso del pasillo estaban dispuestas transversalmente había que caminar con cuiado para evitar tropezones. Conducía a dos piezas interiores, pegadas e independientes de la casa de la Hilda. Ambas tenían el aspecto de una galería. Las ventanas interiores daban a un patio cerrado a cielo descubierto. Sus vidrios empavonados con pintura blanca no necesitaban cortinas, hecho que daba cierta intimidad a los dos piezas situadas a espaldas de las habitaciones de la Hilda.

                    Sin embargo, esas casas presentaban un problema serio: se goteaban con las lluvias. La Hilda y su pareja no podían resolver eso y tenían que mover su cama, de aquí para allá y de allá para acá para sacarle el cuerpo a las goteras. Alguien les dijo que una manera de controlar el porfiado flujo de agua era calafatear la parte afectada del cielo raso frotando las tablas con un pan de jabón. Si bien, el jabón actuaba como masilla, es de imaginar que el efecto no duraba mucho. El dueño de la propiedad nunca se preocupó de darle una solución a ese enojoso asunto para su arrendataria.

                    Para esos años yo tenía un trencito de juguete, hecho de hojalata de una sola pieza bien pintada. Salí a la calle por esa puerta para jugar en la verada sin la vigilancia de alguna persona mayor. Vino otro niño más grande y me pidió el trencito, ingenuo se lo pasé. Él lo lanzó hacia arriba contra uno de esos árboles y ahí quedó enredado. Fui por ayuda para rescatarlo pero cuando la conseguí, el trencito ya no estaba aprisionado entre las ramas. Seguramente el otro niño, no tan inocente, esperó que yo fuera hacia el interior para alcanzar el juguete y llevárselo.

                    Muchos años después, cada vez que pasé por esa vereda se me venía a la memoria ese episodio de la infancia lejana. Por eso, hace un tiempo tomé una foto de la escena para considerar si valía la pena contar esa historia de niños y al mismo tiempo mostrar el interior si aún se correspondía con mi descripción. El color azul de las maderas fue el original de este relato, no lo modificaron nunca y permaneció así porque la orientación del inmueble lo protegía de la lluvia con viento norte.

                    En la esquina pegada a la casa azul, entonces abrió sus puertas al público una carnicería, frente al emporio de Boeri. El negocio lo atendía su propio dueño, una persona a quien le decían don Licho. Don Licho alcanzó renombre de buen carnicero de Penco entre los que estaban Antonio Figueroa, en su local de la esquina de Alcázar y Cochrane y tal vez la más mentada: la carnicería de don Manuel Ulloa, en Las Heras y el Roble. Por ese mismo tiempo existió el negocio de carnes llamado El Torito, en Freire con el Roble. O sea, en 240 metros lineales, había tres negocios del mismo rubro: El Torito, don Manuel Ulloa y don Licho.

                    El heladero y la Hilda, luego de vivir ahí algunos meses, se mudaron no sé adonde; los sigo y seguiré recordando con mucho cariño porque eran buenas personas. Nunca vi que después de ellos hubiera moradores en esa propiedad cuyas puertas permanecieron por siempre cerradas. Alguna vez tuve la idea de volver a visitar la casa y poder recorrerla por dentro, como he dicho. Pero, no tenía a quien dirigirme para pedir permiso y cumplir ese deseo. Hace dos días me llamó mi amigo Andy Urrutia para informarme estar sorprendido por el súbito cambio de la esquina y por la rapidez con que pasó la niveladora y se llevó todo eso. Este tipo de cosas se observan constantemente. Al final ya ni sorprenden. La modernidad pasa por encima y, sin proponérselo, también arrastra en mil fragmentos una parte de las historias de las personas y de sus barrios.

ESTE ES EL ASPECTO QUE presenta hoy la esquina de O'Higgins con El Roble. Una nueva construcción se levantará ahí. (Foto de Andy Urrutia).

lunes, noviembre 20, 2023

NUESTROS «CAMPEONES» DEL INOLVIDABLE REGIONAL DE FÚTBOL


DE PIE, de izquierda a derecha: Humberto Pelao Aedo, Osvaldo Chanca Elgueta, Osvaldo Huaso Rebolledo, Osvaldo Pelao Bello, Daniel Casero bueno Chávez, Miguel Minero Vera, Juan Romerito Romero, Manuel Manolo Olea, Fernando Cabezón López, Ramón Fuentealba (ex alcalde), Raúl Raulito Aguayo, Arturo Fuentes (ex dueño del restaurant Rincón Marino). ABAJO:  Hernán Vidal, Feliciano Loco San Martín, Pedro Caniulao, Pedro Peyo Chúcaro Avendaño, Roberto Chueco Pardo, Luis Chancharrita Leal, Juan Boldo Campos, Óscar Cototo Navarrete. SENTADOS EN EL TERRENO: Isidoro Chumpel Torres, Santiago Chaguito Nova y Adrián Ratón Pérez.

                    Esta fotografía, que adquiere la categoría de documento histórico, fue captada el 19 de abril de 2008 en el patio del restaurant Doña Zulema, en el km 4 del camino de Villarrica a Primer Agua en Penco. La reunión de este grupo de 21 ex jugadores del Campeonato Regional de Fútbol fue posible gracias a la idea, el propósito y el esfuerzo desplegado por Abel Soto Medina, gran colaborador de nuestro blog quien a su vez es un observador y estudioso de la historia del fútbol de la región. Soto es una fuente inagotable de información y anécdotas de ese recordado torneo. Cada una de las personas que aparecen en la fotografía es un relato particular del deporte. Aunque defendieron a distintos clubes, cuando se trató de juntarse para compartir historias, la amistad siempre estuvo primero (muchos de ellos ya han partido). 
                    Abel Soto recuerda una anécdota ocurrida en esa reunión fraternal. En el almuerzo, a la hora de los dicursos, hizo uso de la palabra el periodista Luis Osses Guíñez (autor del libro Ya Naval) quien se refirió a su trabajo de investigador futbolístico. Dijo que reunir datos de Pedro Caniulao no le fue difícil, sin embargo que le había costado un mundo conseguir información de Pedro Peyo Chúcaro Avendaño por el simple hecho de que había muchos jugadores Avendaño en el Campeonato Regional. Dijo eso y nuestro Peyo Chúcaro se puso de pie e interrumpió a Osses Guíñez. La situación fue tan sorpresiva que todas las miradas se dirigieron a Avendaño (ex jugador de Fanaloza) quien entonces dijo: «Es muy cierto lo que usted afirma señor periodista, que habíamos muchos Avendaño en el Campeonato Regional. Pero, yo aquí quiero decir una sola cosa, que de todos el único Avendaño bueno para la pelota fui yo». (Aplausos).

                    Esto fue lo que ocurrió ese día y que quedó para el recuerdo.   

sábado, noviembre 18, 2023

MAGALLANES, EL PRIMERO EN NAVEGAR POR EL MAR DE CHILE Y NO LO SUPO

UNA RÉPLICA DEL VICTORIA, el único navío de la expedición de Magallanes que regresó a puertos españoles de los cinco que zarparon en 1519. (Imagen Getty / AFP/M. Fedouach; tomada de Deutsche Welle).
                     

                     A ese mar que baña nuestras costas –y todo el litoral occidental de las Américas–, el español Vasco Núñez de Balboa lo llamó Mar del Sur. Lo bautizó así el 25 de septiembre de 1513 cuando desde un peñasco lo divisó en el istmo de Panamá luego de una marcha fortazada a través de la selva guiado por indios amigos y amenazado por otros. Fue el primer europeo en divisar el océano más grande del planeta. Los conquistadores sabían de su existencia, pero nadie lo había comprobado. Luego de verlo don Vasco invitó a sus compañeros a disfrutar de la vista y en seguida todos bajaron, llegaron a la playa y se metieron al agua. Núñez de Balboa estaba henchido de orgullo por haber sido el primero. Siete años después, en 1520, otro europeo, Hernando de Magallanes entró con sus buques en ese mar al que él llamó Pacífico. Y, con respecto a los nombres, debió ser al revés, que Núñez de Balboa lo llamara Pacífico, porque según Stefan Zweig, el mar que vio el español era una quieta pátina azul, «una bruñida lámina de acero que se perdía en el lejano horizonte». Mientras que para el portugués Magallanes sí debió ser Mar del Sur, porque lo encontró al salir del estrecho, en el área de los islotes Evangelistas. Las naves de su expedición estaban navegando en un mar austral, quieto en ese momento, pero que en promedio nada tiene de pacífico. En fin, ¡cosas de la historia!, así como los deportivos dicen ¡cosas del fútbol! 

                    Prevaleció el nombre que escogió Magallanes.

MAGALLANES (izquierda) pintura anónima. NÚÑEZ DE BALBOA (derecha), retrato idealizado del siglo XIX.
                    
                    Ni Núñez de Balboa imaginó a un país llamado Chile al sur del peñón desde donde observaba su mar recién descubierto. Sólo resonaba en sus oídos el nombre de un imperio demasiado rico –según le habían contado sus amigos aborígenes– que él quería conocer y al que los nativos llamaban Birú. Allí quería llegar don Vasco para adueñarse de esa fortuna, entregarla a la corona de España y conseguir el perdón de todas sus correrías (tema de otro post). Pero, ni siquiera alcanzó a construir las naves necesarias para rumbear al sur hacia Birú, porque cuando se reportó a Dorien en la costa oriental, su jefe Pedrarias lo detiene, lo acusa de crímenes y lo condena a que le corten la cabeza. Así murió el descubridor del Mar del Sur.

                    Hernando de Magallanes no tuvo mejor destino porque el gran océano tenía guardaba la misma suerte para sus dos descubridores. El portugués fue lacerado y muerto con armas de bambú por los nativos al mando de su jefe tribal Lapulapu en un combate en la isla de Mactán, del archipiélago de Filipinas, el 27 de abril de 1521.

                    
                    Magallanes fue el primer europeo en navegar por aguas chilenas (el Pacífico), aunque de eso no haya tenido idea. Porque iba demasiado concentrado en llegar al gran océano avanzando lentamente por el laberinto del estrecho. Conseguirlo le tomó 38 días, desde que entró por el cabo Vírgenes, en la boca oriental, hasta que salió por cabo Deseado, hoy cabo Pilar, cerca de Evangelistas en el extremo oeste del estrecho. Seguro que Magallanes vio los humos y los fuegos cerca de las playas que revelaban la presencia de seres humanos, escribe el autor chileno Benjamín  Subercaseaux. Pero, su meta era seguir viaje a las islas de la especias, las Molucas. Por eso no se detuvo. Subercaseaux nos dice, en tono nostálgico, que fue un desconocido marinero de la expedición de Magallanes el primero en contemplar la costa de Chile. Sigue Subserseaux diciéndonos que ése fue un tripulante que se quedó solitario en la popa. Él tuvo tiempo de recorrer con la vista el oscuro litoral que se abría al norte azotado por las marejadas y que el cronista Pigafetta no incluyó en sus notas del viaje. Era el Chile austral.  Los otros tripulantes, incluido el capitán jefe, miraban hacia la proa esperanzados en hallar otras tierras muy al oeste del mar chileno y poder cumplir el sueño de Colón de llegar a las Indias navegando hacia occidente.
                    
MARIO SOÁREZ, ex presidente de Portugal.


                    En julio de 1993 el entonces presidente de Portugal Mario Soárez realizó una visita a Chile para conocer el estrecho que lleva el nombre de su compatriota y tributar en Punta Arenas un homenaje de estado a su memoria. Fue un momento emocional para Soárez navegar por ese mar, perfectamente informado de las peripecias que debió enfrentar Hernando de Magallanes buscando primero la vía de conexión marítima entre los dos océanos, sortear su intrincado recorrido, para tratar de dar la vuelta al mundo y hallar la muerte en su intento.

DESCUBRIMIENTO DEL ESTRECHO DE MAGALLANES. Óleo de Álvaro Casanova Zenteno.

----

Momentos Estelares de la Humanidad, Stefan Zweig.

Chile o una Loca Geografía, Benjamín Subercaseaux.

lunes, noviembre 13, 2023

LA HUELLA DE MERCEDES



                    Para que estas líneas tengan sentido debo dejar en claro lo que se entiende por indicio. Especialistas en signos y comunicación humana, como Umberto Eco por ejemplo, dicen que los indicios son objetos dejados por un agente externo en el lugar donde ocurrió algo o que se trata de alteraciones producidas en ese sitio por el agente. Y para que sean indicios propiamente tales tanto los objetos como las alteraciones se los reconoce físicamente vinculados al agente.

                Me referiré a los indicios, a los que en este texto llamaré huellas o rastros.

                Quienes vivían más allá de Agua Amarilla, en Cieneguillas, en Millahue, en Lomas Coloradas, en el fundo El Milagro, en todo ese vasto y hermoso campo de las afueras de Penco, esa gente se guiaba por los rastros. Había algunas personas muy conocedoras, buenas para identificar esas alteraciones. Ellas decían llenas de conviccción en los lugares específicos:

                ‒Por aquí pasan conejos.

                ‒Los caballos siguieron este rumbo porque ahí se ven fresquitas las herraduras, además hay restos de crines enredados en las ramas.

                ‒Estas patas son más grandes que las de un zorro, algún perro pasó por aquí, claro si más allá veo al cazador, fíjese usted esos tacos en el barro son de bototos...

                Así era la cosa. Con sobrada normalidad los conocedores hacían sus afirmaciones basados en la experiencia y en su capacidad observadora. Sin embargo, en una ocasión me sorprendió que me hablaran de uno de ellos que se la jugaba en identificar el rastro de personas. Hacia finales de los años 30 uno de esos especialistas habría dicho en presencia de un grupo de huellas observables en el terreno:

                ‒Esta es doña Mercedes ‒dijo el rastreador mientras apuntaba con su índice al suelo y continuó‒, es la planta de su pie por el arco alto. En el polvo se ve muy claro el rastro de los dedos del pie y del talón, unidos por el borde delgado de afuera. Ella se quitó los zapatos, como lo hace siempre, para poder vadear el estero. Venía de Ránquil derechito para El Milagro, con toda seguridad porque se ve que iba caminando para su casa. Y de esto hará menos de dos horas, la huella de Mercedes está demasiado fresca... 

                Aquellos narradores de huellas entregaban la imagen completa. Fundaban su cuento en la observación del indicio en el terreno. Un aspecto interesantísimo sobre esto se incluye en un relato de Voltaire.

                En las afueras de Penco, como he dicho, había gentes con esas habilidades aunque sus nombres –al igual que los rastros– se hayan borrado.

                Todo esto no es nuevo, es antiquísimo. Desde el fondo de la historia los humanos nos hemos orientado por las huellas para buscar algo o a alguien. A partir de esas pistas testimoniales se deducía la presencia pasada o posible del agente causante del indicio. No siempre se acertaba, como es de imaginar, pero la literatura es pródiga en contarnos finales felices y ésta no es la excepción.

-----

Mercedes, mi abuela a quien no conocí, pero cuya anécdota de sus huellas en el polvo de los caminos llegó a mí en el relato de mis mayores.

«Los Límites de la Interpretación», Umberto Eco.

«Zadig», Voltaire.