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HUACHIPATO CAMPEÓN 1974. Luis Mendy, Hugo Rivero, Francisco Pinochet, Eddio Inostroza, Flavio Silva, Guillermo Azócar. Abajo, Carlos Cáceres, Daniel Díaz, Carlos Sintas, Mario «Gato» Salinas y Luis Godoy. |
Que Huachipato haya logrado convertirse
en campeón del fútbol chileno en 1974, con su DT Pedro Morales, y
la proyección internacional inmediata que eso significaba al quedar
listo para disputar la Copa Libertadores de América creó una serio
problema para los dos diarios de Concepción de la época: cómo
financiar los viajes al exterior de sus reporteros para acompañar y
cubrir las noticias del campeón. Las gerencias de El Sur y El Diario
Color no sin preocupación comenzaron a sacar cuentas. ¿Cómo se las
arreglarían si los acereros avanzaban en las eliminatorias?,
¿podrían afrontar todo ese desembolso? Comprendiendo esta
situación, el club Huachipato, interesado en la difusión de sus
partidos fuera de Chile, ofreció a los dos diarios al menos un cupo
para que un periodista se integrara a la delegación costeado por el
club. Se disculpó de no poder llevar a dos reporteros por razón de
estrechez de presupuesto. Así y a mayor transparencia propuso rifar
el único cupo entre ambos diarios.
Cuando llegó el día del sorteo El Sur
se hizo representar por su jefe de deportes, Carlos Adolfo Vergara, con su inefable corbata humita; y
el Diario Color, por su reportero de deportes (yo). Condujo la rifa
Alfredo Asfura, el nuevo gerente de Huachipato en La Copa –un
cargo impensado y temporal creado por el club para enfrentar el
desafío–. Asfura era un
experto en el tejemaneje del fútbol copero y su experiencia
resultaba imprescindible para Huachipato en esa circunstancia. El
cargo duraría hasta adonde llegara el club en el torneo. El sorteo.
Expectación. Cuando el gerente temporal abrió el papelito, leyó
«Diario Color»
(o sea, yo). ¡Bingo! El Sur no podía cruzar los brazos, no
se iba a quedar abajo. Se las arregló para conseguir incorporar
también a uno de sus reporteros a la delegación. El designado fue
José Cheché Martínez. Así que en la delegación iríamos
dos periodistas. El paso inmediato, sacar pasaporte para viajar a
Bolivia, marzo de 1975.
El entonces presidente del club acerero
Waldo Muñoz y el dirigente Francisco de Sales San Miguel, entre
otros, pusieron en marcha el plan Bolivia que consistía en viajar a
La Paz y a Cochabamba para enfrentar sucesivamente a The Strongest y
Wilstermann, campeón y subcampeón bolivianos. El otro equipo chileno
del grupo fue Unión Española.
En los primeros días de marzo, la
delegación de Huachipato –equipo,
dirigencia y periodistas–
procedente de Concepción llegó a Santiago y se hospedó en el campo
deportivo «Juan Pinto
Durán». Pedro Morales y
sus dirigidos trabajaron en las canchas del recinto en la víspera
del vuelo a La Paz.
Muy temprano al día siguiente, los
viajeros fuimos recogidos por un bus especial en Macul para
dirigirnos al aeropuerto de Pudahuel. El equipaje de un plantel de
fútbol profesional siempre es numeroso y pesado: bolsas con
camisetas, zapatos, toallas, etc. El bus colmó su capacidad con todo
eso, más maletas y bolsos. El avión despegaba a las 10 de la
mañana. Ya en marcha el bus de la delegación avanzaba por las
calles y avenidas de Santiago en dirección poniente. Pero, surgió
una emergencia. En la Alameda, pasado la avenida General Velázquez,
el bus debió detenerse en una bomba bencinera. ¿Qué pasó? El
arquero suplente Simón Kuzmanic presentó un problema agudo de
indigestión. Bajó de un salto y corrió a las dependencias de la
estación de servicio. Regresó al rato pálido evidenciando todavía
dolor de estómago. El bus retomó su camino y el equipo de
Huachipato llegó a la sala de embarque del aeropuerto internacional
justo a tiempo. En unos minutos abordamos el avión de Iberia con
itinerario Madrid y escala en La Paz. Ya ubicados en nuestros
asientos el piloto nos deseó que disfrutáramos el viaje en el
moderno avión DC-8 que Iberia había bautizado con el nombre de El
Españoleto (entonces les ponían nombres a los aviones). Vuelo
diurno. Al cabo de un par de horas la voz del piloto nos advirtió
que aterrizaríamos en El Alto. Ajustarse los cinturones. Cuando el
Iberia estaba a punto de tocar el umbral de la pista, rehusó el
intento y se encumbró de nuevo. Pedro Morales que estaba cerca mío
me dijo «esto es muy
peligroso, no es habitual».
Y el avión retomó altura, giró hacia la derecha y pudimos ver
desde arriba la ciudad de La Paz, bella, extendida como sobre una
superficie con forma de cráter. El avión realizó un segundo
intento, aterrizamos sin problemas y el incidente no pasó de ser una
anécdota.
En el hall del aeropuerto nos esperaba
una numerosa representación del fútbol boliviano, dirigentes del
The Strongest, periodistas, fotógrafos, hinchas y curiosos. Luego de
los saludos, un bus nos condujo por las polvorientas calles de El
Alto, localidad a 4.000 metros de altitud situada sobre una inmensa
explanada que terminaba allí donde el camino comenzaba a bajar en
dirección a La Paz, cuya altitud es de 3.600 metros. Nos habían
advertido no hacer movimientos bruscos hasta aclimatarnos a la puna.
Los jugadores iban pensativos observando el panorama urbano desde las
ventanillas. Descanso en el hotel. Los anfitriones invitaron a la
dirigencia, el plantel y los periodistas a una cena al final de la
tarde. Los platos opíparos, cargados al choclo y al camote, carne
bien cocida. Salvo los jugadores, había chipe libre para brindar.
Harta conversación y buena onda.
A mi lado se sentó un periodista
boliviano que me empezó a hacer preguntas. «¿Por
qué este club se llama Huachipato?».
Respuesta, porque adoptó el nombre del lugar donde está la usina,
donde seguramente ahí en el pasado cazaban aves y patos con güachi.
«Ah, ¿y qué es un
güachi?». Es un tipo de
trampa, una soga y una argolla corrediza. «Ah,
¿y por qué ustedes dicen
el equipo penquista?».
Bueno, aquí la respuesta es más larga, porque Huachipato está en
la provincia de Concepción, y la ciudad de Concepción, nació en
Penco, de ahí el gentilicio penquista. Por un terremoto Concepción
se mudó de Penco a su ubicación actual y se llevó y conservó el
gentilicio penquista. «Ah». Me di cuenta con ese ah que el
boliviano no entendió nada. No me hizo más preguntas.
El partido sería al día siguiente en
el antiguo estadio del equipo local. Mi primer despacho a mi diario
lo hice desde un teléfono del hotel. Cheché Martínez en
tanto hizo lo propio desde su habitación. No oí qué contó ni él
oyó lo que conté yo.
Cerca del mediodía del día siguiente
fuimos a conocer el campo de juego, el estadio Hernando Siles. La
ruta desde el hotel al estadio nos permitió conocer la ciudad en
parte. Al llegar al recinto había prensa y muchos comerciantes
informales con grandes canastos que insistentemente ofrecían
empanadas. Pedro Morales y sus jugadores recorrieron la cancha en
buzo y zapatillas, caminaron sobre el césped, e hicieron algunos
movimientos suaves con pelotas, visitaron los camarines. El técnico
se dio cuenta de un detalle. Dentro del vestuario y en los pasillos
había gran cantidad de botellas de oxígeno, como si se trata de
extintores. Las había por todos los rincones. «Esto
es una campaña, una estrategia, quieren asustarnos con el
cuco de la altura, que nos va a faltar el aire. Pero, nosotros
estamos bien físicamente, sólo tenemos que desempeñarnos en forma
inteligente», comentó a media
voz Morales. El arquero José Luis Mendy me dijo que la pelota
picaba con más fuerza en los botes, un factor importante a tener en
cuenta por un guardavallas. Francisco Pinochet, lateral derecho, me
comentó que controlar la pelota era distinto, «se
siente mucho más resbaladiza que en Las Higueras»,
a nivel del mar. «Habría
que estar un día más aquí para acostumbrarse»,
comentó alguien de la delegación que no identifiqué al tomar nota
de la incidencia de estos detalles ínfimos e importantes de la
altura en un campo de juego. Pero, no sería así, el partido se
jugaría esa misma noche.
La radio Minería de Santiago envió un
equipo para cubrir y transmitir estos partidos. Viajaron tres
personas de esa emisora: el periodista y locutor Raúl Prado, creador
del programa Deporte Total, además de un comentarista y un técnico,
este último de nombre Baldemar, cuyo apellido no recuerdo. Mientras
el técnico hacía las conexiones en la caseta de trasmisiones, Raúl
Prado, le gastaba bromas: «Aquí
en Bolivia no podís llamarte Baldemar»,
(risas discretas en ese entorno). Cayó Huachipato 0-1 en su primer
partido internacional por Copa Libertadores. Habían pesado bastante
los detalles mencionados.
Por
el asunto de la combinación de vuelos y disponibilidad de hotel, la
delegación chilena permaneció un día más en La Paz. La ocasión
nos sirvió para visitar lugares de interés cultural: la casa de
gobierno (Palacio Quemado), la plaza Murillo, la iglesia San
Francisco en la mañana y, por la tarde, un viaje a las ruinas
arqueológicas de Tiahuanako en el altiplano, cerca del lago
Titicaca. Los jugadores no hicieron este circuito, descansaron todo
el día siguiendo el plan del técnico Pedro Morales.
El
segundo partido se disputaría en Cochabamba tres días después. El
viaje a esa ciudad se hizo en LAB, Lloyd Aéreo Boliviano. Luego de
despegar de El Alto, El Boeing 727 pasó cerquita del ícono
paceño, el majestuoso monte Illimai y a los pocos minutos descendió
por debajo de las cumbres y se metió en un cajón cordillerano. Por las ventanillas de
ambas bandas del avión se veían al alcance de las alas los farellones y
acantilados. Confieso cierta preocupación, aunque el grupo iba
alegre. Aterrizaje impecable en el aeropuerto Jorge Wilstermann.
Lo
novedoso y simpático fue que en el aeropuerto entre la multitud de
gente que nos esperaba estaba el ex jugador de Colo Colo Juan Carlos
Gangas, que jugaba por el Bolívar y el año 74, en el Wilsterman. El
hombre tenía hartos secretos del rival de los acereros para contarle
a Pedro Morales. En un bus dedicado nos llevaron al hotel
cochabambino. Periodistas en el lobby hacían preguntas: «¿Qué
quiere decir Huachipato?»
Cena
en el hotel por invitación de los anfitriones. La comida resultó
deliciosa y el clima social muy agradable. Además que no estábamos
en las alturas peceñas. Cochabamba es una ciudad moderna y
acogedora. Al día siguiente, la rutina: visita al estadio Félix
Capriles. Bajo las luces del recinto el plantel huachipatino realizó
algunos movimientos físicos y practicó un juego relajado con
pelotas. Con Cheché
Martínez nos quedamos al lado del banderín del córner. Cerca nuestro miraba y conversaba
con nosotros el utilero Hernán Chamullo
Ampuero. De pronto en el pasto de la cancha vi un cuerpo extraño, un animal que
se movía acompasadamente y más allá otro igual haciendo lo mismo.
¡Ranas! Chamullo
se dio cuenta, nos dijo: No hay que decir nada. Que no lo sepan los
jugadores, porque eso los puede preocupar o distraer. Él se metió
al área grande y con un palo comenzó a barrer a las ranas
futbolistas. De seguro que muchas más habría por allí.
El
partido con el local Wilstermann terminó igualado sin goles. Un
diario de Cochabamba tituló «Hubo un Huachiempate».
Al
día siguiente de regreso a Chile para esperar los partidos de
vuelta...