viernes, marzo 15, 2024

RECUPERAR EL EX CASINO «AÑOS LOCOS» ES TAREA DE TODOS

EL EX CASINO DE TURISMO DE PENCO, de triste aspecto por abandono.
                        POR ABEL SOTO MEDINA
                Este 14 de marzo del 2024 ha aparecido una noticia publicada por la Municipalidad de Penco en su cuenta de Facebook sobre la aprobación por parte del Ministerio de la Vivienda y Urbanismo de mil millones de pesos para mejoramiento de barrios en la comuna de Penco. La noticia de prensa habla de dos mil millones para Penco y Yumbel, esto es mitad y mitad.

                Hace un tiempo también me enteré que la Municipalidad de Penco, había gestionado, la concesión marítima en el sector donde se emplaza un edificio, llamado curiosamente «Años Locos», por ser uno de los tantos nombres que la comunidad recuerda, y que originalmente ampararía unos comedores populares y que serviría también para actividades propias de la comunidad. Coincidió con los años de construcción de los blocks de departamentos, ubicados en las calles Robles, Cochrane, y Yerbas Buenas. Estamos hablando de los años 70. Desconozco si una vez terminada la construcción cumplió con su objetivo original, pero poco después de septiembre de 1973, las instalaciones se destinaron a un casino comercial, al estilo de los antiguos, como aquellos de las fiestas naúticas. Puedo mencionar el Bahamondes, Cuartito Azúl, La Bahía, Huambaly y otros. Se ubicaban en la playa entre las calles Penco y Robles, sin dejar de lado del único restorán existente Casino Oriente, que el tiempo se ha ido quedando incrustado en la comuna, su sólo nombre es signo de la Ciudad, todos saben en que comuna queda, quizás anónimamente reemplazando el slogan antiguo, «Penco, la ciudad de Fanaloza»

TANTO EL EX CASINO como el conjunto habitacional Lord Cochrane datan del mismo período histórico, inicios de los años 70. Obsérvese la diferencia. 
                
                Volviendo sobre el asunto, sería interesante, por ejemplo, que la junta de vecinos del sector donde se encuentra ubicado el ex
«Años Locos», postulen a esos recursos disponibles, para recuperar de una vez por todas las instalaciones, que por tanto tiempo, han estado abandonadas, sin olvidar sus años gloriosos bajo los nombres sucesivos de «Casino Turismo», «Costabella», «Años Locos», «Zíngaro» y otros. Si de recordar se trata en su escenario desfilaron grandes artista y personajes de la cultura, la actividad deportiva y la política. También ahí tuvieron lugar actividades sociales del Rotary Club, de Asociaciones de Profesores, etc. Entre los artistas, por nombrar algunos, «Che Copete con Los Años Dorados de la tía Carlina», Bruce con Paredes y Angulo, el duo Los Caporales, Mandolino, Jappening con Ja, El Temucano, Manolo Galván, Patricio Renán, también uno se podría encontrar con personalidades de la TV de entonces como César Antonio Santis, Andrea Tessa, bueno y rostros conocidos de todos los ámbitos.

                En estas simples líneas dejo tirado el guante como se decía en los tiempos románticos, para que los recoja la Junta de Vecinos del Sector y postule ya a la Municipalidad para apoyar a revivir esa enorme estructura. Si los recursos fueran insuficientes en una primera instancia, el llamado es que se gestione lo necesario a quien corresponda, dado que no hace muchos días a la Municipalidad de Talcahuano se le autorizaron 2.700 millones de pesos para habilitar una playa en el sector caleta el Morro. Por qué los pencones no podríamos tener de vuelta ese inmueble hoy abandonado, que aparte de ser un lugar turístico, puede pasar a prestar mucha utilidad a la sociedad de Penco. Nadie quisiera ver después un poste con alguna leyenda «aquí existió un gran casino de turismo».

viernes, marzo 01, 2024

ENCUENTRO CON TRES GRANDES DEL COQUIMBO CRAV

PÉREZ Y NOVA

                NOTA PREMILINAR. Los mejores relatos del pasado son los que uno oye directamente de sus protagonistas. Y cuando se da la ocasión hay que aprovecharla. Para eso también resulta importante elegir el ambiente para que la conversación sea reservada. No sirven los locales conspicuos donde se reúnen los que quieren hacerse ver y hablan en voz alta. Por eso El Rinconcito, restaurant situado en Cerro Verde, por su bajo perfil, resultaba adecuado para el propósito: conversar y conversar a placer. Abel Soto Medina, colaborador destacado de nuestro blog, nos cuenta en esta crónica un encuentro de esta clase que él sostuvo con tres cracks del viejo Coquimbo Crav, encuentro que él organizó para preguntar, oír, anotar y escribir después. Quienes lean el texto que está a continuación advertirán la estupenda retribución que obtuvo de sus invitados. Soto descubrió muchos detalles desconocidos de esos años pretéritos del fútbol regional y que ahora comparte con nosotros.


José «Chico» Pérez, Eduardo Villegas y Santiago «Chaguito» Nova.

TEXTO Y FOTOS: ABEL SOTO MEDINA

                Una de las amistades que he ido cultivando más allá de los encuentros que realicé con jugadores del fútbol Regional, y Coquimbo Crav, es con Santiago «Chaguito» Nova y Eduardo Villegas. Digo esto porque basado en esa amistad, llamé hace unos días al «Chaguito» para saber de su salud y de paso comentar recuerdos de su época de jugador de Coquimbo Crav, fue entonces que me enteré, que venía a Penco, su compadre y amigo, José «Chico» Pérez, desde Santiago donde está radicado, hace ya bastantes años. Posteriormente a esa buena noticia, me comuniqué con Eduardo, y le comenté la noticia de la visita de Pérez a Penco, él como amigo y compañero de equipo en Coquimbo Crav, manifestó obviamente, su deseo de poder juntarse con él y cruzar algunas andanzas del pasado.

                Fue así, que el sábado al mediodía cuando José «Chico» Pérez estaba por acá, y evocando recuerdos de adolescencia y juventud, fijamos punto de reunión, la plaza de Penco (Los Conquistadores). De ahí nos trasladamos a un local de Cerro Verde, dónde celebraríamos dicho encuentro con harta conversación. Fue allí que se nos unió «Chaguito» Nova. Estando ya juntos «los tres mosqueteros» del Coquimbo Crav, dimos espacio a una exquisita conversación llenas de recuerdos, de anécdotas, de canchas y lugares, de jugadores y momentos… Por mi parte, y ajeno a esos detalles de sus vivencias, quería captarlo todo, no por tener un registro, sino, porque cada uno de esos detalles, iba engrosando mis conocimientos de historia, sobre el Coquimbo Crav y por ende del Fútbol Regional.
Considero necesario, incluir una pequeña descripción, de cada uno de estos tres jugadores cada uno gravitante dentro del único equipo Campeón del Regional. (1963-1966-1968-1970).
Eduardo Villegas, hijo de futbolista precisamente del Coquimbo en los inicios del mismo Campeonato Regional, así como también, de dirigente del mismo Coquimbo en los tiempos de campeonatos, no es difícil encontrar a don Heriberto Villegas en las fotografías de cuando el año 1962, fue campeón del ascenso del Regional, para subir a la división de honor el año 1963, fecha en que se le puso apellido al equipo, llamándolo Coquimbo Crav… Para esos entonces Eduardo, era todavía un adolescente, sin embargo, a su corta edad, ya demostraba condiciones futbolísticas, hasta que le llegó su oportunidad para exhibir sus dotes, siendo titular importante en la obtención del título los años 1968 y 1970. Integró delantera con Juan Marín, Jorge Albornoz, «Perla» Reyes, Mario Pérez, con el apoyo incesante del medio campo de Pardo y José «Chico» Pérez. Uno que con velocidad y habilidad, hacia fácil la llegada al área rival, no titubeando a la hora de definir...¡un grande!

EL COQUIMBO CRAV CAMPEÓN

                Santiago «Chago» Nova, jugador proveniente de Lirquén, y formando parte de una familia con arraigo carbonífero y vidriero, allí desde pequeño observó a grandes jugadores de los clubes Minerales y Vipla, cómo Saéz, Grossman, «Chamiza» Espinoza, Fuentes, Urrutia, «Peyo Chúcaro» Avendaño, Nourdín, Barraza, Bello, Baeza, Pedro Flores, etc… Pero su espacio estuvo en Penco, justo en el Coquimbo, dónde con su número 8 hacía filigranas con la pelota en sus pies, buen toque, encarador, y su mejor arma, un dribling, que cualquiera se lo envidiaba. Con sus pases gol, llevó a campeonar en la serie B, junto a Memo Durán, Juané Parra, Adrián Pérez, los arqueros Aedo y Cuevas, Chito y «Chueco» Pardo, Danilo Inostroza, Carlos Aravena, «Minero» Vera, Pedro Vergara y otros. Esto ocurría en 1962, pero el año 1963, ya en la serie de honor «Chaguito» Nova siguió conservando su titularidad, aunque habían llegado refuerzos al ahora Coquimbo Crav. En ese equipo, en que no había puntos bajos, todos fueron de excepción, a veces unos sobresalían pero lo hacían superando la barrera de buen desempeño. Ahí estaba Nova compartiendo delantera con Víctor Sepúlveda un ex Huachipato y seleccionado chileno allá en Lima, Perú, y lo hizo además, junto a Mario «Zorrito» Vidal, que compartía la camiseta de la V azul sobre campo blanco, con Luis «Che» Reyes, uno que dejó más de una huella en el fútbol regional, dado que fue campeón 2 años seguidos con Vial, y por la izquierda Danilo Inostroza, un veloz puntero encargado de abrir defensas y centrar a los Vidal y Reyes que estaban siempre presentes en el área. Con todos ellos se codeaba nuestro «Chaguito» Nova, un jugador de excepción y campeón con Coquimbo Crav.
                José «Chico» Pérez, ¡qué puedo decir de este gran jugador!, si comentara que así como Andrés Iniesta fue la columna vertebral del Barcelona de España, él lo fue del Coquimbo Crav. Los jóvenes actuales o los que no son tan jóvenes, y que no lo vieron jugar, dirán con justa razón, que estoy exagerando… Pero para quienes tuvimos la suerte de estar en la tribuna, y ver a un joven, recién superando la adolescencia, plantarse con todos los jugadores ya nombrados fue un regalo a los sentidos. Más aún, cuando el entrenador Juan Muñiz Vila recién estaba armando el equipo y en los primeros partidos oficiales contra Naval en el Estadio EL Morro, le dio la responsabilidad de ejecutar los penales. Lo vi pararse frente al arquero con una pachorra, esa personalidad que tienen los grandes, y que transmite confianza. Su secreto radicaba en la simple razón de saber pegarle bien a la pelota, condición innata, que no se aprende en los libros. Tomó una corta distancia, chute y gol…a lo Néstor Isella (quien no corría al ejecutar un penal, sólo caminaba). Así era nuestro «Chico» Pérez… 
                Conversando manifestó que se había iniciado en Gente de Mar de Penco, recordando a los jugadores que pasaron después a Fanaloza, como, Armando Montoya, Pedro «Peto» Vega, «Peje» Romero, Miguel «Minero» Vera, con este último recordaba cuando reforzaban a Naval para algunos compromisos amistosos especiales. Un buen día el viejo (Juan Muñiz, entrenador C. Crav), le propuso que se uniera a este nuevo equipo ante el desafío de la liga de Honor del Campeonato Regional. Por tal motivo debió cambiar el régimen de sus estudios de electricidad a un curso vespertino porque el día era para entrenar. Como buen uruguayo el entrenador ya ponía en práctica realizar ejercicios y pichangas en la arena, su sector favorito era playa negra, (desembocadura río Andalién), junto a los frondosos pinos y los no menos famosos arbustos denominados «los Chochos». Eso no le gustaba mucho a los jugadores, especialmente a los que tenían más edad, porque para ir y venir, había que correr unos 3 kilometros caminando por la arena. José «Chico» Pérez fue un gran aporte al equipo, e imprescindible en la obtención de los 4 títulos del Coquimbo Crav (1963-1966-1968-1970). Sin duda un grande entre los grandes, con más de una página en la historia de los Regionales. Sin embargo, ante una pregunta, a quiénes admiró cómo jugador en sus tiempos, recordó a su amigo «Rucha» José Rodolfo Sanhueza Muñoz (Gente de Mar), Pedro Flores, Pedro Caniulao (ambos de Fanaloza y Vipla), «Peyo Chúcaro» Avendaño, al «Che» Reyes. En esta enumeración destacó: «Recuerden que también que Reyes salió campeón 2 años seguidos con el Vial. Bueno, y el mejor amigo que me regaló el fútbol se encuentra aquí, "Chaguito" Nova…»
EDUARDO VILLEGAS, el cuarto de izquierda a derecha de los agachados.

                Han transcurrido varias horas de esta conversación, y en favor del tiempo, debimos retirarnos del local. Nos fuimos los cuatro. A 
«Chico Pérez» lo dejamos en la casa del señor Santibáñez, compadre suyo y futbolista también. Por cierto, no sin antes tomarles una fotografía para la posteridad del momento compartido con 3 de los grandes del Coquimbo Crav.

martes, febrero 27, 2024

AÑOS DE BÁSQUETBOL EN UNA REUNIÓN

EL EQUIPO DEL «FEDERICO CARVALLO». Arriba: Manuel Romero, Washington Opazo, Manuel Alarcón, (Orlando Ulloa, el dueño de casa) y Sergio Bustos. Sentados: Aliro Gallardo, René Martínez, Luis Ascencio y Desiderio Araya. 

                Hay personas que aman sus recuerdos en especial aquellos que anidan en el corazón. Para hacer memoria no se quedan de brazos cruzados. Diríamos que son nostálgicos activos: buscan, averiguan, golpean puertas, se ponen en contacto con viejos amigos y organizan reuniones informales. Los amigos —quienes por ser contemporáneos y haber compartido una vida parecen primos hermanos— son cómplices de episodios del pasado. La historia pertinente está repartida en ellos y un encuentro entre varios es la oportunidad de compartila. Sólo de esa manera quienes aman sus recuerdos, reconstruyen con el aporte memorioso de otros el pasado que les interesa. ¿Satisfechos? Sí o tal vez no, porque el deseo de recordar vuelve a la carga. Un consuelo: juntarse de nuevo, porque el tiempo no dio para atender tantas preguntas.

                Aliro Gallardo es una de estas personas querendonas de su pasado. Está orgulloso de sus amigos con los que en más de una ocasión en tiempos de juventud compartió momentos gratificantes. A comienzos de febrero de 2024 se puso en campaña para convocar a un encuentro a sus ex compañeros de equipo del club de básquetbol Federico Carvallo, de la ex refinería de azúcar. Logró reunir a nueve jugadores de esos años, número más que suficiente para disputar un match. Pero, no; la reunión se efectuó en el quincho de don Orlando Ulloa conocido vecino de Penco, ex locero, ubicado en la calle San Vicente 68.

                Entre los que llegaron podemos enumerar a los siguientes: Manuel Romero (hijo del gran basquetbolista de los años 50 Carlos Alberto Romero), Washington «Huasito» Opazo (hermano de Franklin «Frankie» Opazo, también ex futbolista y basquetbolista), Manuel Alarcón, Sergio Bustos, René Martínez, Luis Ascencio, Desiderio Araya, Benjamín «Mincho» Sanhueza y, por cierto el organizador Aliro Gallardo y el dueño de casa Orlando Ulloa.

                Durante el distendido encuentro gastronómico recordaron los partidos de esos años  que se ganaron y también los que se perdieron. Esos encuentros se disputaban en la excelente cancha del Deportivo refinero, inmueble que debió ser demolido después del terremoto del 27f. Se habló de todo, faltó tiempo. Todo lo pendiente se abordará en el próximo encuentro...

OTRO ÁNGULO DE LA REUNIÓN DE LOS EX BASQUETBOLISTAS. La persona que está por el lado derecho al fondo con chaqueta gris es Benjamín «Mincho» Sanhueza, a los otros ya los hemos nombrado.

sábado, febrero 24, 2024

1975, LAS AVENTURAS DE HUACHIPATO EN BOLIVIA

HUACHIPATO CAMPEÓN 1974. Luis Mendy, Hugo Rivero, Francisco Pinochet, Eddio Inostroza, Flavio Silva, Guillermo Azócar. Abajo, Carlos Cáceres, Daniel Díaz, Carlos Sintas, Mario «Gato» Salinas y Luis Godoy.
 

                Que Huachipato haya logrado convertirse en campeón del fútbol chileno en 1974, con su DT Pedro Morales, y la proyección internacional inmediata que eso significaba al quedar listo para disputar la Copa Libertadores de América creó una serio problema para los dos diarios de Concepción de la época: cómo financiar los viajes al exterior de sus reporteros para acompañar y cubrir las noticias del campeón. Las gerencias de El Sur y El Diario Color no sin preocupación comenzaron a sacar cuentas. ¿Cómo se las arreglarían si los acereros avanzaban en las eliminatorias?, ¿podrían afrontar todo ese desembolso? Comprendiendo esta situación, el club Huachipato, interesado en la difusión de sus partidos fuera de Chile, ofreció a los dos diarios al menos un cupo para que un periodista se integrara a la delegación costeado por el club. Se disculpó de no poder llevar a dos reporteros por razón de estrechez de presupuesto. Así y a mayor transparencia propuso rifar el único cupo entre ambos diarios.

                Cuando llegó el día del sorteo El Sur se hizo representar por su jefe de deportes, Carlos Adolfo Vergara, con su inefable corbata humita; y el Diario Color, por su reportero de deportes (yo). Condujo la rifa Alfredo Asfura, el nuevo gerente de Huachipato en La Copa un cargo impensado y temporal creado por el club para enfrentar el desafío–. Asfura era un experto en el tejemaneje del fútbol copero y su experiencia resultaba imprescindible para Huachipato en esa circunstancia. El cargo duraría hasta adonde llegara el club en el torneo. El sorteo. Expectación. Cuando el gerente temporal abrió el papelito, leyó «Diario Color» (o sea, yo). ¡Bingo! El Sur no podía cruzar los brazos, no se iba a quedar abajo. Se las arregló para conseguir incorporar también a uno de sus reporteros a la delegación. El designado fue José Cheché Martínez. Así que en la delegación iríamos dos periodistas. El paso inmediato, sacar pasaporte para viajar a Bolivia, marzo de 1975.

                El entonces presidente del club acerero Waldo Muñoz y el dirigente Francisco de Sales San Miguel, entre otros, pusieron en marcha el plan Bolivia que consistía en viajar a La Paz y a Cochabamba para enfrentar sucesivamente a The Strongest y Wilstermann, campeón y subcampeón bolivianos. El otro equipo chileno del grupo fue Unión Española.

                En los primeros días de marzo, la delegación de Huachipato equipo, dirigencia y periodistas procedente de Concepción llegó a Santiago y se hospedó en el campo deportivo «Juan Pinto Durán». Pedro Morales y sus dirigidos trabajaron en las canchas del recinto en la víspera del vuelo a La Paz.

                Muy temprano al día siguiente, los viajeros fuimos recogidos por un bus especial en Macul para dirigirnos al aeropuerto de Pudahuel. El equipaje de un plantel de fútbol profesional siempre es numeroso y pesado: bolsas con camisetas, zapatos, toallas, etc. El bus colmó su capacidad con todo eso, más maletas y bolsos. El avión despegaba a las 10 de la mañana. Ya en marcha el bus de la delegación avanzaba por las calles y avenidas de Santiago en dirección poniente. Pero, surgió una emergencia. En la Alameda, pasado la avenida General Velázquez, el bus debió detenerse en una bomba bencinera. ¿Qué pasó? El arquero suplente Simón Kuzmanic presentó un problema agudo de indigestión. Bajó de un salto y corrió a las dependencias de la estación de servicio. Regresó al rato pálido evidenciando todavía dolor de estómago. El bus retomó su camino y el equipo de Huachipato llegó a la sala de embarque del aeropuerto internacional justo a tiempo. En unos minutos abordamos el avión de Iberia con itinerario Madrid y escala en La Paz. Ya ubicados en nuestros asientos el piloto nos deseó que disfrutáramos el viaje en el moderno avión DC-8 que Iberia había bautizado con el nombre de El Españoleto (entonces les ponían nombres a los aviones). Vuelo diurno. Al cabo de un par de horas la voz del piloto nos advirtió que aterrizaríamos en El Alto. Ajustarse los cinturones. Cuando el Iberia estaba a punto de tocar el umbral de la pista, rehusó el intento y se encumbró de nuevo. Pedro Morales que estaba cerca mío me dijo «esto es muy peligroso, no es habitual». Y el avión retomó altura, giró hacia la derecha y pudimos ver desde arriba la ciudad de La Paz, bella, extendida como sobre una superficie con forma de cráter. El avión realizó un segundo intento, aterrizamos sin problemas y el incidente no pasó de ser una anécdota.

                En el hall del aeropuerto nos esperaba una numerosa representación del fútbol boliviano, dirigentes del The Strongest, periodistas, fotógrafos, hinchas y curiosos. Luego de los saludos, un bus nos condujo por las polvorientas calles de El Alto, localidad a 4.000 metros de altitud situada sobre una inmensa explanada que terminaba allí donde el camino comenzaba a bajar en dirección a La Paz, cuya altitud es de 3.600 metros. Nos habían advertido no hacer movimientos bruscos hasta aclimatarnos a la puna. Los jugadores iban pensativos observando el panorama urbano desde las ventanillas. Descanso en el hotel. Los anfitriones invitaron a la dirigencia, el plantel y los periodistas a una cena al final de la tarde. Los platos opíparos, cargados al choclo y al camote, carne bien cocida. Salvo los jugadores, había chipe libre para brindar. Harta conversación y buena onda.

                A mi lado se sentó un periodista boliviano que me empezó a hacer preguntas. «¿Por qué este club se llama Huachipato?». Respuesta, porque adoptó el nombre del lugar donde está la usina, donde seguramente ahí en el pasado cazaban aves y patos con güachi. «Ah, ¿y qué es un güachi?». Es un tipo de trampa, una soga y una argolla corrediza. «Ah, ¿y por qué ustedes dicen el equipo penquista?». Bueno, aquí la respuesta es más larga, porque Huachipato está en la provincia de Concepción, y la ciudad de Concepción, nació en Penco, de ahí el gentilicio penquista. Por un terremoto Concepción se mudó de Penco a su ubicación actual y se llevó y conservó el gentilicio penquista. «Ah». Me di cuenta con ese ah que el boliviano no entendió nada. No me hizo más preguntas.

                El partido sería al día siguiente en el antiguo estadio del equipo local. Mi primer despacho a mi diario lo hice desde un teléfono del hotel. Cheché Martínez en tanto hizo lo propio desde su habitación. No oí qué contó ni él oyó lo que conté yo.

                Cerca del mediodía del día siguiente fuimos a conocer el campo de juego, el estadio Hernando Siles. La ruta desde el hotel al estadio nos permitió conocer la ciudad en parte. Al llegar al recinto había prensa y muchos comerciantes informales con grandes canastos que insistentemente ofrecían empanadas. Pedro Morales y sus jugadores recorrieron la cancha en buzo y zapatillas, caminaron sobre el césped, e hicieron algunos movimientos suaves con pelotas, visitaron los camarines. El técnico se dio cuenta de un detalle. Dentro del vestuario y en los pasillos había gran cantidad de botellas de oxígeno, como si se trata de extintores. Las había por todos los rincones. «Esto es una campaña, una estrategia, quieren asustarnos con el cuco de la altura, que nos va a faltar el aire. Pero, nosotros estamos bien físicamente, sólo tenemos que desempeñarnos en forma inteligente», comentó a media voz Morales. El arquero José Luis Mendy me dijo que la pelota picaba con más fuerza en los botes, un factor importante a tener en cuenta por un guardavallas. Francisco Pinochet, lateral derecho, me comentó que controlar la pelota era distinto, «se siente mucho más resbaladiza que en Las Higueras», a nivel del mar. «Habría que estar un día más aquí para acostumbrarse», comentó alguien de la delegación que no identifiqué al tomar nota de la incidencia de estos detalles ínfimos e importantes de la altura en un campo de juego. Pero, no sería así, el partido se jugaría esa misma noche.

                La radio Minería de Santiago envió un equipo para cubrir y transmitir estos partidos. Viajaron tres personas de esa emisora: el periodista y locutor Raúl Prado, creador del programa Deporte Total, además de un comentarista y un técnico, este último de nombre Baldemar, cuyo apellido no recuerdo. Mientras el técnico hacía las conexiones en la caseta de trasmisiones, Raúl Prado, le gastaba bromas: «Aquí en Bolivia no podís llamarte Baldemar», (risas discretas en ese entorno). Cayó Huachipato 0-1 en su primer partido internacional por Copa Libertadores. Habían pesado bastante los detalles mencionados.

                Por el asunto de la combinación de vuelos y disponibilidad de hotel, la delegación chilena permaneció un día más en La Paz. La ocasión nos sirvió para visitar lugares de interés cultural: la casa de gobierno (Palacio Quemado), la plaza Murillo, la iglesia San Francisco en la mañana y, por la tarde, un viaje a las ruinas arqueológicas de Tiahuanako en el altiplano, cerca del lago Titicaca. Los jugadores no hicieron este circuito, descansaron todo el día siguiendo el plan del técnico Pedro Morales.

                El segundo partido se disputaría en Cochabamba tres días después. El viaje a esa ciudad se hizo en LAB, Lloyd Aéreo Boliviano. Luego de despegar de El Alto, El Boeing 727 pasó cerquita del ícono paceño, el majestuoso monte Illimai y a los pocos minutos descendió por debajo de las cumbres y se metió en un cajón cordillerano. Por las ventanillas de ambas bandas del avión se veían al alcance de las alas los farellones y acantilados. Confieso cierta preocupación, aunque el grupo iba alegre. Aterrizaje impecable en el aeropuerto Jorge Wilstermann.

                Lo novedoso y simpático fue que en el aeropuerto entre la multitud de gente que nos esperaba estaba el ex jugador de Colo Colo Juan Carlos Gangas, que jugaba por el Bolívar y el año 74, en el Wilsterman. El hombre tenía hartos secretos del rival de los acereros para contarle a Pedro Morales. En un bus dedicado nos llevaron al hotel cochabambino. Periodistas en el lobby hacían preguntas: «¿Qué quiere decir Huachipato?»

                Cena en el hotel por invitación de los anfitriones. La comida resultó deliciosa y el clima social muy agradable. Además que no estábamos en las alturas peceñas. Cochabamba es una ciudad moderna y acogedora. Al día siguiente, la rutina: visita al estadio Félix Capriles. Bajo las luces del recinto el plantel huachipatino realizó algunos movimientos físicos y practicó un juego relajado con pelotas. Con Cheché Martínez nos quedamos al lado del banderín del córner. Cerca nuestro miraba y conversaba con nosotros el utilero Hernán Chamullo Ampuero. De pronto en el pasto de la cancha vi un cuerpo extraño, un animal que se movía acompasadamente y más allá otro igual haciendo lo mismo. ¡Ranas! Chamullo se dio cuenta, nos dijo: No hay que decir nada. Que no lo sepan los jugadores, porque eso los puede preocupar o distraer. Él se metió al área grande y con un palo comenzó a barrer a las ranas futbolistas. De seguro que muchas más habría por allí.

                El partido con el local Wilstermann terminó igualado sin goles. Un diario de Cochabamba tituló «Hubo un Huachiempate».

                Al día siguiente de regreso a Chile para esperar los partidos de vuelta...


miércoles, febrero 07, 2024

RECORDANDO A CARA'E'FUEGO

EL PRIMER TREN de pasajeros de Chile Caldera-Copiapó inaugurado en 1851.
(Foto captada en el campus universitario de Copiapó en 2006).

NOTA PREVIA: Este texto lo publiqué en mi otro blog hace unos años. En vista que está relacionado con el post que viene a continuación, lo he insertado aquí a modo de contexto.

                    En el hermoso puerto de Caldera visité el museo ferroviario local, emplazado en el bello edificio –hoy restaurado– de la primitiva estación terminal del ferrocarril a Copiapó. Sus tijerales interiores, su andén de madera son los mismos de aquello años de «la plata dulce» del mineral de Chañarcillo en el siglo XIX. Lo curioso del recinto es que tenía puertas que se cerraban cada vez que un tren ingresaba al lugar. Y la causa de tan curiosa práctica, dicen que era la carga que transportaba el tren: plata y oro.

                    El convoy de pasajeros entraba a la estación por una puerta paralela, de manera que no había ocasión para que algún viajero se tentara por recoger alguna muestra. De la bodega cerrada del lugar, el rico mineral iba a los buques a escasos cien metros de distancia, desde donde salía hacia mercados internacionales. Pero, esta es la parte histórica del viejo ferrocarril, vamos a la anécdota que todavía cuentan los vecinos de allí.

                    El dueño del tren –como empresa ferroviaria– era un norteamericano llamado William Wheelwright, quien luego de adquirir la máquina y los vagones en Philadelphia, Estados Unidos, construyó los poco más de 86 kilómetros que separan al puerto de la ciudad interior Copiapó. Y, ciertamente, edificó la primera estación ferroviaria de Sudamérica, la de Caldera.

                    ¡Gran inauguración gran, el 25 de diciembre de 1851!

                    Dicen que hubo tanto vino, bailes y fiestas ese mediodía, que el maquinista titular se emborrachó al punto que nadie estaba dispuesto a pasarle la locomotora bautizada «Copiapó o Copiapina» para el viaje inaugural. La prudencia aconsejó a don William, quien le pidió al segundo piloto, el irlandés norteamericano John O’Donovan, para que condujera el convoy. Este maquinista se ganó la titularidad de inmediato.

DETALLE INTERIOR DE LA COPIAPINA.

                    Aunque no hay fotos de O’Donovan, parece que el tipo era muy carismático y tanto en Caldera, en Copiapó, como en las estaciones intermedias tenía muchos amigos y, probablemente también admiradoras. La farándula de la época no dejó testimonios escritos si tuvo amantes en uno o todos los paraderos. Cantores populares le dedicaron poemas y payas.

                        El gringo O’Donovan, decíamos, era un tipo muy querido en todo el valle de Copiapó. Sobre el particular no tengo pruebas, pero tampoco dudas, como dicen ahora. Como tenía la cabeza y la barba color naranja, la gente que esperaba en los andenes y los viajeros lo apodaron cara'e'fuego. Acentuaba su aspecto colorín, el reflejo en su rostro de las llamas de la caldera, cuando «la Copiapó o la Copiapina» llegaba bufando a las estaciones o los paraderos. Es posible, –y éste es un añadido personal– que John O’Donovan haya sido consumidor moderado de whisky, no atribuido sarcásticamente a su origen irlandés sino como una forma de sobreviviencia en la dura y monótona rutina de Atacama, el desierto más seco del mundo. Me lo imagino con los riñones en la mano por las sacudidas del tren y aferrado a las palancas de mando de ese armatoste mecánico y chamuscado por el calor. No olvidemos que el maquinista provenía de la comodidad de la élite de Philadelphia.

                    Por el costo de su sacrificio –aunque más de algún placer debió haberse regalado–, salud amigo car'e'fuego.

UN TREN detenido en la estación de Monte Amargo, en el desierto de Atacama,
posterior al primer ferrocarril. Esta locomotora se llamaba 
«Matías Cousiño».


sábado, febrero 03, 2024

TODO LO QUE NOS PUEDE ENSEÑAR EL TREN

Texto y fotografías del profesor Juan Espinoza Pereira desde Copiapó.


                    De pronto una pregunta nos interpela. No importa quién la formule si un vecino, un amigo o un desconocido. Nos pone en movimiento para la búsqueda y/o elaboración de una respuesta lo cual trae como recompensa una toma de consciencia de la realidad que nos rodea. Es lo que me sucedió cuando el amigo Nelson me pregunta:
«Vi una foto en que un árbol cayó sobre la locomotora del tren Copiapó-Caldera. Yo vi ese tren exhibido en el campus de la Universidad local hace un par de años. Estaba muy bien tenido, limpio, impecable. ¿Podríamos saber qué harán los encargados de mantener esa reliquia?»

                    La respuesta pudo ser simple: un árbol cayó sobre la máquina a vapor y destruyó una parte de ella. No obstante, la pregunta impele a buscar información, recuerdos que se tuvieron al hacer uso de él, a recorrer nuevamente las trochas (angostas en el norte, anchas en el sur) y a refrescar conocimientos previos de este maravilloso medio de transporte, pero no sólo quedarse ahí, sino relacionarlo con la educación actual y cómo ésta puede utilizar el conocimiento para que los niños y niñas puedan significar su entorno y sus propias vidas.

                    ¿Por qué era importante construir un medio de locomoción, como el ferrocarril, ya en el siglo XIX? Al respecto se pueden dar una serie de respuestas, pero me detendré en algunas entregadas por diversos autores y otras que han sido fruto de largas conversaciones y lecturas con mi amigo Danilo Bruna en el Museo Regional de Atacama:

                    El país que se estaba construyendo a partir de 1818, tenía como base económica la agricultura del sur, y la actividad la minería industrial en el norte del país y, cuyos procesos productivos y la comercialización eran lentos, se requería dinamizarlos toda vez que el país requería divisas para su desarrollo y fortalecimiento de la nueva sociedad emergente. El ferrocarril permitió que las zonas alejadas unas de otras, se estrecharan con el intercambio de productos.

                    Permitió que las personas tuvieran la posibilidad de realizar viajes y conocer otras realidades, el medio de transporte estaba al alcance de todos quienes pudieran cancelar un boleto, para ello había carros de 1ra, 2da, 3ra y 4ta categoría; aunque también ya en sus inicios estaba presente la elusión de pago, a tal extremo que la contabilidad casi siempre tenía deltas financieros negativos, como podemos ver en el transporte público el no pagar es histórico.

                        El ferrocarril permitió a los viajantes ampliar su visión de la realidad, conocer otras localidades. Para ellos la cultura adquirió un nuevo significado, aparecieron nuevas formas de hablar, de vestirse, de comer; en suma, se empezó a construir realidades nuevas.

LA COPIAPINA en el campus de Copiapó. En la imagen de archivo, posan
los hijos del redactor de este texto.

                            
El Ferrocarril en Copiapó desde inicios de 1840 se venía gestando la idea de instalar un ferrocarril en Atacama, los vecinos y autoridades atacameñas escuchaban a los empresarios visitantes, desde el centro del país, lo incómodo que era recorrer grandes distancias para brindar un servicio, a modo de ejemplo se encuentran los comentarios y quejas que realizaba Juan Moat, un relojero que visitaba a sus clientes en las minas tanto para la venta de sus productos como para atender reparaciones; fue él quien presentó la idea de un ferrocarril a los empresarios y al Intendente Ventura (1845). En conjunto presentaron la idea al gobierno central. En 1850 se iniciaron las obras no sin contrapiés dado lo mayúscula que significaba la empresa y que el ilustre empresario Wheelwright logró cubrir los 81 kms. desde Caldera a Copiapó. Posteriormente las obras se extendieron hacia los centros mineros como Pabellón, San Antonio, Chañarcillo y Puquios, que en la época constituían grandes centros mineros.

                        Un ferrocarril más primitivo ya se había implementado en los grandes centros mineros del norte, pero caía bajo la categoría de “tren de sangre”, es decir, carros que eran arrastrados por animales. Hasta que llegó la primera locomotora a vapor se llamó La Copiapó/Copiapina, un tren que se movía por una trocha angosta, que se extendía por desierto inhóspito, que en algunos tramos con el tiempo se cubría con polvo sin dejar ver nada, a veces lluvioso provocando desazón entre sus pasajeros. En algunos libros se señala la anécdota de que el poeta Víctor Domingo Silva habría boceteado los primeros versos de su poema «Al Pie de la Bandera», mientras el tren estuvo detenido ahí varios días debido a un aluvión en la estación de Chañarcito (cerca de Pueblo Hundido y mientras él ejercía como diputado por la zona), precisamente porque la estación siempre tenía izada una bandera chilena.

                    La Copiapó/Copiapina aún existe y sus carros de antaño para el equipaje, y sus vagones de primera y segunda clase se encuentran en el campus de la Universidad de Atacama, donde muchas familias y turistas los visitan. En mi caso, mis hijos aprendieron la historia de Atacama, su paisaje y la minería subiéndose a la locomotora y recorriendo cada carro (adjunto foto que tiene 27 años). Lamentablemente un viento catabático (puelche para los sureños) y la tozudes del ser humano hicieron caer varios árboles y el más grande se precipitó sobre una parte de la Copiapó/Copiapina; digo tozudes ya que a los árboles no se le han de cortar sus raíces, aunque estas afloren hacia el exterior, sólo buscan humedad que no encuentran en las napas subterráneas por estar secas. Si el lector pudiera imaginar la cantidad de personas que la han visitado, desde simples turistas, químicos connotados, metalurgistas ingleses, franceses y alemanes para estudiar la calidad del fierro; si se pudiera cuantificar la cantidad de escritos acerca de la Primera Empresa de Ferrocarril de Sudamérica. Les adjunto un dibujo realizado por mi gran amigo Danilo Bruna, sobre la Copiapó/Copiapina que ilustró un congreso de Historia y Arqueología, al que concurrió una pléyade de intelectuales nacionales y del extranjero, dibujo que Danilo generosamente regalaba para los académicos que realizaban tesis magisteriales o doctorales, en congresos tanto nacionales como internacionales, así como al público asistente al Museo. En definitiva: natura atenta contra la creación humana.

DIBUJO ORIGINAL de Danilo Bruna.

                            El Ferrocarril en Penco. Sus orígenes también se pueden rastrear en el siglo XIX y los propósitos de su construcción obedecen a criterios económicos, en este caso la minería del carbón, la madera y el intercambio de productos agrícolas entre zonas. En la ruta desde Concepción a Penco con 25 kms., la trocha es ancha (1.68mts) y perteneció a la compañía Carbonífera Los Ríos de Curanilahue, siendo su primera concesión el 19 de agosto de 1885, llegando el 18 de febrero de 1904 hasta Cerro Verde.

                        Desde la salida de la estación de Concepción, el tren tenía como primera estación en el km. 1.4 llamada Pampa para continuar hasta el km. 8.2, estación Santa Ana para finalizar en la estación Playa Negra, a partir de ahí tomaba algunos ramales hasta la Refinería de Azúcar y Minas de Cerro Verde. Es importante señalar que se cierra un circuito del ferrocarril cuando se construye el ramal por el norte desde Tomé en 1915, así como también dos túneles que fueron construidos: Pingueral con 290 mts. y Punta de Parra con 259 mts. Para una más detallada historia del ferrocarril en Penco es imperioso revisar “La vida en penco en torno al ferrocarril,” del señor Jaime Robles Rivera, inserto en el Libro de Oro de la Historia de Penco.

                    Recuerdo que hace años llevé a mis hijos a visitar una Locomotora imponente, majestuosa, que estaba como monumento cerca de la estación, entonces, hicimos comparaciones de la locomotoras, una grande (Penco) y la otra más pequeña (Copiapó), visitamos el entorno y recorrimos la trocha ancha y lo difícil que resulta saltar de un riel al otro. Años después nos encontramos con la sorpresa que la locomotora había sido vandalizada por inescrupulosos, por quienes ciertos objetos no tienen significado ni le dan identidad (las no cosas diría Byung Chul Han). En definitiva: el ser humano atenta contra su propia identidad, atenta contra su matria.

                    El Ferrocarril y Educación. Cuánto se podría aprender si el ferrocarril fuera utilizado como una herramienta pedagógica para formar y educar a los estudiantes, lo hacía nuestra profesora de Educación Física en el Liceo de Penco en la década de los ’70, cuando nos hacía caminar por sobre los rieles desde el Liceo hasta la estación para luego volver trotando sin saltarse ningún durmiente, o lo que hacía el señor Salas (profesor de Historia), quien relataba la importancia de los medios de transporte, en este caso el ferrocarril, para luego entregarnos datos estadísticos sobre movimiento de carga por trenes a nivel regional y nos hacía interpretar datos. En las asignaturas de Física o Química, se puede utilizar como ejemplo, para contextualizar los contenidos de presión, trabajo, punto de ebullición, etc., poniendo como ejemplo las locomotoras que pasaban por Penco; en Historia se puede utilizar para estudiar el nacimiento de la ciudad de Penco, y cómo este medio de transporte permitió que la migración del campo a la ciudad se hiciera de manera más fácil, así como analizar el desarrollo económico en diferentes épocas de la comunidad pencona y alrededores.

                    Finalmente quiero agradecer la pregunta que me formuló Nelson, ya que me hizo recordar y escarbar en libros, documentos y muy en particular las extensas conversaciones e investigaciones que logre desarrollar con mi gran amigo Bruna en el Museo Regional de Atacama, una persona que sin ser profesional de las Ciencias Sociales, se formó en esta área gracias su incansable amor por el conocimiento, por Atacama y la Historia. Él puede hablar de Penco, Concepción, la Patagonia y de muchos otros lugares porque los estudiaba, pero también porque los visitaba. Una de nuestras últimas conversaciones que mantuvimos, antes de su jubilación, estaba relacionada con las comunidades lafkenches de Penco y la ribera del Andalién, así como de las minas de carbón, la fundición de cobre en Cerro Verde y las fábricas de ladrillos. Un homenaje para él y el agradecimiento a Nelson por su pregunta.

                    Desde Atacama soleada, un abrazo a los pencones.