lunes, octubre 14, 2024

EL MORRO ENTRE LA LÍNEA Y LA PLAYA PODRÍA LLAMARSE EL ESCORIAL

LA TERMOELÉCTRICA de la Refinería, cuyos restos se ven a la derecha y que ya no existen, generaba la escoria que creó el morro artificial junto a la playa de Penco, sector San Vicente.
                         Para producir azúcar blanca, la Refinería usaba agua y carbón. El agua se necesitaba para lavar la azúcar morena que llegaba del Perú en gránulos pegoteados dentro de sacos. Y el carbón servía para generar electricidad, con la que se movían mayormente los procesos, aunque también se empleaba el vapor como fuerza motriz. Para eso se quemaba carbón en cantidades en el edificio de la termoeléctrica. El combustible sólido provenía de la mina de Lirquén. O sea, el circuito de elementos para hacer funcionar la Refinería no abarcaba grandes distancias. El agua se obtenía en el tranque del fundo Coihueco. Sólo la materia prima venía de lejos, pero se desembarcaba en el muelle de calle Talcahuano, a tres cuadras de la fábrica. Casi como decir un servicio puerta a puerta.

                    La temoeléctrica –decíamos– consumía carbón, el que junto con el calor y sus gases dejaba material residual en el fondo de las calderas: cenizas y escoria. Este material se acumuluaba rápidamente. Por tanto había que retirarlo y depositarlo en otra parte. ¿Dónde? La dirección ejecutiva de la industria decidió «en la playa», donde la empresa poseía una propiedad. Al fin y al cabo era la norma que la industrias arrojaran sus desechos al mar. La preocupación ecológica no era tema en esos años. Afortunadamente para Penco, alguien en La Refinería a cargo de la eliminación de desechos, tuvo el celo de no arrojar la ceniza y la escoria más allá del espacio de la propiedad, que se abría entre la línea ferroviaria y el límite de la playa, evitando que el material cayera en la arena. Buen criterio tuvo esta persona, porque de lo contario habría cortado la continuidad de la franja de arena. Así en el sitio entre las calles San Vicente y Talcahuano, al otro lado de la linea comenzó a acumularse este material neutro. Con el paso de los años el volumen aumentó y se produjo una elevación con características de un morro. El material bien apisonado se convirtió en parte del paisaje.

                    Cuando el suministro eléctrico llegó con plenitud a la comuna, ya no fue necesario para la Refinería quemar carbón en su termoeléctrica. Entonces terminó también la tarea de llevar escoria que hubiera contribuido a acrecentar el morro. Y cuando la empresa CRAV cerró sus actividades en Penco en 1976, el escorial, cuyo espacio era propiedad de la Refinería, fue rematado. Y hoy sus dueños son particulares de Penco. Sus nuevos propietarios plantaron álamos y otras especies arbóreas. Y ahí está el ex morro, una elevación artificial, otro legado más de la ex Refinería, y que hoy –gracias a la nueva propiedad– transmite la idea de un pequeño parque junto al mar.

DOS ASPECTOS del antiguo escorial que hoy comunica el agradable rostro de un diminuto parque. 


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