Imaginamos esas noches de invierno en Penco. Con un frío que
calaba hasta el alma y bajo inclementes aguaceros se oía a un hombre solitario,
arropado con una pesada manta de lana y sombrero entonando la clásica letanía
nocturna de la colonia: “¡Ave María Purísima las dos de la madrugada han dado y lloviendo!”…
Así debieron ser aquellas noches lejanas, cuando nadie
andaba por las calles después de las diez de la noche. Sólo el sereno iba
caminando lentamente, atento a su reloj, para informar a voz en cuello el paso
de las horas y las condiciones atmosféricas imperantes. Este
oficio que también existía en España operaba en las colonias de
América, por cierto en Chile y seguramente por extensión en Penco.
La historia dice que los serenos iban premunidos de un farol
y un sable. Su primer propósito era vigilar las calles y arreglar el alumbrado
público consistente en lámparas con grasa animal. El sereno las encendía cuando se apagaban. Pero, en realidad su tarea era
todavía más importante que sólo ir anunciando las horas a medida que avanzaba
la noche. La Wikipedia dice lo siguiente acerca de este oficio:
“Sereno era el encargado de vigilar las calles y regular la
iluminación en horario nocturno; y, en algunos casos, de abrir las puertas.
Solía ir armado con una porra o chuzo, y usaba un silbato para dar la alarma en
caso necesario. Esta figura existió en España y en algunos países de
Sudamérica.
"Era obligación de los serenos recorrer continuamente las
calles de su demarcación, en los puntos que tenían designados guardarlas de
ladrones y malhechores, evitar las pendencias aun cuando fueran domésticas;
observar los incendios avisando inmediatamente, hacían que se recogieran
cuantas personas encontraren abandonadas en la calle; prestaban auxilio a las
que se lo pidieren y dispensaban su favor y servicios en las casas que los
necesitaren. En casos dados debían favorecerse unos a otros llamándose con
ciertas señales dadas por un silbato que llevaban a este efecto.
Un sereno español de comienzos del siglo XX, Wikipedia. |
Hasta ahí Wikipedia con un relato genérico sobre este
oficio colonial. Las noches de Penco de ese entonces --algunas apacibles, otras no tanto--, debieron conocer a
estos personajes que en principio vivían de las propinas de los vecinos, al parecer, y que más
tarde se institucionalizaron. Como la ciudad colonial pencona se levantaba
desde el estero hacia el sur, los serenos locales de esos años debieron caminar calle arriba por O’Higgins, bajar por
Membrillar, llegar hasta La Planchada, pasar por el frente de la casa del
gobernador, seguir por calle Penco y tomar Las Heras para proseguir un nocturno
circuito hasta que llegara el alba. Las calles coloniales tenían otros nombres.
No tenemos testimonios de que eso fuera así exactamente.
Pero, bastará plantearse que la necesidad de vigilancia nocturna en Penco exigió la presencia de estos personajes.
Así debió ser hasta que la seguridad se convirtió en una tema mayor hecho que
obligó a crear los primeros cuerpos de policías.
El canto de los serenos al parecer era el mismo en todas las ciudades de la colonia. ¿Pero en qué puntos de la ciudad se paraban a anunciar la hora? En Penco tal vez donde vivía menos gente, estos guardianes se hacían sentir sólo cuando pasaban frente a las ventanas de las casas importantes o en las esquinas. No tendría sentido entonar la hora en la oscuridad de un bosque al borde de la ciudad a menos que la cantinela les sirviera a ellos mismos para envalentonarse y alejar sus propios miedos.
El canto de los serenos al parecer era el mismo en todas las ciudades de la colonia. ¿Pero en qué puntos de la ciudad se paraban a anunciar la hora? En Penco tal vez donde vivía menos gente, estos guardianes se hacían sentir sólo cuando pasaban frente a las ventanas de las casas importantes o en las esquinas. No tendría sentido entonar la hora en la oscuridad de un bosque al borde de la ciudad a menos que la cantinela les sirviera a ellos mismos para envalentonarse y alejar sus propios miedos.
Gracias por el artículo, me encantó 😍
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