jueves, agosto 09, 2012

EL SILBATO DE LA REFINERÍA QUE YA NO ESTÁ

La flecha amarilla muestra el punto exacto donde se encontraba el silbato de la Refinería, que dejó de emitir su alarma a comienzo de la década de 1970. Sonaba por la presión del vapor. Marcaba las horas de entrada y salida de los turnos y en Año Nuevo rugía justo a la medianoche con una potencia extraordinaria hecho que permitía oír su letanía a varios kilómetros a la redonda. Fue un sonido distintivo en Penco por décadas.

Esta foto la guarda José Vergara, profesor de artes plásticas e hijo de refineros. Es lo único que queda de ese silbato. El autor de la instantánea no tenía la intención de incluir al silbato que apareció por pura casualidad. La foto muestra la gran cantidad de público sentado en la galería del Fortín, durante un entre tiempo de un partido de fútbol. Detrás de los asientos había un muro, más allá la calle O´Higgins y al otro lado de la calzada el muro de la refinería y todas sus instalaciones.

Algunos poetas frustrados que se inspiraban alentados por una copa de vino decían que el sonido del silbato semejaba al rugido de un dinosaurio herido, otros retrucaban diciendo que no era un rugido, que más bien eran un bramido. Los que quedaban meditando un rato antes de emitir su opinión, afirmaban que el silbato parecía el lamento sin respuesta de un barco perdido en una tormenta. Los giros poéticos no faltaban para tratar de describir la característica del sonido. El silbato era ronco, profundo, potente y se oía más fuerte o más débil dependiendo del viento. Si soplaba el norte, el sonido se iba para el lado de Concepción. En primavera con el fuerte viento sur, su presencia era vigorosa en todo Penco, Cerro Verde y Lirquén. Alguna vez oí a campesinos de Cieneguillas decir que ellos algunas veces escuchaban el pito de la refinería en medio del campo. Estamos hablando de más de catorce kilómetros de distancia.

Cuando la refinería se desmanteló para ser vendida como chatarra vieja, uno se preguntaba si sería posible rescatar el silbato y evitar que se fuera a una fundición para reciclaje. Pero, no está, alguien se lo llevó hace tiempo. Si se pudiera recuperar, a lo mejor podríamos volver a oírlo, rugiendo como un dinosaurio, bramando de rabia o alegría o pidiendo auxilio en una tormenta.

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