El túnel de Punta de Parra y la recreación de la línea férrea. |
Los ingenieros sabían que el único escollo para extender la
línea del tren de Penco a Tomé –y más allá– era Punta de Parra lugar donde un acantilado
interrumpía el suave nivel del borde costero. Esa roca granítica cortaba
la proyección natural de la playa como una muralla. Para un viaje a pie había que
remontar el cerro y dejarse caer al otro lado. Otra opción para llegar a la
playa vecina era hacerlo en bote. Pero, ninguna de las dos alternativas servía para el tren. Los ingenieros, por lo general, no comentaban sus planes en
público, igual como ocurre hoy. Así que no cabe dudas que en Penco, lo que se sabía era por boca de los carrilanos,
obreros encargados de construir y emparejar la superficie para tender las vías. Seguramente ellos escuchaban
a sus jefes en las faenas y cuando terminaban la jornada lo repetían como loros en las cantinas. Estos trabajadores de
pala y picota, en su simpleza, le contaban esta información de oídas a la gente curiosa y respondían sus preguntas hasta donde les era posible, incluso inventando.
Lo que sin mucha dificultad se podía deducir era que había que hacer un corte en la roca viva de Punta de Parra o perforar un túnel. A medida que pasaba el tiempo, los pencones y los lirqueninos por este lado y los tomecinos por el otro, apostaban porque finalmente se horadaría un agujero para la pasada del futuro tren. En Chile, país de montañas y cerros, decían, estamos acostumbrados a hacer túneles y citaban los pasadizos subterráneos que ya funcionaban con eficiencia en toda nuestra geografía.
Lo que sin mucha dificultad se podía deducir era que había que hacer un corte en la roca viva de Punta de Parra o perforar un túnel. A medida que pasaba el tiempo, los pencones y los lirqueninos por este lado y los tomecinos por el otro, apostaban porque finalmente se horadaría un agujero para la pasada del futuro tren. En Chile, país de montañas y cerros, decían, estamos acostumbrados a hacer túneles y citaban los pasadizos subterráneos que ya funcionaban con eficiencia en toda nuestra geografía.
RECORDANDO CON IMAGINACIÓN
Los
pencones ansiosos esperaban que por fin se hiciera el túnel para ir a
Tomé en forma más rápida y para experimentar esa sensación curiosa de cruzar un tramo oscuro de línea
bajo el cerro. No faltaban quienes sentían miedo anticipado y se juramentaban
que nunca intentarían ir por ese medio. Sólo a modo de conclusión intuimos –porque no tenemos testimonios– que tales pudieron ser los temas de
conversación de nuestros abuelos en Penco en los comienzos del siglo XX en relación con el tren.
Los primeros cálculos indicaron el número tentativo de tiros
de dinamita que habría que efectuar para vencer la roca y abrir el paso.
También se estimó, con bastante precisión, que el futuro pasadizo tendría una
longitud entre 250 y 300 metros. Como Punta de Parra tiene la forma de un
ángulo agudo de tierra firme entrando en el mar, para poder seguir la línea de la
costa, el túnel tendría que ser curvo. Esta condición haría que una vez
ingresado en él no se vería ni la salida ni la entrada, o sea, obscuridad completa. Y ésa resultó ser finalmente su característica.
Suponemos también que cuando comenzó su construcción la perforación
debió iniciarse por ambos lados –porque esa es una técnica que se emplea–, así que las cuadrillas deberían avanzar hasta encontrarse
exactamente en el centro. Mientras estas hacían lo suyo, trabajadores especializados
revestían con piedras y mortero la bóveda y otros construían las canaletas de
drenaje. La ingeniería seguía sus protocolos desarrollados y aprendidos en
anteriores proyectos de este tipo.
EL IMPULSO A LA ECONOMÍA QUE VINO DESPUÉS
Entre tanto, en Penco y en Lirquén, el vecindario seguía alerta
a los avances de esos trabajos preguntándose cuándo pasaría el primer tren en dirección a
Tomé. El tramo de unos 18 kilómetros entre ambas ciudades prometía continuar a
Chillán. Este proyecto ferroviario del estado debió generar muchas expectativas
por el sueño de una conexión directa de Penco con la capital de Ñuble y todo
el desarrollo económico que generaría. Sin embargo, fueron precisamente las
expectativas las que desencadenaron pugnas de intereses que entre tiras y
aflojas obligaron a modificar el trazado original de la línea ideado con la calculadora. Porque entró a tallar la política. Fueron esas discusiones soterradas las que dejaron fuera del
ferrocarril a Rafael, San Ignacio y Ránquil. En esta última localidad la gente quedó con los crespos hechos esperando el tren que nunca llegó. Para ellos no hubo
una explicación satisfactoria. Así, la estación correspondiente para Ránquil, por ejemplo, se edificó finalmente en
Ñipas en 1911. Sin más, la línea tampoco pasó por Rafael como se había
planificado, sino por Magdalena; excluyó además a San Ignacio. Fue un balde de
agua fría. Hubo muchos propietarios que anticipadamente se sobaron las manos por la plusvalía que favorecería a sus propiedades gracias al tren y que con frustración debieron comentar no sin una buena razón: “en todas partes se cuecen habas”.Ñipas despojó a Ránquil del derecho a línea ferroviaria a comienzos del siglo XX. Hoy le queda sólo la estación.(Foto de nuestro archivo). |
LA APERTURA DEL TÚNEL DEL TREN
El túnel de Punta de Parra fue finalmente inaugurado en 1914. Los trabajos quedaron excelentes, tanto así que más de cien años después sigue ahí. Sólo que ya hace tiempo los rieles fueron retirados y quedó sin mantenimiento. Este último aspecto se nota, expertos en prevención de riesgos han indicado que asomaron fisuras en el revestimiento, tal vez, por efecto de los terremotos.
Apelamos a nuestra imaginación y a la capacidad de
extrapolar para formamos una idea de cómo pudo ser la pasada por Penco del
primer tren de pasajeros proveniente de Chillán. Tanta gente vestida con sus
mejores trajes en este viaje inaugural. Cuántos comerciantes al menudeo trayendo
productos de los campos. Y en lo que al servicio de carga se refiere, el ferrocarril
dio un gran impulso a la economía de la zona.
Penco ya no fue el mismo a partir de 1916 cuando el tren
llegó a Tomé. En unos 30 minutos se podía ir entre ambos puntos. La unión con Ñuble
se produjo poco después. Los túneles fueron la solución a las barreras de
cerros para la extensión del ramal Concepción-Rucapequén. Y, visto desde Penco,
Punta de Parra dejó de ser la muralla infranqueable gracias al túnel que permitió
el enlace ferroviario hoy abandonado.
Una fantasía recreada de un tren saliendo del túnel de Punta de Parra. |
1 comentario:
Mi tatarabuelo participó de la construcción de ése túnel juntó a varios trabajadores de ferrocarriles ,mi tatarabuelo era maquinista su nombre Cabo Moreno
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