NOTA DE LA EDITORIAL. El siguiente texto, preparado por Juan Espinoza Pereira, pencón radicado en Copiapó, es una retrospectiva de las vivencias de un niño en una población de los cerros de Penco en la década de 1960. El relato en primera persona incluye emotivos recuerdos los que en forma de una crónica los comparte con nuestros lectores. Agradecemos su interesante colaboración.
1964, con los primeros pobladores realizando las mediciones de los sitios para la futura Población Juan Pérez Flores. |
LA POBLACIÓN JUAN PÉREZ FLORES DE PENCO
(Bajo la mirada de la
matriohistoria)
Por Juan Espinoza Pereira, Copiapó
Por este norte desconocido estamos
celebrando los 273 años de la ciudad de Copiapó, bajo un sol abrazador (08 de
diciembre) y recordando nuestro pueblo origen y sus ritos pencones, como por
ejemplo descansar bajo una parra cargada de uva listas para ser consumidas por
los próximos sureños que arribarán a nuestra casa para Navidad y Año Nuevo. Bajo
esta parra recordamos nuestras poblaciones, para mí la Juan Pérez Flores que nos cobijó por años y a través de este
escrito quiero rendir un sentido homenaje a quienes hicieron posible este gran
sueño de la casa propia allá por años
’60.
La
Población Juan Pérez Flores ─al
lado del Cementerio Parroquial de Penco─, ahí un grupo de niños jugábamos y
soñábamos mundos mejores; ahí mirando la bahía de Penco, el centro y los cerros
con casas que rodeaban a esa inmensa ciudad a nuestra vista pequeña desde unos de los cerros, una hermosa ciudad llena de secretos
y lugar obligado de visita para los fines de semana, en especial para el verano
y las fiestas.
Nuestra
población se gestó a partir del sueño allá por años ‘60 de un grupo de
soñadores loceros que habían emigrado de diferentes lugares: del campo (Guariligüe,
Treguaco, Coelemu, Florida, Arauco, Roa, Santa Rita), o de alguna caleta
(Tumbes, Tubul, isla Guarello); y quienes querían establecerse cerca de la fábrica que les daba el sustento.
Aquellas
personas que avecindaban en Penco venían colmadas de sueños de superación, por ejemplo, como vencer la pobreza del campo, ser alguien en la vida, olvidar las humillaciones vividas
en los fundos o, en casos más extremos, como vencer
el hambre. Ya se habían insertado en la empresa locera haciendo sanitarios,
azulejos, cajones para empacar las
exportaciones; otros, cargando sílice
para las lozas en general desde la isla Guarello; otros transportando los
productos del campo para la pulpería, etc. Estos pioneros querían tener la
casa propia y se atrevieron a dialogar con ese gran hombre filántropo pencón,
Juan Pérez Flores para pactar
la venta de un terreno para la población que albergaría a 40 familias loceras,
lo cual se concreta por allá en 1965.
Los pioneros demarcaron los sitios para la futura población, que en honor al
filántropo pasaría a llamarse Población Juan Pérez Flores.
Ya
en los años ’70, familias tuvieron el privilegio de construir sus propias casas, que
en la actualidad conservan la misma estructura; poco a poco fueron llegando las
familias: Parra, Roble, Escanilla, Cortés, Escobar, Oviedo, Retamal, entre otras.
¡Bravo por aquellos pioneros! Luego se pobló de niños y niñas que jugaban en el
cementerio, en los bosques del señor Roa, en la casa embrujada (actual
Corhabit); bañándose en la playa de Gente de Mar, en Cerro Verde Bajo y
como si fuera un viaje al extranjero: en la playa de
Lirquén.
La Población Juan Pérez Flores fue la cuna donde muchos que soñaron mirando la
ciudad desde la altura y que forjaron sus vidas que los llevó a unos a emigrar
y a otros a convertirse en obreros o profesionales y que aún viven en Penco; la
Tercera Ciudad más antigua de este Chile. Muchos la mirábamos desde lejos, pero
añorando las tardes de juego: las pichangas de fútbol, el paquito librador, el
caballito de bronce, la escondida, el quechi; o simplemente los cuentos de don
Pedro Escanilla, el acordeón de la familia Monroy, las peleas de cabros chicos.
Para ser sincero, el centro de Penco era visto como algo inalcanzable, se
miraba como un viaje al igual que ir a Concepción.
Fiesta de loceros en la década de los '80, en primera fila aparecen los primeros pobladores de la Juan Pérez Flores. |
Quienes
pertenecemos a la primera generación de la Población
Juan Pérez Flores fuimos testigos de la construcción de sus primeras
calles, sus veredas, los primeros cierres perimetrales, las mediaguas que
fueron reemplazadas por las casas, el acarreo de agua desde los pozos cercanos,
las casas alumbradas con velas o chonchones, los inviernos barrosos, los juegos
en el cementerios, los hippies limpiando el cementerio para noviembre, etc.
4 comentarios:
Muy buena crónica, lo mejor, la foto de la fiesta de los loceros, donde pude identificar a Don Luis Cortez quien se ubica de los primeros a mano izquierda, junto a su esposa, mi tía abuela, Raquel Pereira Muñoz, de la cual sólo se le alcanzan a ver las manos. Saludos
Linda historia como no recordar a esas familias,los vecinos que nos miraban,ahora entiendo porqué me sentía tan observada cuando vivía en la bahia penco, 😁😁😁
Mi abuelo Juan Perez Flores. ¿Filántropo?
Mi abuelo Juan Perez Flores. ¿Filántropo?
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