Una actividad cultural, un concurso de cuecas, en el estadio de la Refinería. (Foto tomada del Libro de Oro de la Historia de Penco, de V.H. Figueroa). |
En verano, dominaba ❶ la playa. Media población de Penco se
repartía desde la desembocadura del Andalién hasta La Cata. Las playas entre ambos puntos eran
aprovechadas a más no poder. En aquellos espacios abiertos se oía música de distinto género y procedencia. Se desplegaban toldillas multicolores y mujeres bellas se relajaban dorándose en la arena, una auténtica fiesta de temporada.
Otro punto de convocatoria fue ❷ la estación por la siempre atractiva pasada de los trenes de pasajeros. Muchas caras que mirar, muchos amigos que saludar y tanta gente que recibir
o despedir. La mayor novedad la aportaba el «chillanejo» o «ramal» el que desde Rucapequén bajaba hacia la costa con personas que abordaban en los más
escondidos paraderos intermedios. En Penco ─sin que fuera la estación terminal─ era donde bajaba la mayor cantidad
de viajeros, unos llegaban contentos, otros exhaustos. El convoy proseguía con sus
vagones casi vacíos a su destino en Concepción para reiniciar el
recorrido en sentido contrario al día siguiente a primera hora. La estación pencona estuvo bien concurrida de público cada noche a las 9 así lloviera o tronara.
❸ La plaza concentraba gente por sí sola en las tardes y en
las noches de primavera. La salida de las novenas de la parroquia local durante
noviembre era el inicio de caminatas interminables por las amplias vías peatonales
que rodeaban el centro coronado por una pileta. Era dar vueltas y vueltas a
paso quieto. Allí se encontraban los amigos, los jóvenes, los viejos, los parientes. Era la oportunidad para integrarse a grupos de conversación. Las
niñas penconas se lucían caminando juntas por ahí.
❹ El estadio de la Refinería en domingo de clásicos (Coquimbo
CRAV - Fanaloza) congregaba a centenares de aficionados los que se distribuían en sus
galerías que a modo de herradura rodeaban la cancha. Sin contar los que se apretujaban en los altos de la esquina de las calles O’Higgins con Membrillar. Desde el ángulo de esa elevación se
veían tres tercios del campo de juego y se escuchaban los gritos de gol o las rechiflas y las protestas contra arbitrajes considerados injustos. Los partidos se
desarrollaban en ese recinto vecino de la fábrica la que no detenía su
producción bufando y rechinando.
Los mismos protagonistas de las citas enunciadas más arriba curiosamente se volvían a encontrar, por ejemplo, en ❺ los cerros de Penco ya fuera buscando murtillas o en paseos de otoño. En los estrechos recovecos del fundo Coihueco se juntaban para recolectar las moras tardías del verano con las que se hacían mermeladas absolutamente locales si consideramos que la azúcar empleada también era pencona . En parte, querido lector, así interactuaba socialmente la comunidad local en los años 50'.
1 comentario:
Tremendo, el lugar más parecido al que tú comentas se encuentra justo al lado de las cabañas en Puerto Varas, no se si tú conozcas ¿?
Publicar un comentario