RASTROJO de sembrado con cero labranza en Chequén. / CARLOS CROVETTO (Q.E.P.D.) |
Caminábamos loma arriba a campo traviesa sobre el rastrojo, ya era bien avanzado el otoño. Carlos Crovetto a mi lado me preguntó «¿sientes la suavidad del suelo en cada pisada?». Cierto, como caminar por una alfombra. Bastaba prestar atención con todos los sentidos al estímulo que captaban nuestros pies protegidos con grueso calzado. Entonces uno se daba cuenta que de debajo provenía un sutil mensaje de vida emitido por la tierra. Recordé la novela de Olga Tokarczuk (1) donde ella dice: «Todo bullía bajo la hierba. Bajo la superficie de la tierra se percibía una vibración febril como si de un momento a otro fueran a explotar unos nervios subterráneos henchidos por el esfuerzo». Mi acompañante sonrió consciente de mi sorpresa. La diferencia se hizo aún más patente cuando tuvimos que caminar por el cascajo de un camino duro y compactado. Estábamos en «Chequén», su fundo cerca de Florida.
Exactamente detrás de la pregunta que me hizo de la sensación de las pisadas descansaba toda su filosofía. Carlos Crovetto, un enamorado más que ninguno, del suelo que sustenta la vida en el planeta. Él había leído toda la literatura científica sobre las características del sustrato, desde la química a la biología. Observó y estudió directamente el comportamiento del suelo, sus componentes y la vida animal y vegetal microscópica que se agitan en la masa terrosa. Fue así que puso en práctica una idea revolucionaria en el agro, producir sin roturar el suelo, sin interrumpir los procesos de la capa vivificante bajo sus pies: la agricultura con cero labranza. Esto es que no se usa arado de ningún tipo para sembrar, sino que se emplean equipos específicos para ese fin que no rajan el suelo. Desde ese fundamento intelectual y práctico desarrolló «Chequén» para transformarlo de medio natural bruto en un vergel productivo. La virtud de su empeño no sólo le produjo frutos, sino que el fundo mismo cambió del aspecto inculto original a una belleza paisajística con tranques artificiales, bosques, chacras y praderas...
Carlos Crovetto venía a Penco con frecuencia. De muy joven se interesó por el desarrollo de la granja Cosmito que impulsó Crav. Conoció y conversó mucho esas materias con el agrónomo austríaco Walter Zwillinger, por así llamarlo “padre del proyecto Cosmito” tan exitoso en sus años. Se empapó de esas ideas y conocimientos hasta que tuvo la oportunidad de ponerlos en práctica él mismo y su hermano en el fundo heredado de su padre.
Por su amor infinito al suelo, fuente de vida, difundió estas ideas en Latioamérica: Brasil, Uruguay, Argentina. En Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Francia y España. Escribió tres libros sobre el tema, traducidos al inglés y al francés. Publicó decenas de artículos técnicos y científicos en revistas especializadas nacionales e internacionales.
CARLOS CROVETTO en Chequén, 2015. |
«Tus espigas al viento
muestran la riqueza de la vida
y la pena de la muerte,
por qué tienes que zanjar
mi tierra para tenerte». (2)
Su mensaje llegó a miles de agricultores en todo el mundo acerca de la conveniencia de sombrar con cero labranza, sin roturar el suelo. También oyeron sus charlas productores del agro con los auditorios a capacidades completas, especialmente en Argentina. Carlos Crovetto es tema de un libro. Estas líneas sólo son un pálido reflejo de lo que fue su fecunda vida.
Las pocas veces (cada vez más escasas) que pude cruzar algún rastrojo de un campo cultivado con esa técnica y percibir mis pisadas, advierto la suavidad bajo mis pies, es el suelo vivificante, el sueño que acarició y cultivó Carlos Crovetto (1933-2022).
La siguiente es una galería de imágenes de «Chequén», su adorado campo de Florida obtenidas el 2015.
MANUEL SUÁREZ conversa con Carlos Crovetto en el fundo Chequén . |
ENTRADA A CHEQUÉN. Curiosamente un arco iris parece dar la bienvenida. |
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