Don Raúl Oliveros recuerda la actividad de la pescada seca. |
En la casa de los padres de don Raúl Oliveros habían
destinado una pieza amplia para almacenar el producto del trabajo familiar: la
pescada seca o merluza disecada. Este delicioso charqui de pescado llegó a ser
una pequeña industria en el sector Gente de Mar en Penco. Las familias de
pescadores de ahí hacían buen dinero procesando los peces que ellos mismos
capturaban en la bahía. Les iba bien.
Don Raúl Oliveros recuerda hoy que su familia se iba al
atardecer a pescar ya fuera en dirección a Playa Negra o hacia Punta de Parra.
“En la noche, luego de echar las redes al mar”, nos cuenta don Raúl con
chispeante sonrisa y buen humor, “llevábamos el bote hasta la orilla y
dormíamos en la playa a la salida del túnel del tren a la espera de tener suficiente
pescada para volver. De regreso, llegábamos remando a la playa de Gente de Mar con el
sol alto, principalmente en primavera. Era sacrificado”.
Una vez en la playa, los pescadores vendían peces a la gente
que los esperaba, pero parte importante de la faena de captura se procesaba de
la siguiente manera: a la pescada se le
retiraban las vísceras ahí mismo en la arena, se lavaban los filetes en el mar
y luego se tendían al sol, ya fuera en un sector de la playa o en los cercos de
alambre de púas dispuestos para este fin en el sector. Dos días de intenso sol
y aire marino y el producto estaba completamente deshidratado. Entonces, venía
la segunda fase del proceso, cada pescado seco se golpeaba con un martillo
contra una piedra, las carne rosada se tornaba blanca por efecto de los martillazos.
Esta faena era la más monótoma, pero daba resultados. Al poco rato, si
trabajaba toda la familia, las pescadas secas, lisas, blancas y estiradas
sumaban decenas. Por orden del padre de don Raúl, el producto se ordenaba en
fardos de cien merluzas y en una carretilla se llevan los fardos a casa y se
disponían en la pieza especialmente habilitada.
Al término del verano comenzaba la venta de los fardos de
pescada seca y el resultado era espectacular. Turistas de Santiago que
veraneaban en Penco aprovechaban de comprar dos cosas en la ciudad antes de
regresar a la capital: adquirían juegos de loza de Fanaloza y cientos de
pescada seca.
Pero, ¿cuál era el destino de este producto? Con pescada
seca se preparaban apetitosos caldillos muy reponedores al decir de los
entendidos, también era la base para un plato de charquicán, sin embargo, los
consuetudinarios parroquianos de la bodega de don Leopo afirmaban que una
pescada seca desmenuzada y consumida a media mañana era la fórmula imbatible
para llamar sed. El barrio de Gente de Mar fue la capital de la pescada seca.
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