Los barrios de Penco tenían identidad. Más aún, quienes pertenecían a uno de ellos
sentía a sus miembros como parte de su familia. La gente de los barrios no temía a la soledad. Se socorrían en los momentos malos y hacían causa común con el
afectado en algún trance. Del mismo modo, si había algo que
celebrar, la fiesta era de todos. Si se trataba de una exclusividad de comida, se repartían pequeñas porciones. Era común ver platos cubiertos por servilletas yendo de
aquí para allá, de allá para acá. Esos platos llevaban sopaipillas, empanadas fritas o
algún guiso especial preparado por una dueña de casa. La cantidad no era mucha, decíamos, porque este
intercambio o regalo era sólo “para probar”, como se decía entonces. La
generosidad recíproca entre los componentes del barrio fue una de sus
características más importantes.
No nos hemos referido al gran barrio, a ese que cubría mucha
superficie, sino al vecindario ahí donde se generaba este micro clima de amistad
y solidaridad. En estos vecindarios no había gente de mal vivir; por el
contrario si bien modestos, sus habitantes expresaban dignidad y frente en
alto. Gente trabajadora, empleados, obreros, artesanos, comerciantes,
emprendedores. Y los niños del barrio guardaban respeto por sus padres y se
sometían a una disciplina fuera de toda discusión.
La gente se visitaba en sus casas. Armaban reuniones informales, espontáneas para contarse historias. Compartían. El vecindario funcionaba bien, era un agrado vivir allí. Entre sus moradores había de todo: católicos, integrantes de sectas evangélicas, militantes de partidos políticos, candidatos a algún cargo de elección popular en la alcaldía, alcaldes y regidores (concejales). Se organizaban paseos en conjunto, etc.
La gente se visitaba en sus casas. Armaban reuniones informales, espontáneas para contarse historias. Compartían. El vecindario funcionaba bien, era un agrado vivir allí. Entre sus moradores había de todo: católicos, integrantes de sectas evangélicas, militantes de partidos políticos, candidatos a algún cargo de elección popular en la alcaldía, alcaldes y regidores (concejales). Se organizaban paseos en conjunto, etc.
Como en todo conglomerado humano estable había aquí
pololeos, noviazgos, fiestas de matrimonio,
bautizos y funerales. Eso sí, todos los
miembros del vecindario estaban al tanto de todo. Las noticias
buenas y malas corrían como empujadas por el viento.
Los barrios más conocidos: Playa Negra, el alto de
Villarrica, Gente de Mar, Membrillar, los zepelines (Lirquén), etc. Pero, los
micro barrios eran, por ejemplo, los pabellones, llamados de emergencia porque
se construyeron en 1940 luego del terremoto de Chillán y que tuvieron una vida
de treinta años (Freire esquina Alcázar). Lo cierto fue que de
emergencia tenían poco porque reunían las condiciones y los servicios básicos
para un buen vivir. Pues bien, los habitantes de ese micro barrio eran
creativos: tenían un club de fútbol (Atlético de don José Riquelme), hacían fiestas de la primavera con elección
de reina y rey feo. Como parte
de la naturaleza humana, los vecinos participaban tristes en velorios e iban al
cementerio a despedir a algunos de sus integrantes idos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario