Foto original del texto alemán, captada por I. Alvarado para Reuters. Escena registrada en Illapel. |
No hay otro país en América –como Chile– que registre tantos terremotos y de tan alta intensidad. Un fenómeno natural
que perdurará, debido a la colisión de las placas tectónicas que se rozan bajo el Pacífico. Un terremoto de magnitud 8,3 en la escala de Richter sacudió
este 16 de septiembre a Chile y sus países vecinos dejando al menos 13 muertos
y desatando un tsunami con olas de hasta cuatro metros que inundaron
localidades costeras y obligaron a evacuar a miles de personas.
El movimiento telúrico duró cerca de
cuatro minutos y se convirtió en el quinto terremoto más potente en la historia
del país, ubicado en la zona altamente sísmica del "Cinturón de
Fuego" del Pacífico.
Chile es, literalmente, un país en
movimiento. Desde 1730 los institutos internacionales de sismología cuentan
casi 30 terremotos con una intensidad cercana o superior a los 7,0 grados.
“Nada anormal en la región”, dice a DW el sismólogo Karl Koch, del Instituto
Federal para Ciencias Geológicas y Materias Primas (BGR), con sede en Hannover.
Colisión de fuerzas
“No en vano”, recuerda el científico alemán, “en Chile
se produjo el terremoto más fuerte de todos los tiempos (del que se tiene
registro) en el mundo, el de 1960 en Valdivia, que con una magnitud de 9,5 dejó
1.655 muertos. El terremoto del miércoles 16 de septiembre “también fue
provocado por el movimiento de las placas tectónicas que chocan frente a la
costa de Chile”, agrega Koch, quien explica que el suelo del Océano Pacífico
ejerce tanta presión sobre el continente que se desliza bajo éste, unas veces
más suave, otras más fuertemente.
Gracias al berlinés Alfred Wegener, y su “teoría de la
deriva continental”, el mundo puede entender hoy mejor por qué la Tierra se
mueve. Este geólogo alemán descubrió que la Tierra no es una capa rígida sino
que se compone de placas tectónicas que se mueven en una u otra dirección.
Todos los países americanos con costas en el Pacífico experimentan, en mayor o
menor grado, la actividad del llamado “cinturón de fuego”, una línea submarina
a lo largo de la cual varias fuerzas tectónicas contrarias ejercen presión que
se manifiesta en erupciones de lava y fuego o terremotos.
Frente a las costas de Chile y el resto de América
Latina es importante el hecho de que “la Placa Suramericana y su contraria, la
Placa del Pacífico, se mueven a una velocidad de 6 a 8 centímetros, por año”,
apunta Koch, para quien una de las claves de la magnitud de los terremotos
depende justamente de la “velocidad relativa” con la que estas placas chocan.
América viene de África y va rumbo a Asia
“En resumen, Suramérica se desplaza hacia occidente unos
8 centímetros, cada año”, calcula el sismólogo Karl Koch, del BGR, una
dependencia del ministerio alemán de Economía y Energía. Una cifra nada
despreciable si se tiene en cuenta que cada siglo el continente americano se
acerca a Asia en unos 8 metros.
Una muestra: sólo el terremoto de 2010, de magnitud 8,8
desplazó la ciudad de Concepción y otras poblaciones casi tres metros hacia el
oeste, según el Instituto Geodésico alemán. También Santiago de Chile se corrió
30 centímetros en la misma dirección, Buenos Aires lo hizo en 2 centímetros y
medio, así como las Islas Malvinas y varias ciudades costeras de Brasil también
cambiaron su lugar en dirección oeste.
Un viaje que no se a va a detener y que va a durar
millones de años. Así como el alejamiento de América del Sur de África ha
tomado su tiempo. “Como el terremoto de 1730, la tierra bajo América del Sur
mantendrá su dinámica natural de alta y fuerte actividad sísmica”, concluye Koch.
Hoy podemos predecir el tiempo y hasta el paso de un
cometa, pero no un temblor o ni un terremoto. Aún así, el sismólogo Karl Koch
parte del cálculo de que un terremoto como el que sacudió a Chile en 1960 es
muy probable que se dé una sola vez en 100 años.
Karl Koch reconoce, por último, que, en efecto,
conocemos probablemente más el espacio que el propio corazón de la Tierra, por
una razón: “Los fenómenos espaciales son más fáciles de medir por que tienen lugar ante nuestra vista, mientras la Tierra sigue siendo, en buena parte,
impenetrable”.
El terremoto más
fuerte
El mayor terremoto de la historia se produjo en Chile, como decíamos el 22 de mayo de
1960, con un 9,5 en la llamada escala sismológica de Richter. El último
terremoto de magnitud similar en la región alcanzó los 8,8 grados y sucedió el
27 de febrero de 2010.
En los Andes, los terremotos de naturaleza tectónica son
algo frecuente: constituyen el 90 por ciento de todos los sismos que allí se
suceden. Se trata del tipo de terremoto más peligroso y de mayor alcance. Su
causa son choques de las placas terrestres entre sí.
Otros tipos de terremotos son, por ejemplo, los de
derrumbe, causados por la destrucción de cuevas, o los terremotos volcánicos,
que son consecuencia de la erupción de un volcán. En estos casos, según la
sismología, su alcance es marcadamente menor. En cambio los sismos más
recientes en Chile, la fuerza que los provocó nació en las capas interiores de
la Tierra.
En continuo movimiento
El manto, la capa de la Tierra que se encuentra entre la
corteza y el núcleo, está constituido por varios elementos: un par de placas
oceánicas gigantescas, y varias placas continentales más pequeñas. Estas se
mueven cada año unos centímetros: a veces se alejan las unas de las otras, o se
aproximan, o incluso se empujan. Así se va moviendo el continente en la
superficie. A esta dinámica se le conoce como tectónica de placas.
El movimiento está impulsado por el flujo de roca en las
profundidades de la Tierra. En este punto del planeta se alcanzan temperaturas
de cerca de 5.000 grados centígrados. En comparación a la temperatura media de
0 grados que hay en la superficie, se trata de un cambio de temperatura enorme,
y esto provoca diferencias de densidad en la roca, según explica Rainer Kind,
del Centro de Investigación Geológica de Postdam en entrevista con DW.
“La roca caliente va hacia arriba, mientras que la roca
fría va hacia abajo. Esta dinámica en el interior de la Tierra es responsable
también del continuo movimiento de las placas de la superficie, las placas
continentales”, dice el sismólogo.
Una central de calor que nunca se apaga
La Tierra podría considerarse, según el experto, como
una central de calor constantemente activa. A través del flujo de movimiento en
sus profundidades se forman en su superficie nuevas montañas, se provocan
erupciones volcánicas, y también se causan terremotos cuando las placas chocan
entre sí.
Los Andes, de hecho, no están ahí desde hace mucho
tiempo – visto desde el punto de vista de la edad de la Tierra, claro-. Hace
unos 150 millones de años, la placa oceánica Nazca chocó contra la placa
continental sudamericana, y así comenzó a elevarse la roca caliente.
Tras ello, pasaron varios millones de años hasta que las
montañas alcanzaron su actual altitud, pero en realidad todavía no han llegado
a su límite: la placa oceánica todavía se encuentra por debajo del continente,
lo que significa que las montañas seguirán creciendo – y también seguirá
habiendo terremotos a menudo.
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