Mario Lorca, extraordinario goleador chileno, se vino de Santiago a Penco para jugar por Fanaloza.
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Un domingo por allá por 1957 en el estadio de la
refinería, en medio de la disputa de una fecha del Campeonato Regional de
Fútbol, en la que se enfrentaban el local Fanaloza y Caupolicán, de
Chiguayante, comenzó a correr el rumor que el club locero adquiriría a la
estrella del balompié chileno, el viñamarino René Meléndez. El delantero de
Everton vendría a integrar la línea ofensiva del equipo de la camiseta cruzada
pencona. Se decía que las gestiones de la directiva locera, encabezada por uno
de los hermanos Díaz, estaban listas y que Meléndez vendría a la brevedad a
exhibir sus habilidades deportivas.Sin embargo, el domingo siguiente, en el
mismo recinto futbolero, el rumor se diluyó porque en reemplazo de
Meléndez llegaba el ex Unión Española, Mario Lorca, también famoso goleador
integrante de la selección chilena entre 1950 y 1952. Lorca con su fútbol de
primera clase le subió el pelo a Fanaloza, un club animador de la competencia
regional. Su nombre se unía a Pedro Flores, Gustavo Piturra y otros valores
nacionales que llegaban a la zona atraídos por el prestigio de los clubes. El
único inconveniente --que se podía pasar por alto-- era que las canchas de
entonces no tenían pasto. La exquisitez del césped estaba reservada al
estadio nacional y otros recintos santiaguinos. Sin embargo, a modo de bálsamo,
las canchas de suelo desnudo tenían una ventaja para los arqueros o los
servidores de tiros libres. Con sus manos ellos podían hacer pequeños
montículos para instalar la pelota y facilitar así la ejecución del
disparo. Valga esto como un consuelo.
Sin duda, Fanaloza
hizo un desembolso grande para traer a Mario Lorca a Penco. Aquí el astro
goleador tuvo su domicilio en una hermosa casa ubicada en la calle San Vicente
con línea férrea. Estaba recostada hacia el cerro con una espectacular vista de
la bahía. El costo que representó para el club tuvo su repercusión en la
cultura popular de la fábrica de loza. Por ejemplo, en la sección molinos se
necesitaba agregar un nuevo trapiche, esos equipos necesarios para
reducir las piedras de cuarzo a gránulos o a partículas diminutas. El
trapiche funcionó bien, pero la inversión fue enorme. Por eso los trabajadores
le pusieron el sobrenombre de "trapiche Lorca", mucha plata para los
resultados.
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