Calle Alcázar, Penco (2008). |
Las mochilas tan comunes hoy, entonces no se conocían. La
gente que tenía recursos empleaba bolsos y maletas para llevar sus especies y
ropas cuando se trataba de viajar, de ir a otra parte. Pero, en Penco había
personas dejadas de la mano de Dios que no tenían en qué transportar sus
pertenencias básicas enfrentados a la necesidad de trasladarse a otra parte. A falta de bolsos, usaban bolsas blancas quintaleras, fabricadas con
tela de algodón. Y los viajes de esta gente no se realizaban en medios de
transporte, iban simplemente a pie. Eran caminantes.
¿Quiénes eran estos caminantes que iban cerro arriba y cerro
abajo con una bolsa semi llena en la mano? Eran trabajadores agrícolas
temporeros, hombres sin entrenamiento ni especialización, gañanes que sólo sabían usar
una pala, un azadón, un rastrillo, un hacha o una horqueta. Iban por los fundos del
sector de Primer Agua golpeando puertas y pidiendo trabajo. Afortunadamente en aquellos lugares
siempre había ocupación para ellos, a veces sólo por la comida y el alojamiento
y algo para una caña de vino.
¿Pero, qué llevaban estos trabajadores informales en esas bolsas
blancas y sucias que cargaban al hombro en esas largas caminatas? La
pregunta se la hice a una de estas personas. Me dijo que llevaba sus cosas: un
chaleco de lana, dos pares de calcetines, una camisa, dos calzoncillos, una
camiseta, una pechera para trabajar y tres pañuelos de tela. “Aquí llevo todos mis monos”,
recuerdo claramente que me respondió. Los monos eran sus ropas, sus únicas
pertenencias. Yo le dije: “o sea, esa es la bolsa de los monitos?”. Su
respuesta fue una franca sonrisa. Era común toparse con estos trabajadores aventureros
en los caminos rurales de Penco. Iban “a la buena de Dios” a probar suerte en alguna parte, a dormir
donde les fuera posible, ya en el bosque, ya en un troj acurrucados entre la paja de
trigo como única frazada.
Camino rural en los altos de Penco. |
Cuando regresaban donde sus familiares después de su
temporada en el campo “la bolsa de los monitos” incluía sorpresas: un paquete
de harina tostada, digüeñes silvestres, nalcas o un conejo descuerado listo
para echarlo a asar. Nunca con las manos vacías.
1 comentario:
Adoro los blogs con estas historias, felicitaciones :D
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