La Fontana di Trevi, Roma, julio de 2016, atestada de turistas provenientes de todo el mundo. |
Cuando poco tiempo antes le había preguntado en Santiago a un amigo
italiano sobre ese lugar, me dijo “hace muchos años que no voy, pero recuerdo
que estaba en el campo”. Y comprobé que no es tan distinto; unas lomas al otro
lado de la avenida daban el aspecto de un terreno semi urbano. Fue lo que vi cuando salí
de la estación y ahí mismo me encontré con el frontis del recinto: “Cinecittà”,
¡qué emoción! Si hace sólo un par de décadas por esas mismas puertas pasaban personajes de este calibre: Gregory Peck, Ava Gardner, Audrey Hepburn,
Frank Sinatra, Kirk Douglas, Liz Taylor, Richard Burton, Clint Eastwood, Monica
Vitti, Katherine Spaak, Vittorio Gassman, Adriano Celentano y directores como Federico Fellini, Luchino Visconti,
Vittorio De Sica, Michelangelo Antonioni, Roberto Rossellini, Robert Wise, Joseph Mankiewicz, William Wyler, Francis Ford
Coppola o Martin Scorsese. Por citar unos cuantos.
Y ahí estaba yo a punto de entrar, en mi porfía por conocer y desentrañar esa personal insignificancia que me rondaba… Luego de pagar cinco euros ingresamos en compañía de mi hijo. Se abrió ante mis ojos un amplio parque enrejado con prados, flores, estatuas, senderos de cascajos y pinos “piñoneros”, clásicos del paisaje romano. Ese espacio donde estaba parado lo inauguró el dictador Benito Mussolini, “Il Ducce”, en 1937 y él fue quien puso la primera piedra un año antes. Al fin y al cabo el cine fue uno de los principales medios de la propaganda fascista, y en Cinecittá se rodaron 17 películas de ese tipo. Mussolini tiene que haber sido un tipo muy metiche porque en unas imágenes lo muestran haciendo el papel de camarógrafo para una de las producciones proselitistas.
Audrey Hepburn y Gregory Peck en 'Vacaciones en Roma', rodada en Cinecittà en 1953. |
Y ahí estaba yo a punto de entrar, en mi porfía por conocer y desentrañar esa personal insignificancia que me rondaba… Luego de pagar cinco euros ingresamos en compañía de mi hijo. Se abrió ante mis ojos un amplio parque enrejado con prados, flores, estatuas, senderos de cascajos y pinos “piñoneros”, clásicos del paisaje romano. Ese espacio donde estaba parado lo inauguró el dictador Benito Mussolini, “Il Ducce”, en 1937 y él fue quien puso la primera piedra un año antes. Al fin y al cabo el cine fue uno de los principales medios de la propaganda fascista, y en Cinecittá se rodaron 17 películas de ese tipo. Mussolini tiene que haber sido un tipo muy metiche porque en unas imágenes lo muestran haciendo el papel de camarógrafo para una de las producciones proselitistas.
Sofía Loren llegó a Cinecittà en los 50 para un rol secundario. La foto es parte de una escena de la película "Ayer, Hoy y Mañana", de Vittorio de Sica en 1963. |
La circunstancia de la Segunda Guerra Mundial convirtió a ese parque en un campo de concentración para opositores al fascismo. Los nazis expoliaron los estudios, se llevaron 16 vagones de ferrocarril con estatuas, elementos de escenografías, cámaras de cine, etc. Y en vísperas de la rendición, como si hubiera sido poco, los aliados bombardearon el lugar a discreción. Terminada la guerra, Cinecittà se recuperó rápidamente con el apoyo del gobierno italiano. Sin embargo, fue durante la década del 50 en que inició la producción de obras inmortales: se realizaron más de 3.000 películas de las cuales 90 obtuvieron la nominación al Oscar y 47 lo ganaron: desde superproducciones como ¿Quo Vadis?, Ben Hur (con su récord de 11 estatuillas) y Cleopatra. Y más…
Esos estudios representaron
la industria cinematográfica más
importante de Europa, un “país de las maravillas” de más de 40 mil metros
cuadrados donde durante 70 años nacieron aquellas obras más notables del cine italiano y mundial. La historia llamó a esos estudios “la fábrica de sueños", pero también fueron una fábrica de dinero. Precisamente recordé hace muchos años haber leído una afirmación de
Fellini, el extraordinario director para referirse a Cinecittà: “La han definido como la fábrica de sueños: banal, pero cierto… Para mí, es el vacío cósmico
que precedió al Big Bang".
Resolver dónde estaba la conexión entre Cinecittà y Penco era cosa de comprobar el impacto de esas grandes
producciones, esas
películas increíbles que vimos en el telón del teatro de la Refinería. En aquellos años fue un regalo a los sentidos el desempeño de actrices y actores. Y qué decir del valor agregado de escenarios,
caracterizaciones, música y tramas fruto de trabajos maestros realizados por artistas audiovisuales
anteriores a la televisión.
Sin embargo, durante mi
visita reinaba el silencio interrumpido por el ocasional susurro del viento
en los añosos “piñoneros”. Me sobrevino una sensación parecida a cuando uno ha
llegado tarde a una fiesta, cuando nos damos cuenta que los invitados
importantes ya se han retirado. El espacio está ahí, claro, pero sólo quedan los mozos
retirando las mesas y las sillas. Y leo, precisamente, que el estado italiano venderá Cinecittà para un proyecto inmobiliario, no sin oposición y protestas…
Camino por el sendero de cascajos que me conduce a uno de los tres estudios abiertos para las visitas. En el primero hay dos pantallas donde se ven escenas de la historia presentadas como GIF: Mussolini, rodeado de militares adeptos, colocando la primera piedra, cortando la cinta, filmando, riendo, aplaudiendo. Bueno, no en vano, el propósito era equilibrar la industria cinematográfica europea frente al pujante Hollywood en Norteamérica. Y los italianos lo consiguieron.
Camino por el sendero de cascajos que me conduce a uno de los tres estudios abiertos para las visitas. En el primero hay dos pantallas donde se ven escenas de la historia presentadas como GIF: Mussolini, rodeado de militares adeptos, colocando la primera piedra, cortando la cinta, filmando, riendo, aplaudiendo. Bueno, no en vano, el propósito era equilibrar la industria cinematográfica europea frente al pujante Hollywood en Norteamérica. Y los italianos lo consiguieron.
En otros pasadizos oscuros
están los vestuarios donde se exhiben tras vidrieras el provocativo vestido negro que Anita Eckberg empapó en la Fontana di Trevi, en La Dolce Vita; el que resaltó las formas de Elizabeth Taylor en
Cleopatra; armamentos antiguos utilizados en ¿Quo Vadis?, yelmos de Ben Hur.
Y ahí se justifican nuevamente las conexiones entre esa poderosa industria de sueños y aquellos estados de trance en que nos sumergíamos viendo esas películas en las butacas o escaños del teatro de la Refinería. Así continuó mi recorrido por las distintas salas de la muestra. Poco público, ningún anfitrión a quien hacerle preguntas. En los extramuros de Roma, yo seguía invadido de un sentimiento de soledad, de una inevitable nostalgia, de estar viviendo hoy un tiempo plano, tan distinto de aquel, rutilante de luces y estrellas. Porque deben ser muy pocos los que se acuerdan de ese sublime encanto que sorprendió a millones de personas en el mundo. Y en lo que se refiere a nosotros, si ni siquiera existe el teatro de la Refinería donde la magia del cine hechizaba a la gente de Penco y Lirquén.
Cuando recorremos el tercer estudio, donde están muestras de las producciones de los spaghetti westerns, finaliza el paseo. A la salida, pero siempre dentro del espacio de Cinecittà, hay un agradable café para conversar sobre la experiencia de la visita y al lado, existe una tienda de merchandising: llaveros, gorros, poleras, tazones, etc.
Con mi hijo abandonamos el
recinto a las 7 de la tarde. Decíamos que la estación de metro está a dos pasos del
frontis en la vía Tuscolana. En 30 minutos de viaje estamos de regreso en el centro de
Roma, donde el bullicio de la ciudad nos rodea y nos inunda. Allá en el campo, en las
afueras de la capital italiana quedó el museo de Cinecittà con sus sueños del
pasado chispeante y su remota pero importante vinculación con Penco de aquellos años.
Y ahí se justifican nuevamente las conexiones entre esa poderosa industria de sueños y aquellos estados de trance en que nos sumergíamos viendo esas películas en las butacas o escaños del teatro de la Refinería. Así continuó mi recorrido por las distintas salas de la muestra. Poco público, ningún anfitrión a quien hacerle preguntas. En los extramuros de Roma, yo seguía invadido de un sentimiento de soledad, de una inevitable nostalgia, de estar viviendo hoy un tiempo plano, tan distinto de aquel, rutilante de luces y estrellas. Porque deben ser muy pocos los que se acuerdan de ese sublime encanto que sorprendió a millones de personas en el mundo. Y en lo que se refiere a nosotros, si ni siquiera existe el teatro de la Refinería donde la magia del cine hechizaba a la gente de Penco y Lirquén.
Cuando recorremos el tercer estudio, donde están muestras de las producciones de los spaghetti westerns, finaliza el paseo. A la salida, pero siempre dentro del espacio de Cinecittà, hay un agradable café para conversar sobre la experiencia de la visita y al lado, existe una tienda de merchandising: llaveros, gorros, poleras, tazones, etc.
La estatua de la Venusia de la película "Casanova", de Federico Fellini (1976) que fue rodada íntegramente en los estudios de Cinecittá. |
Una vista interior del parque de Cinecittà (julio 2016). |
El autor de este post en el museo del cine italiano. (Foto captada por Nelson Palma jr.) |
1 comentario:
¡Excelente! Magnífica la crónica que ofrece una nostálgica y tierna mixtura del cine de pueblo, en ese entonces Penco, con evocación de
l filme "Cinema Paradiso", y el Hollywood italiano, clave del neorrealismo cinematográfico de la península europea que reivindicó la expresión artística audiovisual donde se dio la luz a innumerables bellas obras del séptimo arte. Muchas gracias, amigo Nelson.
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