La bella manzanilla. (Foto tomada de Wikipedia). |
Las
casas de la esquina de Membrillar con Cruz en Penco se iban sumergiendo de a
poco bajo la maleza que crecía a placer ese tórrido verano de 1952. Las lluvias
sorpresivas y esporádicas de la estación aumentaban la fuerza de la hierba que
surgía desatada por todas partes. Las veredas sin pavimento de entonces se convertían en
sendas inundadas del pasto que alcanzaba considerable altura. Pasar por allí
significaba avanzar abriéndose camino. Flores de todos los tipos, tamaños,
colores y olores adornaban el tono verde turquesa de la maleza discrecional.
Un día de ese verano íbamos con mi tía Ana caminando hacia
nuestra casa, situada en el sector. De pronto ella se detuvo y me habló
sorprendida, como si hubiera descubierto algo que estaba allí y en lo que no había reparado. «¡Qué linda la manzanilla, voy a recoger algunas plantas». Y
así lo hizo, yo vi cómo ella cortaba las pequeñas flores confundidas entre la
maleza. Cuando hubo armado un pequeño ramo en su mano, seguimos nuestro camino…
Un par de días después, yo volví solo por mi cuenta al
lugar, apenas a unos pasos de la puerta de la reja donde vivíamos. Y ahí
estaban las flores del pasto crecido entre la vereda y los muros y los cercos
visitadas por decenas de insectos. Las abejas dominaban con su zumbido
característico. Me abrí paso y avancé hasta alcanzar las flores más bonitas y
armé un gran ramo de «manzanillas» que me llevé orondo a casa.
Mi tía al verme con las flores, me sonrió y ─para no frustrar mi entusiasmo─ me dijo
quietamente, con su voz suave y dulce: «esto no es manzanilla, es manzanillón». Y me explicó que mi
aporte no servía para una infusión sedante recomendable para aliviar retorcijones de tripas. Fíjate, me dijo, que estas flores son más grandes y su olor no es
suave como la manzanilla y arrojó mi ramo oloroso en un rincón del patio destinado a tierra vegetal.
Ejemplares de manzanillón, cuyas flores son más vistosas que las de la manzanilla. |
Pues bien, las flores entre ambas hierbas tienen un gran
parecido, pueden confundir a cualquiera. Una infusión de manzanillón provoca contracciones a las embarazadas causando riesgos de aborto, así que mucho cuidado
con las agüitas perras de esa hierba. A mi juicio, la diferencia más clara es
el olor, el manzanillón tiende a ser hediondo. Y qué decir de esos años, la
calle Membrillar era un vergel de manzanilla y manzanillón, sólo que había que
ser experto para evitar el error al recolectar la hierba adecuada, de gracioso
aroma y efecto sedante.
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