Foto tomada de canal 2 de tv de San Antonio, V Región. |
Cada
vez son más frecuentes las alertas de la Armada sobre marejadas en nuestras
costas. Sin embargo, en Penco, Lirquén y Tomé estamos libres --relativamente-- de estos fenómenos
oceánicos que se manifiestan en el violento azote de las playas por olas de gran
tamaño. No es que en la bahía no haya oleaje fuerte, simplemente son mucho más atenuados que en la costa desprotegida. ¡Qué decir de Talcahuano donde el mar apenas se riza! En tal sentido la bahía de
Concepción está más o menos resguardada, salvo de los tsunamis. En esos casos, un mar caótico inunda grandes espacios tierra adentro minutos después de un terremoto que reúna las características para generar estas temidas salidas. Lo sabemos como sabemos también que estas manifestaciones de la Naturaleza, los maremotos, seguirán
ocurriendo. Los tsunamis tienden a pasar rápido, después de la destrucción la tranquilidad vuelve de a poco interrumpida por las réplicas.
Las marejadas a las que nos referimos, sin embargo, duran varios días. Son comunes las imágenes de personas mojadas por allegarse demasiado a la orilla. Oímos también de otros menos afortunados que son arrastrados por el mar. Paseos y costaneras resultan destruidos por los impactos de estas olas. Pero, de lejos, constituyen un espectáculo.
Las marejadas a las que nos referimos, sin embargo, duran varios días. Son comunes las imágenes de personas mojadas por allegarse demasiado a la orilla. Oímos también de otros menos afortunados que son arrastrados por el mar. Paseos y costaneras resultan destruidos por los impactos de estas olas. Pero, de lejos, constituyen un espectáculo.
Foto tomada de "Publimetro". |
En
nuestros tiempos veíamos estas marejadas a la distancia. En la punta de
Cocholgüe, unos 20 kilómetros al norte en línea recta desde la playa de Penco,
se observaban estos golpes de mar. Era cosa de mirar a pleno día con
atención como grandes masas de agua blanca se encumbraban por los aires alcanzando
tal vez 20 ó 30 metros de altura. Así morían las grandes olas luego de estrellarse contra los roqueríos. Estas explosiones de espuma y
lluvia se repetían constantemente. Podíamos estar un largo rato mirando el
dele-que-suene de las marejadas allá a lo lejos. Dependiendo del sentido del viento y del punto
de procedencia de las olas, el fenómeno también se manifestaba en la punta
norte de la isla Quiriquina, aunque con menos frecuencia. En cambio, los
acantilados de punta Cocholgüe eran la pantalla donde podíamos ver como chispazos las
marejadas desde Penco.
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