Que Huachipato haya logrado convertirse en campeón del fútbol chileno en 1974, con su DT Pedro Morales, y la proyección internacional inmediata que eso significaba al quedar listo para disputar la Copa Libertadores de América creó una serio problema para los dos diarios de Concepción de la época: cómo financiar los viajes al exterior de sus reporteros para acompañar y cubrir las noticias del campeón. Las gerencias de El Sur y El Diario Color no sin preocupación comenzaron a sacar cuentas. ¿Cómo se las arreglarían si los acereros avanzaban en las eliminatorias?, ¿podrían afrontar todo ese desembolso? Comprendiendo esta situación, el club Huachipato, interesado en la difusión de sus partidos fuera de Chile, ofreció a los dos diarios al menos un cupo para que un periodista se integrara a la delegación costeado por el club. Se disculpó de no poder llevar a dos reporteros por razón de estrechez de presupuesto. Así y a mayor transparencia propuso rifar el único cupo entre ambos diarios.
Cuando llegó el día del sorteo El Sur se hizo representar por su jefe de deportes, Carlos Adolfo Vergara, con su inefable corbata humita; y el Diario Color, por su reportero de deportes (yo). Condujo la rifa Alfredo Asfura, el nuevo gerente de Huachipato en La Copa –un cargo impensado y temporal creado por el club para enfrentar el desafío–. Asfura era un experto en el tejemaneje del fútbol copero y su experiencia resultaba imprescindible para Huachipato en esa circunstancia. El cargo duraría hasta adonde llegara el club en el torneo. El sorteo. Expectación. Cuando el gerente temporal abrió el papelito, leyó «Diario Color» (o sea, yo). ¡Bingo! El Sur no podía cruzar los brazos, no se iba a quedar abajo. Se las arregló para conseguir incorporar también a uno de sus reporteros a la delegación. El designado fue José Cheché Martínez. Así que en la delegación iríamos dos periodistas. El paso inmediato, sacar pasaporte para viajar a Bolivia, marzo de 1975.
El entonces presidente del club acerero Waldo Muñoz y el dirigente Francisco de Sales San Miguel, entre otros, pusieron en marcha el plan Bolivia que consistía en viajar a La Paz y a Cochabamba para enfrentar sucesivamente a The Strongest y Wilstermann, campeón y subcampeón bolivianos. El otro equipo chileno del grupo fue Unión Española.
En los primeros días de marzo, la delegación de Huachipato –equipo, dirigencia y periodistas– procedente de Concepción llegó a Santiago y se hospedó en el campo deportivo «Juan Pinto Durán». Pedro Morales y sus dirigidos trabajaron en las canchas del recinto en la víspera del vuelo a La Paz.
Muy temprano al día siguiente, los viajeros fuimos recogidos por un bus especial en Macul para dirigirnos al aeropuerto de Pudahuel. El equipaje de un plantel de fútbol profesional siempre es numeroso y pesado: bolsas con camisetas, zapatos, toallas, etc. El bus colmó su capacidad con todo eso, más maletas y bolsos. El avión despegaba a las 10 de la mañana. Ya en marcha el bus de la delegación avanzaba por las calles y avenidas de Santiago en dirección poniente. Pero, surgió una emergencia. En la Alameda, pasado la avenida General Velázquez, el bus debió detenerse en una bomba bencinera. ¿Qué pasó? El arquero suplente Simón Kuzmanic presentó un problema agudo de indigestión. Bajó de un salto y corrió a las dependencias de la estación de servicio. Regresó al rato pálido evidenciando todavía dolor de estómago. El bus retomó su camino y el equipo de Huachipato llegó a la sala de embarque del aeropuerto internacional justo a tiempo. En unos minutos abordamos el avión de Iberia con itinerario Madrid y escala en La Paz. Ya ubicados en nuestros asientos el piloto nos deseó que disfrutáramos el viaje en el moderno avión DC-8 que Iberia había bautizado con el nombre de El Españoleto (entonces les ponían nombres a los aviones). Vuelo diurno. Al cabo de un par de horas la voz del piloto nos advirtió que aterrizaríamos en El Alto. Ajustarse los cinturones. Cuando el Iberia estaba a punto de tocar el umbral de la pista, rehusó el intento y se encumbró de nuevo. Pedro Morales que estaba cerca mío me dijo «esto es muy peligroso, no es habitual». Y el avión retomó altura, giró hacia la derecha y pudimos ver desde arriba la ciudad de La Paz, bella, extendida como sobre una superficie con forma de cráter. El avión realizó un segundo intento, aterrizamos sin problemas y el incidente no pasó de ser una anécdota.
En el hall del aeropuerto nos esperaba una numerosa representación del fútbol boliviano, dirigentes del The Strongest, periodistas, fotógrafos, hinchas y curiosos. Luego de los saludos, un bus nos condujo por las polvorientas calles de El Alto, localidad a 4.000 metros de altitud situada sobre una inmensa explanada que terminaba allí donde el camino comenzaba a bajar en dirección a La Paz, cuya altitud es de 3.600 metros. Nos habían advertido no hacer movimientos bruscos hasta aclimatarnos a la puna. Los jugadores iban pensativos observando el panorama urbano desde las ventanillas. Descanso en el hotel. Los anfitriones invitaron a la dirigencia, el plantel y los periodistas a una cena al final de la tarde. Los platos opíparos, cargados al choclo y al camote, carne bien cocida. Salvo los jugadores, había chipe libre para brindar. Harta conversación y buena onda.
A mi lado se sentó un periodista boliviano que me empezó a hacer preguntas. «¿Por qué este club se llama Huachipato?». Respuesta, porque adoptó el nombre del lugar donde está la usina, donde seguramente ahí en el pasado cazaban aves y patos con güachi. «Ah, ¿y qué es un güachi?». Es un tipo de trampa, una soga y una argolla corrediza. «Ah, ¿y por qué ustedes dicen el equipo penquista?». Bueno, aquí la respuesta es más larga, porque Huachipato está en la provincia de Concepción, y la ciudad de Concepción, nació en Penco, de ahí el gentilicio penquista. Por un terremoto Concepción se mudó de Penco a su ubicación actual y se llevó y conservó el gentilicio penquista. «Ah». Me di cuenta con ese ah que el boliviano no entendió nada. No me hizo más preguntas.
El partido sería al día siguiente en el antiguo estadio del equipo local. Mi primer despacho a mi diario lo hice desde un teléfono del hotel. Cheché Martínez en tanto hizo lo propio desde su habitación. No oí qué contó ni él oyó lo que conté yo.
Cerca del mediodía del día siguiente fuimos a conocer el campo de juego, el estadio Hernando Siles. La ruta desde el hotel al estadio nos permitió conocer la ciudad en parte. Al llegar al recinto había prensa y muchos comerciantes informales con grandes canastos que insistentemente ofrecían empanadas. Pedro Morales y sus jugadores recorrieron la cancha en buzo y zapatillas, caminaron sobre el césped, e hicieron algunos movimientos suaves con pelotas, visitaron los camarines. El técnico se dio cuenta de un detalle. Dentro del vestuario y en los pasillos había gran cantidad de botellas de oxígeno, como si se trata de extintores. Las había por todos los rincones. «Esto es una campaña, una estrategia, quieren asustarnos con el cuco de la altura, que nos va a faltar el aire. Pero, nosotros estamos bien físicamente, sólo tenemos que desempeñarnos en forma inteligente», comentó a media voz Morales. El arquero José Luis Mendy me dijo que la pelota picaba con más fuerza en los botes, un factor importante a tener en cuenta por un guardavallas. Francisco Pinochet, lateral derecho, me comentó que controlar la pelota era distinto, «se siente mucho más resbaladiza que en Las Higueras», a nivel del mar. «Habría que estar un día más aquí para acostumbrarse», comentó alguien de la delegación que no identifiqué al tomar nota de la incidencia de estos detalles ínfimos e importantes de la altura en un campo de juego. Pero, no sería así, el partido se jugaría esa misma noche.
La radio Minería de Santiago envió un equipo para cubrir y transmitir estos partidos. Viajaron tres personas de esa emisora: el periodista y locutor Raúl Prado, creador del programa Deporte Total, además de un comentarista y un técnico, este último de nombre Baldemar, cuyo apellido no recuerdo. Mientras el técnico hacía las conexiones en la caseta de trasmisiones, Raúl Prado, le gastaba bromas: «Aquí en Bolivia no podís llamarte Baldemar», (risas discretas en ese entorno). Cayó Huachipato 0-1 en su primer partido internacional por Copa Libertadores. Habían pesado bastante los detalles mencionados.
Por el asunto de la combinación de vuelos y disponibilidad de hotel, la delegación chilena permaneció un día más en La Paz. La ocasión nos sirvió para visitar lugares de interés cultural: la casa de gobierno (Palacio Quemado), la plaza Murillo, la iglesia San Francisco en la mañana y, por la tarde, un viaje a las ruinas arqueológicas de Tiahuanako en el altiplano, cerca del lago Titicaca. Los jugadores no hicieron este circuito, descansaron todo el día siguiendo el plan del técnico Pedro Morales.
El segundo partido se disputaría en Cochabamba tres días después. El viaje a esa ciudad se hizo en LAB, Lloyd Aéreo Boliviano. Luego de despegar de El Alto, El Boeing 727 pasó cerquita del ícono paceño, el majestuoso monte Illimai y a los pocos minutos descendió por debajo de las cumbres y se metió en un cajón cordillerano. Por las ventanillas de ambas bandas del avión se veían al alcance de las alas los farellones y acantilados. Confieso cierta preocupación, aunque el grupo iba alegre. Aterrizaje impecable en el aeropuerto Jorge Wilstermann.
Lo novedoso y simpático fue que en el aeropuerto entre la multitud de gente que nos esperaba estaba el ex jugador de Colo Colo Juan Carlos Gangas, que jugaba por el Bolívar y el año 74, en el Wilsterman. El hombre tenía hartos secretos del rival de los acereros para contarle a Pedro Morales. En un bus dedicado nos llevaron al hotel cochabambino. Periodistas en el lobby hacían preguntas: «¿Qué quiere decir Huachipato?»
Cena en el hotel por invitación de los anfitriones. La comida resultó deliciosa y el clima social muy agradable. Además que no estábamos en las alturas peceñas. Cochabamba es una ciudad moderna y acogedora. Al día siguiente, la rutina: visita al estadio Félix Capriles. Bajo las luces del recinto el plantel huachipatino realizó algunos movimientos físicos y practicó un juego relajado con pelotas. Con Cheché Martínez nos quedamos al lado del banderín del córner. Cerca nuestro miraba y conversaba con nosotros el utilero Hernán Chamullo Ampuero. De pronto en el pasto de la cancha vi un cuerpo extraño, un animal que se movía acompasadamente y más allá otro igual haciendo lo mismo. ¡Ranas! Chamullo se dio cuenta, nos dijo: No hay que decir nada. Que no lo sepan los jugadores, porque eso los puede preocupar o distraer. Él se metió al área grande y con un palo comenzó a barrer a las ranas futbolistas. De seguro que muchas más habría por allí.
El partido con el local Wilstermann terminó igualado sin goles. Un diario de Cochabamba tituló «Hubo un Huachiempate».
Al día siguiente de regreso a Chile para esperar los partidos de vuelta...
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