sábado, marzo 30, 2024

POROTOS GRANADOS


                    Este lunes almorzaremos porotos granados. O sea, hay que comprar un kilo de porotos, un choclo, una cebolla, un pedazo de zapallo y unas hojitas de albahaca. Hay que ir donde el verdulero y comprar. No hay otro verbo para una vida citadina. Comprar es una palabra con casi nada de encanto, más bien tiene una carga negativa, desprenderse de dinero, asumir una deuda.

                    En aquellos años en Penco teníamos la escapatoria de nuestra propia huerta, al fondo de la casa. Evadíamos el maldito verbo, asumíamos el trabajo de recoger los capis de las matas de porotos, al zapallo arrancado de la planta le metíamos serrucho para usar el trozo preciso y las plantas de maiz nos dejaban elegir los choclos con sus penachos secos. La cebolla la sacábamos de la tierra con mínimo esfuerzo. Con respecto a la albahaca, no era necesario arrancar toda la mata, puesto que sólo necesitábamos una ramita. Nada de esto es posible en la gran ciudad donde la única opción para lograr un pálido resultado como el descrito sería plantar en maceteros.

                    Estas dos actividades comprar versus cosechar afincan una diferencia casi escandalosa entre vivir en un pueblo chico que en una gran capital. Eso de escandaloso se refiere a la aplicación de precios por parte del comercio que no se rige por ninguna lógica de mercado esto es oferta y demanda, sino que por puro fin especulativo. Para una mente sana esto no tiene sentido. El martes, el kilo de porotos vale 2.900 pesos, el jueves baja a 1.900. En este caso el sobre precio no tuvo ninguna justificación porque tanto el tipo de cambio no varió, el valor del litro de combustible subió pero no al extremo, no se puede decir que las carreteras estaban en mal estado. No hubo un paro de productores. Nada de eso ocurrió de un modo tan exhorbitante como para una variación drástica y sin arrugarse.

                    Este es el propósito de esta nota, exponer lo diverso que es cuando uno se siente indefenso en manos de especuladores o tener la oportunidad de arrancar los porotos por las propias manos, como entonces acostumbrábamos en Penco. Por esos años el guiso sabía exquisito además por la frecura de los productos mientras que hoy ese plato aunque parecido tiene la sombra de la compra bajo las condiciones señaladas.

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