El barquillo de bocado, de la heladería REX se cuenta entre los sabores distintivos e históricos de Penco. El bocado era una combinación de proporciones exactas de leche entera, azúcar y vainilla, proporciones que eran el secreto mejor guardado de Rex, como la fórmula de la Coca Cola. La combinación resultaba en una pasta cremosa que se enfriaba al contacto con las paredes refrigeradas de la cubeta que la contenía y que giraba constantamente. Esta mezcla de color crema muy agradable hizo las delicias de miles de niños y adultos a lo largo de los años no sólo en Penco. Y tan exitoso debió ser este helado que los potenciales imitadores, si alguna vez los hubo, nunca dieron en el clavo con la «proporción áurea».
El sabor bocado se convirtió en el caballito de batalla de Rex, propiedad en los inicios de la familia Zunino. Don Jerónimo Zunino inició la fabricación de helados en tres variedades clásicas: plátano, chocolate y bocado –obvio– que él vendía a la mesa en copas de vidrio en su salón de té en la década de los 40. Bastante experiencia en helados debió tener don Jerónimo, sin duda, obtenida en su Italia natal, donde las gelaterías han gozado desde siempre de fama internacional. Don Jerónimo tenía un hermano, don Atilio Zunino, quien luego de llegar de la península con forma de bota, terminada la segunda Guerra Mundial, se instaló con un negocio de abarrotes muy bien abastecido en la esquina de Alcázar con la línea. La estrategia comercial exitosa de don Atilio fue atender a los campesinos que bajaban de los cerros al pueblo para surtirse.
Pero, volvamos a la heladería. La fábrica heladera siempre estuvo ahí en su local situado por calle Penco entre Freire y la línea. De las manos de Zunino la heladería pasó a poder de don Ramón Marcos, un comerciante que administraba un negocio de otro rubro en Lirquén. Nunca pensó don Ramón que el cambio de giro le daría tanto reconocimiento a él como renombre a su producto. Porque en Rex don Ramón incorporó un cucurucho de masa de galleta crocante para sostener en el extremo superior un bolo de helado. Así saltó al estrellato el barquillo de bocado de la heladería pencona que trascendió en el tiempo y aún más allá de Penco.
RAMÓN MARCOS ACKEL |
Estamos hablando de la historia de la fábrica de los años 60, no en lo que derivó hacia el presente. Ramón Marcos destacó en Rex por su afable personalidad y el cariño hacia sus clientes y sus trabajadores. «Si un niño llega sin dinero suficiente para comprar un barquillo, dale uno a nombre mío, para que no salga del negocio sin su helado», parecía ser instrucción para el vendedor, según recuerda hoy uno de sus empleados y administrador de entonces don José Medina Cruz (conocido como el Patricio Medina), con 34 años de servicio cumplidos en la heladería Rex. Don Pato está retirado desde el inicio de la pandemia, es casado con Gladyz Cifuentes Osorio. El matrimonio tiene cuatro hijas, todas profesionales. Patricio Medina tuvo 18 hermanos de los cuales quedan cinco, tres mujeres y dos hombres.
Mientras para los amantes de los helados lo importante de esta historia fue el barquillo de bocado, para don Patricio, la actividad de fabricar y vender también lo fue pero por sobre ella, estuvo siempre la persona de Ramón Marcos, su patrón, amigo y consejero.
PATRICIO MEDINA |
El corresponsal de nuestro blog, Abel Soto M., se encontró con el ex heladero en la feria de Penco y sostuvo con él una conversación sobre la historia de la fábrica. El siguiente es un resumen de lo que hablaron.
PREGUNTA: «Díganos algo de su experiencia en la fábrica...».
RESPUESTA: «En la heladería Rex empecé a trabajar a los nueve años como barrendero y después, a los 17, quedé a cargo de la fábrica. Don Ramón como patrón fue como mi papá. Era una persona muy educada, tranquila, amable con todo el mundo. De él aprendí mucho, incluidos sus buenos modales. Cuando falleció allá por el dos mil, Penco se despobló porque él se había ganado el corazón de la gente, a mí se me cayeron las lágrimas».
PREGUNTA: «¿Cómo influyó él en su vida como persona?».
RESPUESTA: «Sin duda, no sólo eso. Recordemos que fue reconocido dos veces como hijo ilustre. Fue un hombre bendecido. En los tiempos difíciles de Penco por problemas en las fábricas de Loza o la Refinería, él colaborada con la gente. Aportaba con su saco de papas o con 30 o 40 kilos de fideos para darle a los más necesitados. Le daba comida hasta algún gato que veía con hambre. Por eso don Ramón Marcos fue un hombre muy querido en Penco».
PREGUNTA: «¿Pero a usted, lo ayudó él?».
RESPUESTA: «Absolutamente, como que me ayudó a hacer mi casa. Él me daba consejos, yo fui un poquito loco en esos años, pero gracias a él me ordené, de él aprendí a comportarme y hoy soy el que soy».
PREGUNTA: «¿Qué le enseñó a usted esa heladería?».
RESPUESTA: «A llevarme bien con la gente, a mantener las cosas en orden, todo bien aseado. Nunca tuve problemas con salubridad. Cada vez que nos visitaban para inspeccionar nos hacían sugerencias que nosotros las aplicábamos de inmediato. La regla de oro de don Ramón Marcos era mantener la fábrica estable y en buenas condiciones para poder seguir trabajando».
La fábrica también vendía paletas de helados de agua, hechos con jarabes frutosos. Estos se vendían mayormente en la calle o en la playa. Uno de esos vendedores callejeros fue también muy conocido: Manuel Jara Cartes, alias el chupete helado. La actividad heladera continúa administrada hoy en día por uno de los hijos de Ramón Marcos, Maximiliano Marcos. Y los barquillos de bocado se han actualizado a barquillos de vainilla junto con muchos otros sabores todos de gran calidad.
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COMENTARIO: Muchas gracias, nunca nadie se había dado el trabajo de hacer una nota sobre el trabajo y sacrificio que hizo mi padre por la fábrica de helados.
Siempre agradecidos de don Ramón quien siempre fue muy bueno con mi papito.Mil gracias.
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