sábado, mayo 31, 2025

ENTRE PENCO Y EL TOBOSO, PATRIA DE DULCINEA

MONUMENTO A DULCINEA en la Plaza de España, Madrid.
                    
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n bus interprovincial me condujo a El Toboso, a 120 kms. de Madrid, un pueblito que se levanta sobre una suave colina en medio del interminable campo agrícola de Castilla La Mancha. Con voz estentórea el conductor dijo «señores, hemos llegado a El Toboso, pueden bajar los pasajeros que vienen a conocer a Dulcinea». Lo dijo en alusión a mi persona puesto que le pedí al salir que por favor me avisara, porque no conocía el lugar. Tres viajeros descendimos en «la gran ciudad de El Toboso», según la describe con alguna ironía Miguel de Cervantes en El Quijote. El bus siguió su marcha a otros destinos. Llegué a las 11 de de la mañana con la esperanza de que el mismo bus que me trajo me recogería a las 4 y media de la tarde para sacarme de allí y regresar, luego de un recorrido a la rápida de la localidad y satisfacer así mi interés por conocer el sitio donde tiene lugar el episodio más importante de la famosa novela, el encuentro de Don Quijote con su Dulcinea. 

                    Mi primera impresión es que El Toboso es tan quieto que pareciera que toda la vida se desarrollara únicamente puertas adentro. Sólo sus habitantes varones se reúnen en bares a tomar una cerveza y hablar a toda voz desde las primeras horas. Una que otra mujer va por las calles con alguna bolsa en la mano caminando en cualquiera dirección. La arquitectura de El Toboso la constituyen casas señoriales de uno o dos pisos con fachada continua. Dos grandes edificaciones antiguas cortan el horizonte urbano, un alcázar (hoy convento) y la iglesia –muy importante en el desarrollo de la historia quijotesca–  con su torre y campanario. Existe una apacible plaza arbolada, con escaños vacíos alrededor, en el medio hay una imitación de un molino de viento, algunos juegos infantiles y un quiosco para un café permanece con sus puertas cerradas, lo rodean sillas y mesas apiladas para usar a alguna hora del día.

EL TOBOSO, una de sus calles.

                    Mi visita a El Toboso fue una aventura, como perseguir una quimera o una ilusión porque ni don Quijote existió en el mundo real, ni menos Dulcinea, la que sólo era una imagen vaga en la imaginación del viejo Quijano. Pero, todos sabemos incluso que su nombre era Aldonsa Lorenzo, una campesina, convertida en la principesca Dulcinea, en el corazón del estrafalario caballero andante. Él la habría conocido en su juventud, pero jamás habló con ella.

                    El Toboso, su municipo y su gente le ha sacado partido turístico al relato literario. Los bares se llaman Rocinante, El Sueño de Quijano, Rincón de La Mancha,  etc. Las calles, igual cosa con los nombres de los personajes o con citas del libro. Si hasta una casa le hicieron a Dulcinea y en la plaza frente a la iglesia erigieron una alegoría que es el epítome del encuentro de don Quijote con su amada. Allí está, arrodillado ante su dama en plena calle, como decíamos, una campesina, que él creía que un mago la había encantado para que no luciera su sin par belleza de princesa. En el libro el encuentro se produjo, pero la tal mujer no era Aldonsa, sino otra sin nombre, quien más encima lo retó para que le despejara el paso y que cuando escapó en su borrica se cayó y don Quijote tuvo que pararse a duras penas para ayudarla a que montara de nuevo... 

                    Hay a lo menos seis lugares para visitar en El Toboso. El primero en mi visita fue el convento de las Monjas Trinitarias, el más cercano al Bar Rocinante donde a mi llegada me serví un «cafelito» reponedor. La congregación de religiosas es la misma que tiene presencia en Penco. El edificio es conocido como el  Escorial de El Toboso (antes dije alcázar), y fue construido en el siglo XVII. Tiene un museo con interesantes pinturas sagradas e imaginería católica. Una iglesia interior recibe a fieles locales. Nos atendió cordialmente la hermana Sor de María Reina, quien de paso envió un cálido saludo a las monjas trinitarias de Penco.

EL CONVENTO de las Trinitarias.

UNA HERMANA trinitaria, de origen peruano, nos guió por el museo.

                    Cruzando la calle del convento llegamos a la plaza que hemos descrito y de ahí, caminamos un par de minutos por calles intrincadas hasta llegar a la iglesia principal del pueblo. Cuando don Quijote entró de noche con Sancho en El Toboso buscando a Dulcinea, nuestro caballero andante se puso muy contento invadido por la ilusión de conocer a su amada. Sin embargo, Sancho se puso nervioso porque dentro de poco lo descubrirían en su mentira. En la visita previa del escudero, cuando vino solo a dejar una carta del caballero a Dulcinea, no la encontró en todo el pueblo como era de esperar. Al no hallarla la inventó, mintió contándole a don Quijote la sin par belleza de esa mujer. Ahora acompañado de su amo, sabía que lo pillarían en su embuste. Para arreglar las cosas tuvo que desdecirse, negar que era una belleza y que, por el contrario, se trataba de una campesina cualquiera. Ambas imágenes eran mentiras totales. 

                    Caminando en la noche oscura por las calles dieron con un muro alto que no podían definir de qué edificio se trataba. Se dieron cuenta por fin que era la iglesia principal. La muralla cortaba la calle, impedía el paso, ahí don Quijote dijo una frase célebre: «Aquí topamos, Sancho». Para los eruditos del texto, la exégesis es: la poderosa institución de la iglesia nos cierra el paso, no podemos seguir con esta locura.

                    Llegué a la iglesia, como don Quijote y Sancho aunque a plena luz. En el atrio hay una plaza adoquinada con asientos y frente a la entrada, pero más lejos en la zona opuesta, se levanta la composición artística en hierro fundido que representa a don Quijote de hinojos ante su Dulcinea, una mujer humilde con cara de desconcierto. El encuentro pretendidamente amoroso, resulta patético  tal como se narra en la novela. Dicen que todos los turistas –ese día y a esa hora no vi ninguno– se quieren fotografiar junto a la Dulcinea. Por una calle de más abajo, uno se encuentra con el Museo Cervantino. El lugar es interesante por los distintos ejemplares del libro en los idiomas más diversos. Se trata de donaciones de dirigentes políticos mundiales que han visitado El Toboso a lo largo del tiempo, fotografías, pinturas y textos sueltos, todo expuesto al visitante por un euro. Por cierto, harto merchandising

                    Unos pasos más allá está lo que han llamado la Casa de Dulcinea, se la puede recorrer entera. Pero, si la Dulcinea no existió, la inventó Sancho otro personaje de ficción, ¿entonces qué? Pues se trata, según se dice, de una casa de una familia promedio del 1600, con habitaciones amobladas como en esos años, un gran patio interior rodeado de altos muros, un pozo para sacar agua y un gigantesco castaño. La idea sería transmitir que en un lugar como ése Sancho encontró a Dulcinea sentada sobre unos sacos de grano, mientras cernía trigo. Volvemos al libro: tratando de arreglar su mentira Sancho le dijo a don Quijote que el polvo que levantaba este quehacer era tal, que ella tenía la cara negra por la tierra (nada de princesa, como la había pintado antes y como la imaginaba don Quijote). 

                    Las horas han pasado, se acercan las 4 y media de la tarde. Lo mejor es regresar al Bar Rocinante para otro café y comer algo. Además el bar está justo al frente del paradero el bus. En el Bar Rocinante hay mesas compartidas. Hombres beben y conversan a viva voz. Mujeres mayores, silenciosas, fuman cigarrillos en sus mesas sobre las que hay vasos de cerveza. Afuera, por la calle pasan tractores con implementos agrícolas que bajan al campo a trabajos de labranza. La camarera me advierte que el bus está por pasar. Salgo y me doy cuenta que no soy el único, hay más gente, mayormente estudiantes, que también esperan con sus mochilas. Asoma el bus por la cuesta y llega al paradero a la hora en punto. Todos a bordo, es el último servicio de transporte del día con destino a Madrid. El camino atraviesa el extenso campo manchego. 

                    Me voy del pueblo. Adiós Dulcinea del Toboso.

  

PARROQUIANOS matan el ocio en el Bar Rocinante de El Toboso.

LA «CASA DE DULCINEA», abierta al público.

DON QUIJOTE arrodillado ante su amada imaginaria.

«AQUÍ TOPAMOS SANCHO», frente a la iglesia en la noche.

UNA PLAZA de El Toboso, frente al convento de las Trinitarias.

HOMENAJE A CERVANTES en la Plaza de España, Madrid.

NUESTROS HÉROES, don Quijote y Sancho Panza, se retiran extenuados.
Dibujo de Gustavo Doré.

DULCINEA desconcertada.

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