lunes, enero 16, 2006

LA BARRACA DE MADERAS NATIVAS QUE TUVO PENCO

Vista invernal del fundo Coipué, cerca de Freire, propiedad de Refinería de Penco. Desde ese predio se obtenían las maderas para la fabricación de cajones para envasar el azúcar (1937).
Esta era la sección envases de la refinería de Viña del Mar. Se supone que la de Penco era muy similar. Ambas empleaban cajones de madera para despachar sus productos. La imagen se puede ampliar con un click. (Año 1937)

LA BARRACA

Por Manuel Palma Ruiz *


En esta colaboración a este número de NUESTRA CRAV va mi recuerdo a la antigua sección de la Fábrica de Penco llamada la Barraca. Quedaba ubicada en la manzana comprendida entre las calles Freire - Ta1cahuano - Membrillar y la línea férrea, donde actualmente funciona la Sección Marítima.
Esta sección justificaba su existencia, porque el producto de la CRAV por aquellos tiempos se envasaba en cajones de madera. Pero esta sección no sólo elaboraba maderas con este fin, sino también para otros menesteres. Las maderas largas eran usadas en edificaciones que la Fábrica realizaba en esa época y en construcción de viviendas para su personal las que en aquel entonces eran escasas siendo un verdadero privilegio el poseer una de ellas. Estas maderas largas también se usaban en la fabricación de muebles conque se alhajaban las oficinas y las viviendas. Además, con ellas, se aprovisionaba. de duelas a la Destilería de Alcoholes, para confeccionar cubas y tinas, en la lavandería de carbón animal, para los filtros de mieles, etc.

Esta sección contaba con una maquinaria muy completa en 10 que se refiere a elaboración de maderas, su fuerza motriz consistía en una caldera alimentada con desechos de madera y aserrín, la que .entregaba vapor a un viejo volante que movía la maquinaria por intermedio de una larga transmisión de correas, la que estaba bajo el nivel del piso. Entre las maquinarías que se disponía estaban: canteadoras, cepillos, huinchas, sierras, machihembradoras, tupi, etc. Además había un timbre de tornillo, que impregnado de tinta litográfica marcaba en el cabezal de los cajones la marca "CRAV PENCO" y el peso del producto. La madera que en ella se trabajaba llegaba por ferrocarril desde los aserraderos con que contaba la Empresa en la zona de Pitrufquén.

La madera, una vez pulimentada y a punto, era llevada a una sub-sección: "Cajones" en que la máquina clavadora daba forma al cajón, construyendo el marco y finalizaba el enfondador a golpes de martillo. Terminado el cajón, se observaba si la madera mantenía humedad y si esto existía, era mandado a los secadores y ya listo se enviaba en carros cerrados a la sección Empaquetaduría de la Fábrica, donde una vez llenos de tan dulces pancitos, salían a recorrer nuestra tan larga y angosta faja de tierra.

Al hacer hoy esta modesta crónica viene a mi recuerdo momentos de mi infancia, cuando yo era un niño. Con un cajón vacío de esos que elaboraba la antigua barraca, construía nuestra inolvidable carreta viradora**, la que tantas emociones- nos brindó al hacerla correr cerro abajo y pregunto a muchos de los que hoy leen estas líneas si no recuerdan las carreras de coches con el hermanito dentro. Claro que la mayoría de tan famosas máquinas eran de un cajón azucarero en desuso. Si aún lo tuviéramos y nos preocupáramos de mirar su cabezal a lo mejor encontraríamos seguro y firme el timbre con la inscripción "CRAV PENCO".

Un día o un mes de los años 34 o 35, fecha que no está muy clara en mi recuerdo; por razones de orden económico, la barraca fue desmantelada y su maquinaria y alguna persona fue trasladada a Pitrufquén y desde ese lejano sector chileno llegaba la madera elaborada a punto de fabricar el cajón y desde ese entonces su nombre cambió por el de "Cajonería", sección que se mantuvo hasta la era del envase actual de papel.

Para mí, que hice el inicio de jornada en la Empresa en esta extinguida sección, cuando por algún motivo he tenido que negar a este terreno, noto que aún el ambiente está saturado del olor del aserrín qué producían: las nobles maderas de mi Patria, como el laurel, olivilIo, tepa, avellano, mañío, roble. etc. Y en el fondo del terreno: el adusto jefe de aquellos tiempos; silbando fuerte para ser oído y superar el verdadero infierno de ruido que originaban las máquinas atragantadas de madera. Tiempos que se fueron, pero que permanecen en el recuerdo de "viejos refineros".
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*Nota de Nelson Palma: Este artículo fue publicado en la revista Nuestra Crav de Penco, en los años setenta.

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El autor se refiere a unos pequeños vehículos construidos por los niños con un cajón de madera al que le agregaban cuatro ruedas. Con ellos bajaban las pendientes de los cerros de Penco a gran velocidad.

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