martes, enero 17, 2006

LA REFINERÍA FUE CLAVE EN EL DESARROLLO DE PENCO


Gran parte del siglo XX la historia y el desarrollo de Penco estuvo ligado al funcionamiento de sus industrias: la Refinería de Azúcar (foto) y la fábrica de loza, propiedad de Fanaloza.

Desde el nacimiento de la República, Chile importaba azúcar de todo tipo. En 1875 llegaban al país 25.000 toneladas anuales. Sin embargo, los importadores traían azúcares de segunda clase como la chancaca, la moscabada y la prieta como si fuese pura. De tal forma que cuando se iniciaron los proyectos tanto para la refinería de Penco como la de Viña del Mar, no faltaron las campañas de prensa en contra de estas iniciativas, porque ambas dañarían intereses.

Don Benjamín Vicuña Mackenna, en su libro ‘De Valparaíso a Santiago’ dijo: “Bueno es que dejen vivir el ingenio de Viña del Mar y que éste nos dé y asegure siquiera una cuarta parte de lo que consumimos. No sea que venga otro bloqueo o los tiempos en que los patriotas de Santiago tomaban su mate con agua de perros, porque el azúcar valía $40 la arroba (unos 3 pesos 50 el kilo)”.

Aunque no lo nombra, Vicuña Mackenna también se refería al azúcar que producía Penco. Don Benjamín exigía del gobierno el fin de los privilegios y el término de las campañas contra las iniciativas emprendedoras para refinar azúcar en Chile.

La refinería de Penco nació en enero de 1886 con el nombre de Refinería Sudamericana de Azúcar con un capital de $ 400.000.- La fábrica se puso en marcha en 1889 y su producción mensual al inicio fue de 500 toneladas. Sus fundadores fueron Teodoro Plate y Oscar Mengelbier.

Sin embargo, la firma Plate & Mengelbier y Cia. no logró consolidarse y al cabo de diez años, en 1899 debió traspasar la fábrica a la empresa que distribuía su producción, M. Gleisner & Cía. Ese año la nueva sociedad anónima se organizó en Valparaíso y la empresa que pasó a llamarse Compañía de Refinería de Azúcar de Penco. Estos cambios dieron un enorme impulso a la fábrica.

Para proveerse de madera con el fin de construir sus envases, la refinería adquirió dos fundos Coipué y Nueva Etruria, en la zona de Freire y Pitrufquén. Para disponer del combustible necesario, compró la mitad de las acciones de la Compañía Carbonífera de Lirquén. La producción de carbón ya era un problema por su escasez. Por eso, la refinería extendió sus inversiones en la extracción carbonera desde una mina de menor envergadura en Cosmito.

La distribución de la azúcar refinada ya fuera primero en cajones de madera y en bolsas de papel, después, se efectuaba por barco y ferrocarril, a través de la compañía Duncan Fox.

La empresa y todos sus activos pasaron a poder de la Compañía de Refinería de Viña del Mar, CRAV, en 1924. Para entonces su capital era de 750 mil libras esterlinas y su producción mensual alcanzaba las 1.200 toneladas. La refinería penquista, al igual que la de Viña, refinaba azúcar cruda importada de Perú y Java.

Con el fin de no depender de la importación de azúcar para refinar, CRAV inició en 1928 un proyecto en Coquimbo para cultivar la caña azucarera. Pero esa iniciativa fracasó y no se hicieron nuevos intentos.

La muerte de la refinería de Azúcar de Penco como la de Viña del Mar se debió a la producción a partir de un nuevo insumo, que era posible producirlo en suelo nacional: la remolacha, que dio paso al nacimiento de la empresa estatal Iansa, a la caída de los precios internacionales del azúcar y a inversiones poco afortunadas.

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