Por Max Wenger M.
Nunca pude saber por qué a la cancha de fútbol de la Refinería, la única en Penco en esos años, solían llamarla “El Fortín” en crónicas diarísticas de los 50 y 60.
Entiendo que todavía es una cancha cuyo perímetro se observa casi sellado por un prolongado muro blanco que nacía por calle O’Higgins junto al teatro y al gimnasio y seguía por calle Talcahuano prácticamente hasta Las Heras.
Ese campo primero de tierra, polvo y barro, según la época del año, fue escenario de mil batallas futbolísticas, muchas veces con un marco musical que le daba todavía a los encuentros un sentido casi épico, aportado por el orfeón de la Refinería.
El muro en cuestión tenía una altura de unos dos metros, por lo que cualquiera “desafinación” de los jugadores, daba irremisiblemente con la pelota en plena calle pública con la consiguiente demora mientras algún voluntario se acomedía a ir a buscarla.
La ciudad contaba con dos clubes para defender su nombre y su honor deportivo, los que no ocultaban su antagonismo pese a que compartían los colores azul y blanco en sus camisetas: Fanoloza y Coquimbo, nombre este último que nunca nadie me pudo explicar cómo había venido a parar al club refinero al que más adelante se le agregaría la sigla CRAV, aludiendo a la Compañía Refinería de Azúcar de Viña del Mar.
Por su parte, Fanaloza, correspondía a la Fábrica Nacional de Loza de Penco. Pero aparte de loceros y refineros, hacían también de local en El Fortín los equipos de la fábrica de vidrios planos, VIPLA, y Minerales, de la industria del carbón, ambos de la vecina Lirquén.
Cuántas imágenes, cuántos nombres, cuántos recuerdos nacidos justamente en ese recinto deportivo. Jugadores de nombres legendarios pasaron por las filas de los clubes pencones, incluyendo a varios extranjeros.
Partamos por casa: el Zorro Vial, quien había sido incluso seleccionado nacional para después venirse a Schwager y luego a Penco. Su nombre siguió vigente por muchas décadas en la persona de uno de sus hijos, Mario, a quien llamaban Zorrito. También aparecen el Tigre Sandoval, el Melena Cortés, de quien ya hemos hablado en esta páginas virtuales, el Vaca Pardo, Manuel Piñeiro que venía del Audax Italiano, Pedro Caniulao, el Pescado Nemesio Vergara que luego emigrara a cuidar la portería de O’Higgins de Rancagua por varias temporadas y a quien luego imitara el formidable Piturra, quien lució su aptitud y arrojo en el Ferrobádminton de Santiago.
Hay muchos más: El Chueco Sergio Avilés, los arqueros Roca y Prusing, Vargas, Pedro Avendaño, Nilo, Lucho Vera, que se fuera al Audax y llegara a ser capitán de la selección, Jerez, el Negro Varela y el deslumbrante Castrito en la punta izquierda del ataque coquimbano.
En este mismo club estuvieron promediando los 60 el argentino Luis Reyes y el joven uruguayo Cardoso, quienes junto a José Vial, el Chico Pérez y Pardo, hijo del famoso Vaca, llevaron al equipo al título de campeón regional que le dio pasaporte para una histórica gira por Uruguay.
Entre los afuerinos, no se debe olvidar a los peruanos Balbuena y Vásquez, ambos muy bien dotados con la famosa técnica de su país.
Cómo olvidar al locuaz y parlanchín “Quebracho” Contreras, que se lució en el ocaso de su carrera en el Minerales y que patentó la frase de “No me toreen, muchachos” cuando le estrechaban la marca para protegerse de su zurda trasandina.
Por esa misma época tuvo un paso fugaz por el Fanaloza un moreno llamado Napurí, quien más parecía músico de orquesta tropical que futbolista y así parece que lo entendieron después los señores dirigentes. El morocho era un verdadero Dandy, gustador de trajes de verano blanco y con gran fama de conquistador.
Tampoco es posible dejar de nombrar al celebrado Irineo Jara en Fanaloza y en los clubes lirqueninos, a Cumplido, Canales, el arquero Leal, su colega Carlos Bustos que igual también lució en O’Higgins, el Zoquete Correa, reclamador y teatral, Fernández, Floridor Farías, el Churrete Medel, Zacarías Montecinos, y así, tanta figura, tanto recuerdo asociado a nuestros ídolos de infancia.
Dejaremos otros nombres para una próxima croniquilla.
3 comentarios:
Sr. Max Wenger, hay una historia que me viene a la memoria en relación al nombre de "Coquimbo CRAV"-equipo que con orgullo defendí sus colores en la 2da infantil, con la cual salimos campeones en 1975, al igual que mis tíos Carlos y Mario Vidal en la decada del 60-;Mi abuelo Ignacio Fonseca Espinoza, originario de Yungay, llega a Penco en 1910, habiendo estudiado en la Escuela de Artes y Oficios algo relativo a las minas y haber recorrido el norte de Chile trabajando en diferentes lugares. Por recomendacion de un antiguo condiscipulo, entra a trabajar en la Refinería de Azucar CRAV. Al mismo tiempo, como venía con toda la experiencia de la organización de trabajadores en el norte, funda en la esquina de Membrillar con O'Higgins, para los hombres, la sociedad de socorros mutuos "El Progreso", donde funcionó entre otras iniciativas, una escuela para obreros iletrados y para las mujeres "Aurora de Chile, protectora de la mujer". En la refinería, comienza a surgir entre los trabajadores, la idea de formar un club de futbol, como mi abuelo , a pesar de ser "afuerino", tenía cierta influencia entre los refineros, por ser un hombre cabal, sugirió el nombre de un equipo que él había visto jugar en la provincia de Coquimbo y que lo había impresionado por su buén juego. De esta manera surgió "Coquimbo" al que le agregaron "CRAV" para diferenciarlo de su homónimo del norte.
Alguien recuerda a enrique sanhueza jugo el 91 en lozapenco,?
Hola, lo saludo cordialmente y felicito por la invedtigación. Mis tíos estuvieron muy vinculados al fútbol regional, especialmente a equipos que "alimentaron" a los grendes que hoy conocemos, precisamente quiero preguntarle si posee algún registro de Francisco Enríque Miranda Cartes quien habría jugado con el gran Lucho Vera en el Marcos Serrano y Fanaloza. Otro de mis tíos, Hugo Muranda CarteS habría sido dirigente del Juvenil Unido...si posee datos gráficos se lis agradecería. marcelomirandap@gmail.com
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