El río Penco --o el estero, que cruza la ciudad-- se descuelga de los cerros cubiertos de pinos y especies nativas que dan forma al valle escondido del fundo Coihueco. Las aguas bajan cristalinas desde bien arriba. A lo largo de su curso están el tranque y más abajo, la poza. Hace algunos años, niños pescaban peces menores con anzuelos pequeños, una lombriz y un corcho en esos puntos. A fines de febrero los vecinos cosechaban sabrosas zarzamoras que se daban en sus riberas. No cabe dudas que el estero fue un factor vital, en la decisión adoptada por los conquistadores para instalar en Penco la capital del sur. El río proveyó el agua dulce a los encomenderos, que recibieron del rey de España, privilegiados solares en la antigua ciudad. Esta fotografía, captada en otoño, enfoca un breve tramo del estero y apunta hacia el noreste, mostrando parte del valle del Coihueco.
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