viernes, mayo 29, 2009

EL PARQUE JURÁSICO DE PENCO

Teatro de la Refinería

Planta de vapor de CRAV.

Caseta de ingreso al recinto de CRAV


Gimnasio de Fanaloza así lucía el 2009. Hoy 2015 está totalmente remozado.


Recorrer las calles de Penco es, en algunos casos, una caminata por un parque jurásico. Uno se encuentra con dinosaurios o restos de ellos, que vivieron y rugieron en el siglo XX.

La metáfora es real, mire usted con detención la esquina de San Vicente con O’Higgins, ahí donde comienza el camino a Concepción. Permanece de pie y con sus puertas herméticamente cerradas, el Teatro de la Refinería. En su sala de proyección de exhibieron miles de películas entre los años cuarenta y sesenta.

En el sector de platea había un hall, con la ventanilla de venta de tickets. Más allá de una pulcra mampara de vidrios biselados, se accedía a un foyer cuyas murallas estaban decoradas con fotos de artistas famosos, material que supongo venía directamente de Hollywood. Y más allá, una cortina oscura que había que cruzar para dirigirse a las butacas de madera.

Esta delicadeza distaba del escenario en el sector de galería, donde había que hacer cola a la intemperie para lograr llegar a la ventanilla. Jóvenes de pueblo, hoy serían pokemones y flaites, manejaban la cola a su pinta, ocupaban los primeros puestos y ofrecían ahorrarse la humillación de la larga fila a cambio de una propina, que les servía para juntar el dinero de la entrada. “Saco entrás. Cinco pa’carro” (cinco pesos), era la cantinela. Los asientos en la galería consistían en unas bancas apestosas desde donde había que alzar la cabeza en un ángulo de 45 grados para ver el telón.

Mientras se esperaba la proyección, llovían las tallas y los proyectiles, mayormente bolas de papel de envoltorios de comida o cáscaras de naranja, de plátano o corontas de manzana. En primavera, muchos ingresaban con nalcas. Ese teatro bullente de público, de bromas, de lágrimas, malos olores, rancheras y balazos (de las películas) se apagó, murió y hoy permanece de pie como un tiranosaurio rex expuesto en un museo.

Cruzando la calle O’Higgins, hay dos dinosaurios de menor envergadura, exhibiendo sus huesos cubiertos de moho y musgo. Son las casetas a ambos lados de la calzada, que eran el gran portón del recinto de la CRAV. En esas dos garitas era posible ver celadores uniformados que vigilaban el acceso. La construcción de estas piezas arquitectónicas es soberbia y responde a las escuelas y tendencias de esa época: la primera mitad del siglo XX.

Avancemos por la calle principal del recinto. A la mano izquierda está el esqueleto de un dinosaurio –un ráptor—encerrado detrás de un murallón lleno de graffitis. Es la otrora planta de vapor de la industria azucarera. Allí se generaba electricidad para la fábrica y para la población refinera. Hoy la estructura está vacía, con su fachada mirando hacia ninguna parte. Junto a este edificio se levantaba una de las chimeneas de metal que tenía un pito de barco, accionado por el vapor. Su silbato o quejido que marcaba las horas, se oía a decenas de kilómetros a la redonda. Era el rugido del ráptor.

Volvamos hacia el centro, ahí nos encontramos con un enorme coloso congelado en el tiempo: el Gimnasio de Fanaloza. Escenario de interesantes veladas de boxeo, pista de baile de quinientos carnavales, sede de un record mundial, probablemente no registrado en el Guiness: un partido de baby fútbol, que duró como tres días, sin parar. ¿Cuántos goles se hicieron? ¿Setecientos es un solo match? ¿Alguien se acuerda?

De todas estas construcciones, que nos hablan de otras épocas del pueblo, sólo una sigue viva y reclamando nuestra atención. Si está viva, no me refiero a un dinosaurio ni a su esqueleto. Se trata de una joya, inspirada en Europa, de orgullo castellano que ha sobrevivido a maremotos, al vandalismo, al descuido y a la falta de cariño: la Planchada de Penco.

NOTA DE LA EDITORIAL: El terremoto del 27 F de 2010 hizo lo suyo, se vino abajo el teatro refinero. A su vez la nueva administración municipal lleva adelante interesantes proyectos urbanos para modificar lo expresado en este post.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Pena da al ver como nuestro patrimonio se desmorona sin que las autoridades hagan algo al respecto. Gusto me daba cuando tenía la posibilidad antaño de conversar con mi vecino Don Manuel Palma (Lelel); él era una enciclopedia de la historia de Penco, además tenía la colección completa del "Pan de Ázucar", donde de vez en cuando me prestaba algún ejemplar y encontrarme con uno que otro conocido. Sería hermoso poder reconstruir la historia de Penco, creo que material audiovisual y escrito debe sobrar, lo que falta que es nos organizemos, ver la posibilidad de postular a algún proyecto del FONDART, por ejemplo y hacer algo......interesados por ahí?

perrol dijo...

Un muy buen reportaje del corresponsal en Penco. ¡Felicitaciones! Pero debe aceptar una corrección. El edificio que se mantiene de pie al que hace mensión nuestro amigo no era la destilería sino que la planta productora del vapor. La fuerza generada por este elemento ponía en movimiento unos generadores de elctricidad para abastecer de energía la industria y las casas de la población. La destilería a que hace referencia estaba ubicada por calle O'Higgins y sucumbió frente a un incendio de grandes proporciones en la decada del '60.

Nelson Palma dijo...

Gracias por la precisión, Perrol. Hecha la corrección. Saludos y abrazos. NPalma