lunes, octubre 19, 2009

NOCHE DE MIEDO EN LA PLAYA PENCONA

Por Iván Ramos Castro, desde Venezuela


A veces, cuando me encuentro con un compatriota conocido que viene de regreso de Chile a la isla, no puedo dejar de preguntarle: ¿como está el tiempo por allá?, La respuesta es casi siempre la misma: Bueno fíjate, en las mañanas un poco de fresco, pero después..Todo esto a consecuencia de que como le han dado tanto bombo a esto del cambio climático y otros detalles técnicos que solo incumben a los geofísicos, astrónomos y por su puesto a los gobernantes de cada uno de los países de este planeta. Para este tema sobran opinólogos de tendencias varias, incluso existe un Partido Verde que se la juega por un mejor pasar para el hombre y sus hermanos menores aquí en la tierra. Pero claro, esto es na`que ver con el tema que les quería plantear y, que por estos lares, también es del conocimiento popular, como lo es el tema de lasa artes ocultas. De partida, esa es una creencia que viene del otro lado del océano Atlántico y por acá si tales manifestaciones ya existían, terminaron fusionándose con las de los esclavos venidos de África, lo que se conoce hoy como Santería, Vudú, Macumba, el culto a María Lionza acá en el estado Yaracuy, Venezuela. Como fenómeno social, han sido ya investigados y muchas teorías y estudios ya se han publicado al respecto. Créanme, en lo que a mi respecta, "no creo en brujos Garay, pero de haberlos…" Todo este rollo se me viene a la mente en base a una "experiencia personal", "realismo mágico", dirán otros, pero lo juro por la suela de mis zapatos de que el siguiente relato es verídico: Fue a comienzos del verano del año 1974. Ya estaba haciendo preparativos para mi viaje al extranjero, sin tener en mente aun a que país largarme. La crisis económica era tal que ninguno de los planificadores económicos de turno daba en el clavo, todo era un experimento en lo económico, por cierto que apoyados por toda una maquinaria que infundía terror en la gran mayoría de la población. Era bastante común ver a gente trabajadora desmayarse de hambre al regresar del trabajo, lo vi personalmente por la calle Barros Arana muy cerca de la plaza o en los propios autobuses del recorrido Concepción-Penco-Lirquén. Muchos choferes de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado, más conocida como la ETCE, recogían trabajadores por la puerta trasera para no cobrarles el pasaje en horas tempranas, los inspectores que subían a recortar boletos en cualquier punto de la ruta, también hacían la vista gorda. "Tremenda pelazón mi llave...", dirían por acá en Venezuela, pero bueno, todo esto fue para situarnos mejor en el contexto. Mi hermano Gastón me colaboró con los materiales para levantar el kiosco en el balneario, recuerdo que el camarada Tiznado, quien trabajaba en el municipio me recomendó el mejor lugar, muy cerca de donde se levantaban las duchas y vestidores. Mi compañera, adornó la puerta de entrada totalmente con cajas de cigarrillos de todas partes del mundo, y yo por mi parte puse en todo el frente del local, diez remolinos hechos en cartulina de colores rojo y negro, los cuales giraban como queriendo alzar vuelo. Toda una suerte de rebeldía giratoria. Como a los tres días de abierto el local, una comisión de carabineros se apersonó al sitio verificando los permisos, muchos de mis amigos, quienes me habían advertido acerca de la tonalidad irreverente de los remolinos, por ser los colores de la Izquierda Revolucionaria en ese momento, como todas las organizaciones de izquierda, proscritas. Pensaron que nos iban a detener y clausurar la venta. El oficial apenas miró los papeles sellados por la Alcaldía, nos deseo suerte y continuaron su acostumbrado recorrido. Al cuarto día, a eso de las cinco de la tarde, se acercó un gordo bigotudo con una inmensa radio encendida y sintonizando la emisora "Voz y Progreso" de radio Moscú en idioma castellano. Hablaban de Chile y de cuanto aquí ocurría y que por supuesto alguna gente jamás creyó y aun no cree, así les muestren la evidencia por los informativos. El tipo me pareció sospechoso desde el principio, insistía en preguntarnos si sabíamos de donde venían tales ondas. - ¡Será que vienen de por ahí de Coihueco puh! Ni gil decirle que venían desde Moscú. Al poco rato se largó con su aparato a otra parte y no lo volvimos a ver. Al quinto día, no pasó nada, todo fue tranquilo y con mis compadres de siempre que me acompañaban, jugábamos una partida de ajedrez tras otra. Cayó la tarde y decidí quedarme como las otras noches a dormir en el kiosco, a cuidarlo por si las moscas..Serían como las doce de la noche y el movimiento de carros de trenes haciendo cambios y maniobras en las vías, más parecía una bombardeo aéreo enfrentándose a la artillería. De pronto se hizo un silencio que parecía durar el resto de las horas, cuando sobre una pequeña palmera ubicada a un costado del techo sentí posarse a un pájaro y a quien le dio por ponerse a cantar de una manera tal como me lo había contado nuestra madre: "tuetue-tuetue-tuetue.." Tal asociación me puso los pelos de punta, pero después, me serené y decidí hablarle como si fuera un invitado, total, era solo entre él y yo: "Mire mi amigo, ¿porque no viene mañana a tomarse una Pilsener?" Casi al instante el extraño pajarraco se calmó y prontamente alzó vuelo largándose se ahí. Al poco apague el radio y me dormí como un gato. Me tocaron la puerta temprano, eran mis socias. Al abrir me di cuenta de que eran como las nueve y media y la playa estaba llenándose, poco después me fui a comprar jamón, queso y mortadela al mercado y dos docenas de chupetas de helado de la Heladería Rex. Al salir alcancé a divisar a un tipo sentado de frente al negocio en posición de loto y con sus ojos semicerrados. -"Un lunático" pensé, y me fui a las compras. A mi regreso, mis socias estaban algo preocupadas, puesto de que el extraño sujeto se les había acercado y preguntado por mí. Ya eran cerca de las once de la mañana y el hombre seguía de nuevo como en meditación Zen. Opté no pararle bola al asunto y me puse a jugar un encarnizada partida de ajedrez con mi amigo Pito, quién hacia rato quería ir a darle una aclarada al sospechoso, pues según el, tenía pinta de ser un punga. Lo calmé y seguimos el juego despreocupados, de pronto una de mis socias me llama. Era el tipo, ahí, parado frente a nosotros como queriendo entablar una conversación. Era de mediana estatura, flaco y de sus penetrantes ojos verdes dejaba escapar a veces una mirada huidiza, no daba bien la cara, de pelo ralo y castaño, vestía camisa a cuadritos color café claro con líneas negritas, pantalón negro a rayas y zapatos del mismo color, pero sin medias. Sacó de uno de sus bolsillos un gran mazo de cartas del Tarot Marsellés, ajado y medio borroso por la grasa dejada por sus manos de largos dedos al igual que sus sucias y mal recortadas uñas. No pasaba de los cuarenta: "Suerte - me dijo - ¿quiere vérsela? - Caramba, pensé, resultó ser un charlatán el hombrecito este. - No, respondí, gracias. Guardó las cartas y miró hacia el túnel de Punta de Parra. - El tren, allá viene el tren; dijo indicándomelo con su mano. - ¿Y eso que? dije. Bueno, es que en ese tren me voy jefe. Lo dejé y me fui a terminar la partida. A la cuarta jugada siguiente, perdí una torre, a la sexta, la reina y poco después me clavaron feroz mate. Mi amigo el Pito de la Loza estaba feliz, me ofreció la revancha pero un nuevo llamado de mis socias me obligó a posponer la revancha. Ahí seguía el tipo, sus manos temblorosas se movían como convulsionando. - "Este gallo como que se deshidrato en la playa caramba", pensé. - Que pasa hombre, le pregunto. - Bueno jefe, es que ahí viene el tren y.., - Si, ahí venía el tren de Dichato, puntual a mediodía. - ¿Necesita dinero? le dije. Movió su cabeza negativamente, de sus ojos parecía querer brotar una expresión de ira contenida, entonces para que se terminara de largar, saque una bebida gaseosa diciéndole: - ¿quieres una? Entonces, el individuo, de quien supe después era un gitano cuya carpa estaba levantada cerca de Talcahuano, mirándome fijamente a los ojos me dijo: "refresco no, yo vine por la Pilsener que me ofreciste anoche..". Reaccioné nervioso y a tiritones, como pude metí mano a la nevera, saqué la bendita cerveza, la fui a destapar pero el destapador lo que hacía resbalar una y otra vez de la tapa. El gitano estiró su mano y quitándomela la destapó con sus dientes. Se la mandó al hilo sin respirar siquiera, dejó la botella vacía tirada sobre el mostrador y sin despedirse siquiera, lo vimos pegar veloz carrera hacía la estación para alcanzar su tren. Esa tarde me fuí a casa, mi padre me había confinado a un cuarto pequeño y el resto se lo había alquilado a la familia de César González, más conocido como el "Negro Peter", quién por cierto fuera unos años antes, Campeón Nacional de Boxeo de la categoría pesada. Su esposa María al verme aparecer lo primero que me dijo fue: " Mire que andaba preguntando por usté bien tempranito, un tipo medio estrafalario con pinta de gitano.." Nunca más lo volvimos a ver, ni a escuchar por los alrededores el canto aquel extraño pájaro.

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