sábado, marzo 26, 2011

UNA HISTORIA DE ASALTANTES DE CAMINOS


En esos tiempos llamaban carretero al encargado de guiar una carreta con yuntas de bueyes. Un trabajo de hombres, culturalmente no bien visto para que lo ejercieran mujeres. Estos vehículos de tracción animal bajaban al pueblo de los fundos y parcelas con mercaderías como sacos de carbón de madera y leña de hualle; fruta a granel: peras y manzanas, uva Corinto e Italia. En otoño recorrían las calles de Penco ofreciendo pitarrilla dulce o chicha de uva recién refregada. De vuelta a sus destinos, las carretas llevaban pescada seca (merluza deshidratada al sol), pescado fresco, mariscos, aceite de carreta, fardos de pasto, herramientas, garrafas de vino y abarrotes. La historia que oí alguna vez en Penco se refería a esta actividad, pero con un agregado inesperado. Ocurrió que una campesina, abandonada por un marido borracho e irresponsable, se vio en la necesidad de bajar al pueblo desde los alrededores de Primer Agua para abastecerse. Tenía la carreta, los bueyes y una carga de carbón. Pero, sin el dueño de casa presente, tampoco tenía carretero. Como el apuro era grande por ir a Penco a comprar cosas, se le ocurrió entregar esa responsabilidad a su hijo mayor, Juanito, quien para entonces tenía once años. Madre e hijo enyugaron los bueyes y los sujetaron firmemente a la pértiga de la carreta. Después cargaron como pudieron el vehículo con los sacos de carbón. Ella tomó en brazos a su hija menor de cuatro años y los tres iniciaron la lenta marcha bajando por el áspero camino hacia Penco. Juanito con una picana, guiaba los bueyes. El marido, un borrachín que constantemente merodeaba la casa de la mujer, los siguió y con unos amigotes de mala calaña esperó a que la carreta con su mujer regresaran del pueblo con dinero y alimentos. Planeaba un asalto. Así fue que madre, hijo e hija regresaban cuando la mujer advirtió la presencia de estos malandras en una curva del camino. Estaban agazapados, escondidos detrás de árboles. La carreta con Juanito a la cabeza pasó por allí al tranco lento de los bueyes. La mujer advirtió a su hijo del peligro. Los malacatosos, en tanto, dejaron pasar el vehículo observando el avance de la carreta desde la espesura. Presa fácil, pensó el marido, sonriendo de borracho mientras sus compinches sacaban cuentas por adelantado de los beneficios de ese asalto fácil. Consciente del peligro inminente, la mujer ideó una estratagema que la comunicó a su hijo, improvisado carretero. Como sabían que al caer la noche los delincuentes la atacarían ella ideó que Juanito guiara a los bueyes fuera del camino y entrara con la carreta directamente al monte.
Denso bosque de pinos, fácil para el escondite, en el camino a Primer Agua.
El niño así lo hizo y los bueyes comenzaron a bajar por una pendiente entre las tupidas quilas del sotobosque. Tanto así que la maleza se cerró de nuevo ocultando la pasada de la carreta. Ya de noche y escondidos en el bosque la mujer, Juanito el carretero y la niña de cuatro años, durmieron acurrucados a pocos metros de los bueyes amarrados junto a un arroyo rumiando pasto de un saco. En el silencio se podía oír no muy lejos a los hombres desconcertados buscando la carreta y sus pasajeros entre los árboles. Proferían garabatos y soltaban risotadas. El mayor temor de la mujer era que la niña pequeña comenzara a llorar y su llanto orientara a los malhechores. Pero, lo cierto es que por más que se esforzaron no pudieron dar con el paradero de la familia escondida. Hasta que llegó el día, con el sol alto y cuando otras carretas pasaban por las cercanías, Juanito el carretero enyugó los bueyes, los ató a su carreta y los guió por entre la maleza de la espesura hasta salir al camino para volver a casa. El niño había sorteado una prueba de fuego: conducir con seguridad el vehículo de carga con su familia y evitar un asalto en la soledad del camino a Primer Agua.

3 comentarios:

Vivianne dijo...

Que buena historia, me encanta las palabras que utilizas esas que ya no se mencionan: calaña, malandras, malacatosos, compinches...
Muy buena entrada!!

Nelson Palma dijo...

Vivianne, cómo estás. Tanto tiempo sin saber de ti. Saludos.

Vivianne dijo...

Estoy muy bien Don Nelson, yo le sigo maestro, espero que usted estè bien junto a su familia y mil felicidades por este hermoso blog de Penco, sus lindas historias, personajes, costumbres...Abrazos!!