miércoles, noviembre 02, 2011

LA FERIA QUE LLEGÓ A PENCO PARA QUEDARSE

Vista por dentro de la feria pencona.
Hasta década de 1950 las hortalizas en Penco se compraban en las verdulerías, en el mercado local, a vendedores ambulantes con canastos colgando de los brazos, en huertas de vecinos aplicados a los cultivos o había que ir a la vega de Concepción, un mercado al aire libre que se extendía a lo largo de calle Caupolicán desde Maipú hasta la línea del ferrocarril. La gente volvía con bolsas y pilguas (mallas) enredadas entre sus dedos llenas de productos. Tomaban el tren que tenía un paradero precisamente en Caupolicán y llegaban de regreso a la estación pencona luego de media hora de paciente viaje al ritmo del tac-tac de los vagones.
Porque en Penco no había feria.
Inicio de la feria en Robles esquina Las Heras.
Muchas familias suplían esta falta plantando ellos mismos las verduras necesarias en sus patios interiores. Así se abastecían de choclos, porros, betarragas, cilantro, cebollas.
Esta necesidad rondaba en esferas de la alcaldía, sin duda. Y había quienes proponían abrir una calle para que funcionara una feria al aire libre. Hasta que en el invierno de 1961 o 1962, la autoridad desplegó una gran campaña de información a la comunidad anunciando la propuesta de traer verduras frescas y sanas del norte. La gente se entusiasmó porque Penco dispondría de las mismas hortalizas que se vendían en Santiago. La campaña daba detalles de la procedencia de esas verduras: el valle del Maipo y Melipilla. Los camiones viajarían durante la noche para desplegar sus productos al amanecer, para que así las dueñas de casa de Penco encontraran avanzada la mañana una amplia variedad de productos frescos, cosechados la víspera en las chacras de las cercanías de la capital.
La primera opción para instalar la feria la tuvo la calle Robles. Así una mañana de ese invierno llegaron los primeros dos camiones con lechugas, apio, cebollas y papas. La gente se abalanzó por interés de comprar y por la novedad. Esa primera vez los feriantes recién llegado al pueblo ni siquiera bajaron sus productos para exponerlos en mesas, los comerciantes atendían arriba de sus camiones. Parte de ese equipo se las arreglaba para dormir en lonas debajo de las máquinas. Porque habían viajado toda la noche. Para ellos debió ser imposible conciliar el sueño en pleno día y con tanto bullicio de gente.
La llegada de la feria de hortalizas fue un hito en la historia comercial de Penco, porque cambió las costumbres y puso a la ciudad al ritmo de la cultura de las ferias de la capital. Lo que comenzó como una idea para suplir temporalmente una carencia terminó por quedarse y desarrollarse. Otro de los argumentos para darle luz verde a los camiones fueron los precios bajos, porque se trataría de productores directos. Claro que la abundancia de hortalizas, sin embargo, no fue coherente con la retórica, porque las verduras nunca fueron una ganga. Junto con las ofertas, la feria pencona se convirtió en un paseo público y en un centro para hacer política. Los candidatos no escatiman esfuerzos para darle la mano a sus potenciales electores en la feria de calle Robles.
Una enorme variedad de ofertas y buenos precios se pueden hallar en la feria de Penco.

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