martes, noviembre 29, 2011

EL NIÑO "ZALAGARDA" NO REGRESÓ DE UNA NOCHE DE PESCA

Penco está lleno de historias olvidadas de pescadores que salieron a la mar y no regresaron. Se adentraban en sus botes a capturar la merluza que abundaba de tal manera que algunas veces cardúmenes acorralados por depredadores terminaban varados en la playa. La gente se reunía en las noches de luna menguante con faroles hechos de tarros y velas a pescar las merluzas despistadas ahí donde rompía la ola.
A esta especie se le conocía en Penco como la “pescada”.
Pero, como aquel no era una fenómeno común,  los pescadores se iban en sus botes a remo a capturar pescadas con sus redes y trasmallos mar afuera. Durante el día zurcían las mallas hechas de tela de algodón, revisaban las pequeñas boyas para que las redes no se fueran al fondo. Estos flotadores eran de raíces de matas de chupones y tallos de puyas.
Cuando caía la noche, se despedían y se iban rumbo al centro de la bahía o hacia la boca grande, desde donde se orientaban y decidían adónde lanzar las redes. Este trabajo de largas horas terminaba en la madrugada. Muy de mañana se veía el regreso de los botes con abundante captura de pescadas. La gente iba a la playa a comprar directamente a los pescadores.
Había pescadores de todas las edades. Los viejos eran los menos, los niños eran los más que se sumaban a la aventura de la pesca nocturna en la bahía de Concepción. Recuerdo la imagen de uno de estos niños, cuyo nombre nunca supe, sólo oí que lo llamaban “Zalagarda” seguramente por lo risueño y parlanchín. Era de Cerro Verde.
El “Zalagarda” salía a pescar y ganarse el sustento, en los botes con sus parientes pescadores. Cuando él estaba en la tripulación, las tallas llovían. Contaban que el “Zalagarda” cantaba en voz alta y que su voz se escuchaba en las noches en el ámbito de la pesca mar afuera. Durante esa faenas lo tenían que hacer callar para que no ahuyentara a las pescadas. Un niño púber, entretenido y querido.
Pero, la actividad de la pesca no se daba siempre en condiciones de lago quieto. A veces se levantaba un sorpresivo viento norte y el mar se crispaba. Esos pescadores no disponían de los pronósticos meteorlógicos que pudieran manejar hoy. Una noche, el bote que llevaba a bordo al “Zalagarda” quedó atrapado en una marejada, volcó y se hundió. Los pescadores que horas después salieron en su búsqueda sólo hallaron flotando remos, parte de los aparejos y las boyas de raíz de matas de chupones y puyas.
El “Zalagarda” sumó su nombre o su sobrenombre a la desconocida lista de pescadores de Penco que no regresaron y cuyos restos no aparecieron.

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