martes, abril 16, 2013

UNA NOCHE PENCONES EN MASA MIRARON AL PLANETA MARTE

El actor Orson Welles en su interpretación de La Guerra de Los Mundos por la radio CBS en Nueva York (1938).
A pesar de los avances y de las investigaciones científicas, el planeta Marte sigue siendo más un misterio que un espacio cercano como lo revelan las imágenes de los robots enviados allí. En youtube muestran supuestas fotos no autorizadas y mantenidas en secreto de ciudades marcianas destruidas, de pirámides y de rostros humanos que miran hacia acá. Si eso es así hoy, imagínese cómo sería antes...


El planeta Marte fotografiado  por un telescopio.
En 1957 el planeta Marte tuvo una de sus aproximaciones periódicas a la Tierra, alcanzando una distancia de menos de sesenta millones de kilómetros una noche de septiembre de ese año. Un astrónomo diría “esto no tiene nada de extraño” porque ha sido siempre así y lo seguirá siendo. En sus giros en torno al Sol, en algún momento ambos planetas se encuentran y se alinean. En tal caso Marte se ve claramente arriba como un lucero de tono anaranjado. Sin embargo, hay que prestar atención para descubrirlo en medio de las estrellas. Eso fue lo que ocurrió esa noche, según las noticias científicas.

Una radio de Concepción –entonces Penco no tenía emisora— preparó una programación especial esa noche imitando el radioteatro de la Guerra de Los Mundos de H.G. Wells que hizo temblar a Nueva York en octubre de 1938 con el escalofriante relato del actor Orson Welles acerca de la invasión marciana. Fue una transmisión de la CBS que pasó a la historia por su impacto emocional. Es probable que la emisora penquista que hizo la historia haya sido la entonces radio Araucanía, con un locutor muy creativo o imitativo. Lo cierto es que esa noche limpia y clara de primavera, el animador inició su relato diciendo que debido a la proximidad de Marte su radio había establecido contacto con una civilización marciana también muy atenta a lo que pasaba en la Tierra. Y que un colega suyo de allá quería decir cosas sobre lo que ellos veían que ocurría por aquí. En la noche marciana era posible distinguir la Tierra, agregaba el personaje de otro mundo y añadía que veía mucha discordia y falta de hermandad entre los terrícolas.

En los hogares de Penco, a esas alturas del programa, la gente comenzó a aumentar el volumen de los receptores para escuchar mejor. El diálogo estaba entretenido y amenazante porque el marciano decía que si las cosas seguían mal por estos lados ellos tendrían que actuar. El locutor de Concepción respondía diciendo que no era para tanto no fuera que los marcianos partieran para acá en sus cohetes a poner orden. En medio de este relato radial, el locutor penquista dijo que se interrumpía brevemente la comunicación para dar paso a los comerciales. Rota la magia por los avisos pero con el suspenso en aumento, nadie sabía si esperar a que volviera el cuento o si había que salir a la calle para verificar esta situación. Fue de este modo. Hubo muchas personas mayores y adultos jóvenes que dejaron sus hogares y se asomaron a la calle para mirar al cielo. La noche despejada mostraba a Marte titilando en un cielo bellamente estrellado. ¿Dónde está el cable de comunicaciones?, decían algunas personas. ¿Tiene que haber una línea telefónica entre la radio de Concepción y el planeta?, decían otros…
Durante nuestra historia pencona de Marte, las comunicaciones por satélite aún no eran una realidad.
El término de la tanda publicitaria llamó de nuevo a los curiosos a meterse en las casas a escuchar la radio. El locutor siguió conversando con su colega marciano en perfecto castellano sobre asuntos comunes como la paz mundial, las enfermedades (ellos estaban más desarrollados, según decían desde allá), los deportes (también se jugaba fútbol ahí), etc. Al poco rato, los mayores entendieron que se trataba de un programa de ficción muy entretenido y bien hecho. No así los niños, quienes recién salieron del hechizo, cuando al cabo de media hora de programa el locutor marciano dijo que ellos allá, al igual que acá, vestían en la tienda Perrot, que tenía sucursal en Concepción y que había auspiciado la “comunicación” interplanetaria. No faltaron los frustrados que salieron de nuevo a la calle para mirar al cielo, ubicar a Marte y pensar cómo nos cambiaría la vida en la Tierra si alguien de nosotros pudiera llegar allá algún día y entablar una conversación con marcianos.

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