sábado, noviembre 30, 2013

CHENKO, AGRADECIDO DE LA COMUNIDAD DE PENCO

Toda su vida el Chenko (Óscar Muñoz, 70) ha sido un hombre de acción. Deportista: basquetbolista, futbolista, boxeador. Trabajador: obrero múltiple, refinero y locero, chofer. Un hombre sin vicio. Ni tabaco, ni alcohol. Es conocido y querido en Penco, ciudad a la que llegó con sus padres y hermanos cuando tenía cinco años de edad. Los Muñoz provenían de Yungay. Cuando pasaron los años y ya de adulto Chenko conoció a Juanita Figueroa, deportista e hija de refinero, con quien se casó. 
Chenko en sus años juveniles junto a su camión.
Sin embargo, en octubre de 1986 un hecho inesperado impactó profundamente a la familia Muñoz Figueroa. Una de sus hijas: Zuyin, de siete años, falleció víctima de leucemia. Cuando a la niña le diagnosticaron la enfermedad, recuerda Chenko, él se puso de inmediato en campaña: juntar dinero para enfrentar el carísimo tratamiento que incluía unas inyecciones que había que importar de Estados Unidos.  Eran los años duros de la dictadura y a Óscar se le agotaron rápidamente los ahorros. Para seguir luchando,  sólo le quedaba vender su casa.
Chenko no olvida que en esa complicada circunstancia, recibió el espontáneo apoyo de la comunidad de Penco  a través de amigos, conocidos y de algunas organizaciones. “Venían a mi casa y me entregaban algún dinero, fruto de esfuerzos y ahorros. Agradezco de corazón a todas esas personas que con grandes sacrificios compartieron conmigo mi pena ayudándome con lo que pudieron para salvar a mi Zuyín”, recuerda con emoción. Los aportes que recibió provinieron del bolsillo de los más adinerados hasta de humildes mariscadores. Llegaban a golpear la puerta de su casa para contribuir. Pero, esa lucha épica contra la leucemia tuvo su desenlace el 24 de octubre de 1986.
El funeral de Zuyín fue un acontecimiento para recordar en Penco. Centenares de niños acompañaron a Chenko y Juanita hasta el cementerio local, donde la pequeña urna blanca fue depositada en un nicho.
Después del fallecimiento hubo dinero, fruto de las donaciones recibidas, que no se alcanzó a ocupar en el tratamiento contra la enfermedad. Fue entonces que Chenko decidió devolverlo a la comunidad. Con ese fin se reunió con las distintas personas que lo ayudaron para expresarles su agradecimiento y su intención de entregarles de los recursos que no se usaron. Pero, en todos los casos, desde el más rico al más pobre, la respuesta fue la misma que se quedara con el dinero. Sin embargo, una de esas voces le sugirió invertir los recursos en la construcción de un bonito mausoleo. Y así lo hizo, un conocido del cementerio de Penco le propuso un proyecto con tres nichos. Terminada la construcción, los restos de Zuyín fueron traslados a ese lugar donde descansan ahora.
Chenko visita regularmente la tumba de Zuyín.
Han pasado 27 años desde la muerte de la niña. Junto al mausoleo la voz de Chenko se quiebra y sus ojos se llenan de lágrimas: por el recuerdo de su amorosa Zuyín y por la solidaria respuesta recibida de la comunidad de Penco que no lo abandonó y lo ayudó hasta el final. Decíamos que Chenko es un hombre de acción, agreguemos también que es un tremendo agradecido de la solidaridad pencona. 

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