lunes, diciembre 22, 2014

NAVEGANDO EN KAYAKS EN EL MAR DE PENCO

El primer negocio de kayaks que hubo en Penco. A la derecha, el emprendedor Heriberto Ramos (Mario Rey).
          Por la mente de Heriberto Ramos no pasó jamás la idea que una deuda que José Rodríguez tenía con él se convertiría en un tremendo negocio. En efecto, Rodríguez, conocido en Penco como el Chepo, mueblista, deportistas y dirigente del club Atlético, le propuso a Ramos, gran cantante de nombre artístico Mario Rey, si aceptaba saldar esa deuda con la entrega de unas maderas. Mario Rey, quien a la sazón estaba sin trabajo, aceptó y recibió en su casa un buen número de tablas de pino lisas, anchas y de poco espesor ¿Qué destino darle a ese material que rindiera dinero? Y he aquí que se le ocurrió construir kayaks para arrendarlos en la playa local. Comenzaba el verano de 1976.
       Sobre un papel dibujó la primera embarcación deportiva unipersonal. Después cortó las maderas, les dio forma combada, hecho que no le costó tanto porque las tablas eran delgadas. Se fue a Lirquén donde unos amigos estibadores y se consiguió unas lonas blancas muy resistentes, llamadas tela de buque cuyas piezas estaban arrumbadas junto al muelle. Con ese material forró el prototipo de kayak. Tachuelas y costura a mano dieron a la lona la tensión necesaria. Después, cuatro manos de pintura al óleo y listo el primer kayak made in Penco.

Dos momentos en la vida de Mario Rey, en la foto de más arriba aparece cantando en el día de hoy; abajo, durante una presentación artística en una radio de Concepción en los años sesenta. Rey es quien está a la izquierda de la imagen.

       El remo, con paletas en los dos extremos fue lo menos complicado. Llevó su kayak a la playa y lo probó con éxito en el mar. La embarcación era estable y navegaba con rapidez. De inmediato se puso a construir más kayaks de la serie. Como ya había probado con el primero, los otros salieron más fáciles. Cuando estaba listo para iniciar su negocio de arrendar kayaks para los turistas en la playa pencona, el alcalde de la época se lo impidió. Le negó todo permiso.
        Mario Rey no se quedó con la respuesta. Se dirigió a Lirquén donde pidió una audiencia con el capitán de puerto. Le dijo a la autoridad marítima cuál era si idea y el rechazo de la autoridad edilicia. El marino lo oyó con atención y le respondió que el alcalde no tenía jurisdicción sobre el sector de la playa donde iba a operar el negocio. Antes de darle el vamos, le ordenó a un grumete de su repartición que probara el kayak que Mario Rey había llevado. El marinero echó la embarcación al agua, saltó sobre ella, tomó el remo de dos palas y comenzó a navegar. Alcanzó el cabezal del muelle, pasó por detrás de un barco y regresó sin problemas a entregar el informe técnico a su jefe. “Es muy bueno este kayak mi capitán, es mejor que los que tenemos en la escuela de Grumetes”, dijo el marino. El jefe miró a Mario y le dijo ¡póngase usted a trabajar!.
José Rodríguez, el Chepo,
saldó su deuda pagando 
con maderas de su propiedad.
          Mario Rey y su esposa Juventina Inostroza recuerdan hoy que ganaron mucho dinero durante esa temporada. La gente hacía cola en la playa para arrendarle los kayaks que tenían precios por hora y medias horas. En algún momento el capitán pasó por el sector y le preguntó a Mario que cómo iba el negocio y lo felicitó por su iniciativa. El pequeño empresario de kayaks, eso sí, tenía que estar en la playa todos los días con jornadas completas. Juventina le preparaba almuerzos que él se servía en una ramada junto al casino Oriente. «Todos los días almuerzo en el Oriente», contaba a sus amigos él muy serio. Algunos no podían creer que el negocio fuera tan rentable como para que su dueño se diera lujos de mantel largo muy difíciles para un pencón de renta mediana. «Lo que yo no les decía», recuerda Ramos con picardía, «es que almorzaba debajo de la ramada con los pies metidos en la arena, no en los salones del casino».

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