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Racimos de uva Italia momentos antes de ser cortados de las parras. |
En abril la gente esperaba las uvas que provenían de las
lomas de la cordillera de la costa; ésas que se producían en rulo en parras de
tronco corto casi a ras del terreno. A muchos les parecía que entre más cerca
del suelo crecían y maduraban los racimos, el fruto era más sabroso. Este
producto llegaba a Penco en carretas tiradas por bueyes, que bajaban desde
lugares cercanos: Roa, Cieneguillas, Guariligüe, Peña Blanca, Florida. Los
racimos venían acomodados en cajones. Las variedades más familiares eran la Corinto
(tempranera) y la Italia, más tardía. Las cargas también incluían las uvas
negras país. ¡Inigualable el dulzor de estos frutos! Los baquianos picana en
ristre con sus carretas iban por las calles ofreciendo el producto de su
vendimia. Ellos cuidaban de la buena presentación: racimos enteros, no
desgajados, con todos sus granos. Esta oferta era una fiesta callejera, una
tradición, un clásico en Penco.
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Uva negra de viña El Quillay, Portezuelo. |
La imagen de los vendedores de uva a granel ––directa del
productor al consumidor–– era coherente con el entorno. Las carretas se
entrecruzaban en nuestras calles de tierra o adoquinadas. Algunas llevaban otras frutas: manzanas, peras. Sin embargo, el mayor número de estos rústicos medios de transporte no ofrecían frutos sino sacos de carbón o leña de madera nativa de excelente calidad
para el fuego. Respecto de esto último, no todos los campesinos vendían la leña cortada a la medida de
las cocinas o estufas, muchos ofrecían los palos secos de dos o tres metros de
largo. Había una diferencia en el precio, por cierto; más cara, aquella lista
para echarla al fuego.
Tan familiares como las carretas eran los carretones tirados
por caballos que no provenían de los campos. Los empleaban los almacenes pencones para distribuir mercaderías al
por mayor.
Pero, no sólo carretas con yuntas de bueyes circulaban por
todas partes en Penco; también iba gente montada en caballos con sus atuendos,
montura, sombrero, chupalla y rebenque. Y no eran unos pocos, si a ello sumamos
que Carabineros tenía ganado en pesebreras detrás de la antigua comisaría. Parejas
de policías montadas circulaban con frecuencia por las calles de Cerro Verde y
Lirquén. Y, por otro lado, cabalgaban los mencionados jinetes que bajaban a
Penco para trámites o para hacer compras.
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Carabineros en patrullaje en Cerro Verde. |
Pero, volvamos al tema del comienzo. Abril con las carretas con
uvas marcaban el final de las ofertas de la temporada estival de los campos. Y
los racimos de Italia, los tardíos eran los más dulces del pasado verano. Una
característica de esta oferta doméstica fueron las abejas. Cebadas por los
jugos de los granos pegajosos por el sol volaban en buena cantidad alrededor de
las carretas. Por eso, luego de comprar, el carretero advertía de tener mucho
cuidado para no enredarse con ellas y sufrir un lancetazo.
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Alejandro Millao y Gladys Ponce, viñateros de El Quillay en Portezuelo en plena labor de vendimias. |
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