Scouts de la "Legrand" en desfile matinal (1955). Foto tomada del calendario municipal de Penco y editada para el propósito de esta crónica. |
Ocurría
con frecuencia para los 21 de mayo y para los 18 de septiembre. Después de
desfilar con la formación scout desde las primeras horas, a las 10 de la mañana
el estómago ya no daba más de hambre, de decaimiento. Los retortijones de
tripas resultaban inaguantables. Porque para salir temprano y a la carrera para
marchar, uno olvidaba el desayuno recomendado. El deber estaba primero. Sin
embargo, la brigada “Armando Legrand” (después la brigada pasó a llamarse
grupo) tenía buenos padrinos y madrinas en el Rotary Club local que además, era
gente intuitiva, colaboradora, entusiasta y querendona. Por eso, las penurias de marchar
“con la guata pelá” tenían una sabrosa solución en dichas ocasiones. El
presidente del Rotary fue por algunos años el doctor Emilio Suárez, quien
calculaba con pleno conocimiento y sentido común que a las 10 de la mañana los
muchachos y niños de la “Legrand” estarían desfallecientes. Por su iniciativa y
la amorosa colaboración de su señora (Inés Braun) la familia ofrecía un
contundente desayuno a la hora mencionada. Y no éramos pocos, quizá unas
sesenta bocas hambrientas.
Desglosemos a la “Legrand” al momento
de ese desayuno. Comencemos por la banda de guerra: un guaripola, seis
tambores, diez flautines y sus trompetas, un ejecutor del bombo y uno de
platillos. (Corresponde mencionar aquí al trompetista Monroy por su
conocimiento de marchas: “San Lorenzo”, “Yungay”,
“Penachos Rojos”. Durante los desfiles Monroy gritaba el nombre de la melodía
que había que tocar a continuación cuando la que estaba en curso terminaba:
“¡San Lorenzoooooooo!” Y se iniciaba esa marcha al instante).
Más atrás en la formación venían el
abanderado y sus dos escoltas, seguidos de la jefatura, integrada por tres
personas. Después, un grupo de seis “rovers”. Y de ahí hacia el final, la tropa: Tres patrullas de seis miembros cada una, tres manadas de lobatos de
cuatro cada una y finalmente dos scouts corpulentos de retaguardia con
botiquines para emergencias.
Cumplidas las obligaciones del
desfile de calle, la formación se dirigía a una recepción matinal en la casa
del doctor Suárez en la calle Penco 290 la
que se realizaba en un amplio patio interior. Allí terminaban las penurias. Antes
de “atacar” directo a las cosas para comer, la tropa seguía las rutinas de
saludo a los dueños de casa encabezados por el doctor y la señora Inés. Una
breve serenata de la banda antecedía al desayuno. La jefatura agradecía el
gesto y solicitaba el permiso correspondiente. El doctor asentía con la cabeza.
Mesas instaladas a cielo abierto aguardaban con grandes vasos de vidrio con
leche con plátano, tazas de café, chocolate caliente, sándwiches con pan
especial preparados por la señora Inés, Clarita y la señorita Flora, y
deliciosos kuchen de manzanas elaborados siguiendo la receta de la dueña de
casa. Era un festín.
Los scouts en ayunas gozábamos de todas esas
exquisiteces y golosinas brindadas con cariño, pero no imaginábamos la
producción y el trabajo que significaba atender a tanta gente. Los
organizadores conseguían en calidad de préstamo el equivalente de sesenta vasos
de vidrio en la cristalería Skiavi en Concepción, gracias a los buenos oficios de
su gerente don Lautaro Olavarría, quien era hermano de don Óscar Olavarría,
conocido vecino de Penco. La señora Inés Braun, a su vez encargaba a don Armando Jofré, de la
panadería, hallullas especiales para la preparación de los sándwiches que
se servirían esa mañana a los scouts de la “Legrand”.
Finalizado el desayuno, la jefatura
disponía que la tropa expresara su agradecimiento por el agasajo. Los niños y
los jóvenes cantaban temas escautivos, daban gritos guiados por patrulla y
Monroy levantaba su trompeta para un toque de campaña. Los dueños de casa
respondían con sonrisas y aplaudían también. ¡Cómo olvidar tan ricos desayunos!
2 comentarios:
mi padre aparece en esa foto
desfilando
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