Juan Arroyo Menke durante su viaje becado a Japón. |
Ha fallecido en Santiago, ciudad en
la que residía, don Juan Arroyo Menke (1931-2018), ingeniero químico que se desempeñó por
muchos años en Fanaloza, empresa en la que ocupó numerosos cargos a lo largo de
tres décadas; una de ellas, jefe de laboratorio. Junto con lo anterior, el
señor Arroyo fue una persona muy conocida en Penco, no sólo por sus responsabilidades
profesionales sino por actividades de bien social, fue uno de los socios fundadores del Rotary
Club local junto con el doctor Emilio Suárez. En sus horas libres, que eran
escasas, asumió tareas académicas. En el Liceo Vespertino de Penco se desempeñó
como profesor ad honorem de matemáticas e inglés.
Mientras estuvo con su familia en
Penco residió en la casa de Maipú 235 frente a la plaza, entre las casas de las
familias Moena y González. En su calidad de jefe de laboratorio de Fanaloza
hizo grandes esfuerzos junto a su colega químico Fernando Pulgar, para rebajar
el plomo en los barnices que para entonces se usaban en la cerámica, por la
alta toxicidad que representaba ese elemento para la salud de los trabajadores.
Gracias a los estudios que realizó en
Japón introdujo en la línea de productos de Fanaloza la cerámica bone china, de
finísima calidad y orgullo de la industria de Penco.
Cuando regresó a Santiago con su
familia se estableció en su casa de avenida Recoleta. Fue en ese lugar donde
recibió al redactor de esta nota para hablar sobre la industria locera pencona
en el marco de la preparación del documental “La Loza Blanca de Penco”,
actualmente en exhibición en el Museo local. Hay numerosos aspectos de su vida
y contribución a nuestra ciudad que iremos agregando en los próximos días a
esta crónica.
Su hijo, Juan Arroyo Díaz, a solicitud
nuestra, ha elaborado una semblanza de su padre que agregamos a continuación. En la nota enviada a este redactor, nos dijo:
El señor J. Arroyo M. en su escritorio, mencionado en esta presentación por su hijo J. Arroyo D. A la derecha, M. Suárez. |
«Estimado Nelson: Desde la calle Recoleta, desde el mismo escritorio que conociste, cuando nos visitaste junto a Manuel Suárez, incluso desde el pc y desde el propio mail de mi padre, he utilizado para enviarte, una sencilla minuta, que te permita generar la nota que deseas publicar en el blog.
Aprovecho la ocasión, para felicitarte por haber desarrollado y mantenido tanto tiempo este blog de Penco; que especialmente para mis paisanos que vivimos lejos, cuando leemos cada uno de sus artículos, rompemos las barreras del espacio y del tiempo».
ASPECTOS DE LA VIDA DE DON JUAN ARROYO MENKE (1931-2018)
Por
Juan Arroyo Díaz
El 20 de marzo recién pasado, en la
ciudad de Santiago, falleció a la edad de 86 años, Juan Arroyo Menke
(Q.E.P.D).
Él nació en 21 de junio de 1931, en
Santiago. Fueron sus padres Juan Arroyo Gutiérrez y su madre,
Marta Menke Taiss. Fue hijo póstumo, ya que su padre falleció antes que
él naciera. Por lo anterior, su madre, tuvo que luchar fuertemente para poder
lograr mantener su hogar y gracias al muy buen desempeño escolar Juan Arroyo
logró estudiar becado en el emblemático Liceo Barros Arana. Posteriormente,
también gracias a sus notas excelentes, logró ingresar a la Universidad Técnico
Federico Santa María, donde estudió Ingeniería Química.
Juan Arroyo y Elena Díaz, el día de su matrimonio. |
De inmediato, aun estando en
Valparaíso, recibió una oferta de trabajo de Fanaloza y él sin pensarlo, apuró
su matrimonio, con su prometida, Elena Diaz Bustos, hoy su viuda, con la cual
estuvo casado por más de 60 años. El matrimonio tuvo cuatro hijos. Se estaba
iniciando la década de los años 50 y en ese entonces, los medios de locomoción
no eran lo que son hoy día, por lo cual,
ya en su viaje a Penco, él percibió que su decisión había sido audaz; ya
que los Ingenieros de la Santa María, eran muy cotizados y se podría haber
empleado perfectamente en una firma de Santiago.
Al llegar con su esposa a Penco, fue
cálidamente acogido por los vecinos. Fruto de esta cercanía y en conjunto con
varios de ellos –incluido el doctor Emilio Suárez– dieron forma al Rotary Club de Penco. También, fue destacable, que viendo la
situación de falta de recursos de los establecimientos educacionales en ese
entonces en Penco, tomó la decisión de incorporarse como profesor de inglés y
de matemáticas en el naciente liceo local, trabajo que desempeñó por varios
años en forma honorífica.
En lo profesional, la labor de Juan
Arroyo Menke, en su calidad de Ingeniero Químico, fue fundar y desarrollar la
parte técnica que permitió a Fanaloza, lograr producir productos de un alto
estándar de mercado, que le brindaron reconocimiento nacional e internacional
el que perdura hasta hoy. Dado su gran
capacidad intelectual, unido al hecho de que hablaba varios idiomas
(inglés, alemán, francés, portugués, francés, hebreo y japonés) en el transcurso de su carrera `profesional,
le correspondió asistir a muchos seminarios técnicos en diferentes países, en
todos los cuales destacó exponiendo el alto nivel de la industria locera. En
este contexto es digno destacar que fue
el primer chileno de la especialidad en obtener una beca del gobierno japonés en forma
directa, hecho que lo llevó a vivir en Japón por un año, a principios de la
década del 70.
Su carácter introvertido,
reservado, respetuoso en el trato con
los demás le granjeó muy buenas relaciones con los trabajadores de Fanaloza,
las que siempre fueron muy respetuosas y cordiales, sin importar si se trataba
de un alto ejecutivo o un modesto obrero. Hubo un hecho relevante a este
respecto, cuando en el gobierno del Presidente Salvador Allende se intervino
Fanaloza; su interventor, otro connotado vecino de Penco, el profesor Rosauro
Montero al ser requerido desde Santiago para evaluar y eventualmente sustituir
la planta gerencial, respondió: «Don Juan Arroyo por ningún motivo será
destituido».
Su paso profesional por Fanaloza fue
extenso, de hecho fue el único trabajo que tuvo por más de tres décadas. Era
muy común verlo caminar absolutamente absorto en sus pensamientos, como buen
intelectual, desde su casa en calle
Maipú, frente a la plaza, continuando por calle Freire hasta la industria. Aficionado a la música clásica y al ajedrez,
compartía estos gustos con otro notable vecino pencón, don Ignacio Fonseca.
Cuando se declaró la quiebra de
Fanaloza, él siguió trabajando en el periodo de continuidad de giro. Así, al
asumir los nuevos dueños, encabezados por Feliciano Palma continuó por algún
tiempo. Sin embargo, al poco andar de la nueva propiedad, no estuvo de acuerdo
a como se empezó a manejar la empresa, especialmente por el declive en la calidad de sus productos y
el deterioro en la relación, cada vez menos profesional, con los trabajadores.
Precisamente su salida se precipitó porque la nueva administración, en un
episodio lamentable pretendió despedir a un trabajador sin pagarle su justa
indemnización por lo que necesitaba acusarlo de actividades de sabotaje contra
la empresa. Para tal oscuro propósito, los nuevos ejecutivos le pidieron a Juan
Arroyo que declarara en favor de la empresa dando un testimonio falso contra ese
trabajador. A lo que el ingeniero se negó rotundamente, que no declararía
contra un buen trabajador, que lo que en justicia correspondía, dijo, era la
indemnización. Frente a esta franca respuesta, los nuevos dueños lisa y
llanamente le dijeron que en ese entendido se tenía que ir. De esta forma y en
esta circunstancia tan absurda, Juan Arroyo
dio un paso al costado, terminando su vida laboral en Fanaloza (para
entonces Loza Penco).
Lamentablemente, Juan Arroyo, como a
muchos otros trabajadores, que laboraron en Fanaloza, el haber estado expuesto
a un medio ambiente laboral de alta contaminación –hay que tener presente, que en esos años,
las exigencias de la ley de accidentes del
trabajo y enfermedades profesionales, eran mínimas– su sistema respiratorio
resultó muy afectado por lo cual el
clima de Penco no le hacía bien. Por eso se fue a vivir a Santiago, al barrio
Recoleta, justo frente al Cementerio General, a una casa que había heredado de
su madre, en la cual incluso había nacido
y ahí pasó sus últimos años, llevando una vida modesta y sobria.
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