domingo, marzo 25, 2018

LAS FRUCTÍFERAS 3 DÉCADAS DE DON JUAN ARROYO MENKE EN PENCO

Juan Arroyo Menke durante su viaje becado a Japón.

                Ha fallecido en Santiago, ciudad en la que residía, don Juan Arroyo Menke (1931-2018), ingeniero químico que se desempeñó por muchos años en Fanaloza, empresa en la que ocupó numerosos cargos a lo largo de tres décadas; una de ellas, jefe de laboratorio. Junto con lo anterior, el señor Arroyo fue una persona muy conocida en Penco, no sólo por sus responsabilidades profesionales sino por actividades de bien social,  fue uno de los socios fundadores del Rotary Club local junto con el doctor Emilio Suárez. En sus horas libres, que eran escasas, asumió tareas académicas. En el Liceo Vespertino de Penco se desempeñó como profesor ad honorem de matemáticas e inglés.
          Mientras estuvo con su familia en Penco residió en la casa de Maipú 235 frente a la plaza, entre las casas de las familias Moena y González. En su calidad de jefe de laboratorio de Fanaloza hizo grandes esfuerzos junto a su colega químico Fernando Pulgar, para rebajar el plomo en los barnices que para entonces se usaban en la cerámica, por la alta toxicidad que representaba ese elemento para la salud de los trabajadores.
         Gracias a los estudios que realizó en Japón introdujo en la línea de productos de Fanaloza la cerámica bone china, de finísima calidad y orgullo de la industria de Penco.
         Cuando regresó a Santiago con su familia se estableció en su casa de avenida Recoleta. Fue en ese lugar donde recibió al redactor de esta nota para hablar sobre la industria locera pencona en el marco de la preparación del documental “La Loza Blanca de Penco”, actualmente en exhibición en el Museo local. Hay numerosos aspectos de su vida y contribución a nuestra ciudad que iremos agregando en los próximos días a esta crónica.
         Su hijo, Juan Arroyo Díaz, a solicitud nuestra, ha elaborado una semblanza de su padre que agregamos a continuación. En la  nota enviada a este redactor, nos dijo: 


El señor J. Arroyo M. en su escritorio, mencionado en esta
presentación por su hijo J. Arroyo D.  A la derecha, M. Suárez.

«Estimado Nelson: Desde la calle Recoleta, desde  el mismo escritorio que conociste, cuando nos visitaste junto a Manuel Suárez,  incluso desde el pc y desde el propio mail de mi padre, he utilizado para enviarte, una  sencilla minuta, que te permita generar la nota que deseas publicar en el blog. 

Aprovecho la ocasión, para felicitarte por haber desarrollado y  mantenido tanto tiempo este blog de Penco; que especialmente para mis paisanos que vivimos lejos, cuando leemos cada uno de sus artículos, rompemos las barreras del espacio y del tiempo».






ASPECTOS DE LA VIDA DE DON JUAN ARROYO MENKE (1931-2018)


Por Juan Arroyo Díaz

           El 20 de marzo recién pasado, en la ciudad de  Santiago, falleció  a la edad de 86 años, Juan Arroyo Menke (Q.E.P.D).
        Él nació en 21 de junio de 1931, en Santiago. Fueron sus padres Juan Arroyo Gutiérrez y  su madre,  Marta Menke Taiss. Fue hijo póstumo, ya que su padre falleció antes que él naciera. Por lo anterior, su madre, tuvo que luchar fuertemente para poder lograr mantener su hogar y gracias al muy buen desempeño escolar Juan Arroyo logró estudiar becado en el emblemático Liceo Barros Arana. Posteriormente, también gracias a sus notas excelentes, logró ingresar a la Universidad Técnico Federico Santa María, donde estudió Ingeniería Química.
Juan Arroyo y Elena Díaz, 
el día de su matrimonio.

        De inmediato, aun estando en Valparaíso, recibió una oferta de trabajo de Fanaloza y él sin pensarlo, apuró su matrimonio, con su prometida, Elena Diaz Bustos, hoy su viuda, con la cual estuvo casado por más de 60 años. El matrimonio tuvo cuatro hijos. Se estaba iniciando la década de los años 50 y en ese entonces, los medios de locomoción no eran lo que son hoy día, por lo cual,  ya en su viaje a Penco, él percibió que su decisión había sido audaz; ya que los Ingenieros de la Santa María, eran muy cotizados y se podría haber empleado perfectamente en una firma de Santiago.
         Al llegar con su esposa a Penco, fue cálidamente acogido por los vecinos. Fruto de esta cercanía y en conjunto con varios de ellos –incluido el doctor Emilio Suárez–  dieron forma al Rotary Club de Penco.  También, fue destacable, que viendo la situación de falta de recursos de los establecimientos educacionales en ese entonces en Penco, tomó la decisión de incorporarse como profesor de inglés y de matemáticas en el naciente liceo local, trabajo que desempeñó por varios años en forma honorífica.
         En lo profesional, la labor de Juan Arroyo Menke, en su calidad de Ingeniero Químico, fue fundar y desarrollar la parte técnica que permitió a Fanaloza, lograr producir productos de un alto estándar de mercado, que le brindaron reconocimiento nacional e internacional el que perdura hasta hoy.  Dado su gran capacidad  intelectual,   unido al hecho de que hablaba varios idiomas (inglés, alemán, francés, portugués, francés, hebreo y japonés)  en el transcurso de su carrera `profesional, le correspondió asistir a muchos seminarios técnicos en diferentes países, en todos los cuales destacó exponiendo el alto nivel de la industria locera. En este contexto es digno destacar que fue  el primer chileno de la especialidad en obtener  una beca del gobierno japonés en forma directa, hecho que lo llevó a vivir en Japón por un año, a principios de la década del 70.
        Su carácter introvertido, reservado,  respetuoso en el trato con los demás le granjeó muy buenas relaciones con los trabajadores de Fanaloza, las que siempre fueron muy respetuosas y cordiales, sin importar si se trataba de un alto ejecutivo o un modesto obrero. Hubo un hecho relevante a este respecto, cuando en el gobierno del Presidente Salvador Allende se intervino Fanaloza; su interventor, otro connotado vecino de Penco, el profesor Rosauro Montero al ser requerido desde Santiago para evaluar y eventualmente sustituir la planta gerencial, respondió: «Don Juan Arroyo por ningún motivo será destituido».
        Su paso profesional por Fanaloza fue extenso, de hecho fue el único trabajo que tuvo por más de tres décadas. Era muy común verlo caminar absolutamente absorto en sus pensamientos, como buen intelectual,  desde su casa en calle Maipú, frente a la plaza, continuando por calle Freire hasta la industria.  Aficionado a la música clásica y al ajedrez, compartía estos gustos con otro notable vecino pencón,  don Ignacio Fonseca.
Al centro de la foto, de izquierda a derecha, el doctor Emilio Suárez; la señora Elena Díaz de Arroyo; don Juan Arroyo y la señora Inés Braun de Suárez. La reunión corresponde a una cena del Rotary Club de Penco.

        Cuando se declaró la quiebra de Fanaloza, él siguió trabajando en el periodo de continuidad de giro. Así, al asumir los nuevos dueños, encabezados por Feliciano Palma continuó por algún tiempo. Sin embargo, al poco andar de la nueva propiedad, no estuvo de acuerdo a como se empezó a manejar la empresa, especialmente por  el declive en la calidad de sus productos y el deterioro en la relación, cada vez menos profesional, con los trabajadores. Precisamente su salida se precipitó porque la nueva administración, en un episodio lamentable pretendió despedir a un trabajador sin pagarle su justa indemnización por lo que necesitaba acusarlo de actividades de sabotaje contra la empresa. Para tal oscuro propósito, los nuevos ejecutivos le pidieron a Juan Arroyo que declarara en favor de la empresa dando un testimonio falso contra ese trabajador. A lo que el ingeniero se negó rotundamente, que no declararía contra un buen trabajador, que lo que en justicia correspondía, dijo, era la indemnización. Frente a esta franca respuesta, los nuevos dueños lisa y llanamente le dijeron que en ese entendido se tenía que ir. De esta forma y en esta circunstancia tan absurda, Juan Arroyo  dio un paso al costado, terminando su vida laboral en Fanaloza (para entonces Loza Penco).
         Lamentablemente, Juan Arroyo, como a muchos otros trabajadores, que laboraron en Fanaloza, el haber estado expuesto a un medio ambiente laboral de alta contaminación  –hay que tener presente, que en esos años, las exigencias de la  ley de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales, eran mínimas– su sistema respiratorio resultó  muy afectado por lo cual el clima de Penco no le hacía bien. Por eso se fue a vivir a Santiago, al barrio Recoleta, justo frente al Cementerio General, a una casa que había heredado de su madre, en la cual incluso había nacido  y ahí pasó sus últimos años, llevando una vida modesta y sobria.

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