domingo, mayo 13, 2018

«PIN» PUENTES: LAS EMOCIONES DE VISITAR PENCO DESPUÉS DE TAN LARGA AUSENCIA

Enrique Puente y su señora Elena Marín Z. 
 NOTA DE LA EDITORIAL: Enrique «Pin» Puentes, pencón con residencia en Australia, estuvo de visita en Chile y en Penco en octubre del 2017, por tanto, le solicité tuviera a bien contarnos sus vivencias y sentimientos de su breve regreso y estada en el terruño después de una ausencia tan prolongada, para incluirlas en nuestro blog. Enrique tuvo la cortesía de prepararnos un texto y, al mismo tiempo en su nota, se refirió en elogiosos términos a nuestras publicaciones. Nos dijo: «la reiteración de mis congratulaciones por el gran trabajo que despliegas con tanto cariño, para rescatar las historias perdidas u olvidadas de nuestro reciente pasado pencón y en particular aquellas que resaltan con tanta propiedad el lado humano de sus personajes que tan hondo calaron en la vida pueblerina de nuestros mayores, que de no ser por tu acuciosa investigación y empoderamiento profesional que te dice que estas maravillosas vidas no deben olvidarse, desaparecerían en corto tiempo del acervo cultural de las generaciones venideras». Junto con visitar Penco, Enrique presentó su libro sobre el lado B de Cristóbal Colón, volumen fruto de una larga investigación histórica. El siguiente es el relato que nos hizo sobre su fugaz paso por Penco, su ciudad natal.
            

LA VUELTA AL PAGO DESPUÉS DE 57 AÑOS
Por Enrique Puentes, desde Australia
               
                  Querido y entrañable amigo y periodista Nelson Palma. Muchas gracias por tu amable invitación a exponer algunas impresiones de mi viaje a Chile en tu querido Blog de Penco-Chile.
                 Es difícil explicar el cúmulo de sentimientos, recuerdos y nostalgias, que una persona puede experimentar después de faltar al terruño luego de 57 largos años.  En verdad 25 años lejos de Chile y 57 de Penco. Volver al lugar que te vio nacer; recorrer de nuevo el sitio exacto donde junto a nuestros progenitores y vecinos aprendimos a conocer el mundo, dimos nuestros primeros pasos y balbuceos  y experimentar la dulce emoción de establecer que aún permanece allí incólume, como si se hubiera detenido el tiempo, la casa que un día cobijó a nuestra familia primigenia. Es una sensación indescriptible que obliga a la mente a rebuscar y traer a flote hechos y situaciones queridas y nunca olvidadas de nuestros afectos y nuestras pérdidas.           
LA BRISA MARINA DE PENCO
               Curiosamente y contra lo que se puede suponer,  son estas reminiscencias simples, que tienen que ver con una forma de vivir y de redescubrir el proceso de la niñez en el Penco de 1941 y siguientes, quizás los hechos más potentes que golpearon mi memoria, así como los olores, sabores y timbres de nuestra brisa marina, comidas, costumbres y giros lingüísticos coloquiales, con la carga de saber que ya nada es igual, sobre todo cuando como en mi caso, casi la mitad de la ausencia transcurre en el extranjero, con otra cultura, distinto idioma y ajeno por tanto tiempo, a la típica atmósfera y características amigables de nuestras ciudades y pueblos latinoamericanos.          Por eso, cuando se decidió mi viaje a Chile, a invitación de mis tres hijos chilenos de mi primer matrimonio, todos ellos profesionales ya consolidados y con siete nietos que no conocía, solo dos pensamientos presidían el listado de mis prioridades: estrechar contra mi pecho a mis hijos, a sus parejas y su progenie, en cuya vida laten corazones hechos con parte de mi sangre, y segundo, viajar a Penco, para sumergirme en sus calles, acariciar con la mirada sus paisajes queridos, abrazar a los amigos que aún residen allí y visitar la casa y el barrio donde nací, en Max Grissar 211, tras la Iglesia del Recinto  de la ex Refinería de Azúcar CRAV, PENCO, para recordar con gran regocijo interior,  a cada paso y en cada minuto, tantas aventuras infantiles y luego juveniles vividas en sus lares, recovecos, playas y sectores del Penco de esos veinte años anteriores a 1960, donde todos me conocían como El Pin Puentes.

ENCUENTRO CON EL ALCALDE
               Lo apretado de mi agenda de viaje por Chile durante octubre, me permitió estar solo un día en Concepción y otro en Penco, donde muy temprano tuve la oportunidad de ser recibido en su despacho por Víctor Hugo Figueroa, el gran Alcalde del nuevo Penco, con quien nos escribíamos por varios años y a quien tuve el agrado de conocer personalmente en su  pletórica entrega de servicio público que le caracteriza y que ha catapultado a la ciudad como una urbe pujante, independiente y moderna, que junto con el avance e inauguración de importantes edificios, lugares de recreación pública, mejoras paisajistas y dotación de beneficios y modernizaciones al engranaje municipal y sus distintos departamentos, no ha olvidado el rescate de las mejores tradiciones y de su gloriosa historia, que le entregan a Penco una personalidad distinta y exclusiva que aplaudimos.
               Pudimos en este coloquio, donde me acompañó mi querido amigo Raúl Moraga Roa que aun vive en el terruño, compañero de tantas aventuras de colegio y dirigencia estudiantil, de incursiones en la política local y cómo entusiastas voluntarios de la Primera Compañía de Bomberos, comprender que este Alcalde valiente y consecuente, valiente porque enfrenta los problemas y consecuente, porque los prioriza y soluciona en terreno, establecer sólidos lazos de empatía e intercambiar nuestros escritos, «El Libro de Oro de la Historia de Penco» escrita magistralmente por Víctor Hugo y mi obra, «Descubriendo a Cristóbal Colón, la otra cara del descubrimiento de América», una crónica documental que se enfoca en resaltar el lado B del personaje Colón y la desconocida trama de lo que significó la aventura de la gesta invasora de nuestra América, en especial Chile.
LOS GRANDES CAMBIOS DE PENCO
               Pese a que me considero bien informado, ya que leo y veo las noticias de Chile y me contacto con algunos amigos de Penco y de Concepción que están en las redes sociales, así como algunos blogs locales que resaltan su realidad, me sentí altamente sorprendido de los profundos cambios ocurridos en el pueblo, donde me costó no solo reconocer sus calles sino los hitos, los personajes, las entidades, edificios y comercios de antaño. Ya no estaban sino las ruinas de la poderosa industria CRAV, que recogía obligadamente la mirada de todo quien venía a Penco desde Concepción atravesando el puente Andalién,  pasando por el fundo Cosmito y recorriendo sus 11 kilómetros de escabroso camino empedrado que desembocaba en la caprichosa pendiente de su curva final que finalizaba en el primer paradero de micros junto al imponente portal enrejado, que enfrentaba al recordado Teatro CRAV, en un tiempo administrado por mi padre, y sus instalaciones deportivas.
               Tampoco reconocí la obligada ruta de calles para arribar al centro del pueblo y a la playa, a partir del empinado laberinto de calles del recinto, en aquel entonces privado, de la población CRAV, que descendía  desde la hermosa capilla refinera y su avenida principal, que circundando la mole del edificio fabril y su gran chimenea, conducía hasta la trecha angosta de los rieles del tren azucarero que desembocaba en su imponente muelle, pasando frente al tradicional almacén Melitón, la peluquería Molina, el cuerpo de Bomberos, la Casa Coello,  el Mercado Municipal y la Barraca Contreras para torcer y llegar a la Estación de Ferrocarriles del Estado, pletórica de locomotoras a vapor con amplia cobertura de trenes en ambos sentidos que dificultaba el tránsito a la hermosa y popular playa pencona, su muelle señorial y el histórico Fuerte La Planchada con sus tres cañones coloniales apuntando al mar. Entonces comprendí, con resignación, que el Penco de los años cincuenta y sesenta que disfruté, solo estaba en mi memoria y que era necesario valorarlo ahora a la luz de su nuevo prisma.

PERSONAJES POPULARES AUSENTES
               Ya no solo estaban ausentes de la vida cotidiana sus personajes populares tan típicos y queridos, rescatados en el tiempo y puestos en relieve tan vívidamente en las páginas de tus crónicas de Penco, que hacen las delicias de quienes visitamos sus páginas; sino las arboladas avenidas y casonas coloniales de gruesos muros de adobe y sus industrias señeras como la cerámica y el azúcar, y antes la pesca y el carbón que daban brillo y colorido a su naciente sociedad, que el progreso y el paso del tiempo ha sumergido en el olvido, como ha ocurrido también con  los milenarios bosques de pino insigne que encerraba por tres costados la ciudadela, hoy en retirada y que han dejado al descubierto  nuevos espacios donde han surgido nuevos barrios y aparecido cordones montañosos que antes eran senderos peatonales casi inaccesibles, pero que ahora son atravesados por calles con veredas y alumbrado, que aterrizan en su Plaza de Armas y alrededores, expandiendo la ciudad hasta el límite mismo de sus fronteras con las ciudades colindantes hasta hacerlas irreconocibles.
Enrique Puentes almorzando en el casino «Oriente», junto a él, Raúl Moraga.
               Lo más doloroso fue tal vez preguntar por los amigos y las familias conocidas de antaño que ya no estaban. Visité a Luchito Navarrete en su negocio Menaje Lina, y tuve la emoción de volver a abrazarlo, saber de sus seres queridos y tantos amigos comunes. Por supuesto almorcé en el Casino Oriente, atendido amablemente por José, el más joven de los hijos de Emilio al que estuve ligado en tantas actividades societarias de ese Penco fantasma.  José me contó que el día anterior asistió al sepelio de Enrique Barra, uno de los pocos que antes de salir de Australia me constaba estaba viviendo aún en Penco y que yo esperaba saludar. A ambos les pregunté por veinte otros caros amigos de esos tiempos, pero en su mayoría estaban fallecidos o enfermos, otros vivían una vida solitaria.
“COLÓN” A LA VENTA EN MENAJE LINA
           
Portada del libro de E. Puentes, a la 
venta en Menaje Lina en Penco.

Le encargué a mi amigo Luis Navarrete Fehrenberg, que a falta de librerías en la ciudad, expusiera en su Menaje Lina de Freire 809 algunos ejemplares de mi obra, en el afán que algunos coterráneos interesados pudieran acceder a mi libro "Descubriendo a Cristóbal Colón, la Otra Cara del Descubrimiento de América", lo que en mi calidad de hijo de ese pueblo,  me llenaría de gran orgullo y me haría muy feliz, advirtiendo que no es un cuento ni una novela de ficción, sino una investigación documental de corte histórico y fuerte crítica religiosa, respecto al
rol protagónico y nefasto de la iglesia católica medieval tanto en Europa como en los sucesos que determinaron lo que se dio en llamar el Descubrimiento de América y el lado B del personaje Cristóbal Colón, que culminaron en el mayor genocidio conocido de la historia, la pauperización de las etnias primitivas americanas,
Enrique con Lucho Navarrete en
Menaje Lina.
despojo de sus riquezas, el esclavismo y la destrucción de su cultura y lenguas originarias, historias soterradas por el paso del tiempo y que los poderes fácticos interesados disimularon y torcieron, para que los chilenos modernos nada supiéramos de esa tragedia que enlutó nuestro territorio y que la historia oficial que nos contaron elude mencionar. 



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