Durante toda su trayectoria industrial
Fanaloza Penco apostó, dentro sus posibilidades, porque sus productos de entonces como
sus vajillerías, sus azulejos y sus sanitarios fueran bellos a la vez que
prácticos, igual como se aprecia hoy con sus modernos artefactos para baños. En
este marco de sueños de superación, en la segunda mitad de la década de los 50, la empresa se embarcó en trabajar una línea nueva, de gran refinación e inspirada en la
industria británica: la cerámica bone china.
El gerente Reginald Díaz trajo la
idea de Inglaterra y fue su impulsor en Penco, pero quien la desarrolló fue el
ingeniero químico don Juan Arroyo Menke (fallecido recientemente). “Primero, hice una taza bone china y
después tuvimos que construir una planta”, nos dijo don Juan hace un par de
años.
Esta nueva cerámica fue un boom, un auténtico golpe a la cátedra, un tremendo paso adelante tanto en estética como en fineza. De este modo, Penco había superado la técnica de los cacharros de greda del siglo XIX para alcanzar el pináculo de la refinación locera. La introducción de la línea bone china tuvo, además, el apoyo fantástico de la reconocida sección Decorados donde trabajaban auténticos artistas del pincel fino y el buen gusto. Junto con ello valga agregar el aporte que significó la calidad de los barnices que se producían en la fábrica para el propósito de esta nueva línea de producción. Pero, con el paso del tiempo las hermosas piezas de esta cerámica: jarrones, bases de lámparas, platos ornamentales, juego de té y otros eran caros y no bajaron de precio por lo que al final en los mercados resultaron ser más bellos que prácticos.
Reginald Díaz Batchelor, 1956. |
Esta nueva cerámica fue un boom, un auténtico golpe a la cátedra, un tremendo paso adelante tanto en estética como en fineza. De este modo, Penco había superado la técnica de los cacharros de greda del siglo XIX para alcanzar el pináculo de la refinación locera. La introducción de la línea bone china tuvo, además, el apoyo fantástico de la reconocida sección Decorados donde trabajaban auténticos artistas del pincel fino y el buen gusto. Junto con ello valga agregar el aporte que significó la calidad de los barnices que se producían en la fábrica para el propósito de esta nueva línea de producción. Pero, con el paso del tiempo las hermosas piezas de esta cerámica: jarrones, bases de lámparas, platos ornamentales, juego de té y otros eran caros y no bajaron de precio por lo que al final en los mercados resultaron ser más bellos que prácticos.
Sin embargo, la influencia británica
en la producción locera pencona venía de antes. Don Fernando Pulgar Ávalos, ex
químico de Fanaloza entre 1950 y 1957, recuerda al ciudadano inglés John Clun,
que en esos años se desempeñaba como jefe de Decorados. “Le conocí por motivos
laborales ya que le abastecíamos de los barnices que se aplicaban en el diseño y el decorado de la vajillería fina y la corriente, y de la cerámica de adorno,
por ser el jefe de este rubro en la fábrica”, nos dice don Fernando. Y agrega: “Su
colaborador inmediato era el fotógrafo Sr. Fernando Sanz Camarena quien le
hacía copias de calcomanías originales o traídas de Inglaterra, que le pasaba Mr. Clun”.
John Clun, empleado británico de Fanaloza, ex jefe de Decorados. |
La decoración de los platos y tasas
tenía la “indispensable participación de la mano de obra de mujeres y hombres
que la ejecutaban con prolijidad, rapidez y gran rendimiento llegando a ser
expertos en su trabajo”, nos añade el señor Pulgar. Y a continuación nos hace
un resumen técnico de las tres etapas que requería la decoración cerámica: “1.-
Después de la primera cocción del objeto se le aplicaba un barniz base
(generalmente blanco). 2.-Sobre éste, ya frío,
se pegaban las calcomanías, las que se fijaban con una nueva cocción. 3.-Finalmente
la pieza cerámica se fileteaba (se le agregaba esa línea fina que le servía de
adorno) y por último entraba a una última cocción”.
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Nota de la editorial: Agradezco la cortesía del señor Pulgar Ávalos en atender nuestra solicitud sobre el tema abordado aquí con datos y vivencias.
Don Fernando Pulgar Ávalos nos muestra con legítimo orgullo una hermosa sopera fabricada en fina cerámica y artística decoración en Fanaloza-Penco, en los años 50. |
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Nota de la editorial: Agradezco la cortesía del señor Pulgar Ávalos en atender nuestra solicitud sobre el tema abordado aquí con datos y vivencias.
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