sábado, febrero 02, 2019

UN VIAJE MÍTICO DE PENCO A PASO HONDO

El paisaje de PASO HONDO, situado a unos 58 kilómetros al oriente de Penco, siguiendo
el camino de Villarrica.

    Texto y fotografías:    Nelson Palma
    Producción            :     Manuel Suárez      

             Hubo muchas personas de Penco que hablaban en esos años de un lugar llamado Paso Hondo, situado en los campos hacia el oriente muy lejos del pueblo. Decían que en carreta de bueyes llegar allí tomaba casi dos días. El lugar, comentaban, era un sitio de tránsito para aquellos pencones que iban a Yumbel, por las festividades de San Sebastián o para asuntos particulares, o a Cabrero con el fin de abordar algún transporte a pueblos aún más alejados hacia la cordillera, como por ejemplo Cholguán, Yungay y otros. De eso se hablaba. Eran narraciones de aquellos viajes épicos, tortuosos que al oírlos abrían la imaginación.
               Si usted trata hoy en día de ubicar Paso Hondo en el mapa de Google Earth verá una zona, no un punto específico, donde hay unas dos o tres casas dispersas entre lomas. El lugar al que se llega desde Florida por un camino de tierra (bajo la denominación de 0-520) parece un sitio estratégico porque desde ahí los caminos se reparten: uno puede ir a Cabrero, Yumbel, Quillón, Florida y Penco. Hay que llegar a Paso Hondo para comprender algo de lo que comentaban los pencones de entonces. No hace mucho, le hablé a mi amigo Manuel Suárez sobre este asunto y él, entusiasta, me contestó: ¡vamos! Y llegó el día de este verano en que pudimos coordinar el viaje por los caminos interiores o secundarios que frecuentaba la gente en el siglo pasado. Queríamos reconstruir aquellas experiencias narradas aunque no arriba de una tosca carreta de bueyes remolones, sino en un moderno vehículo 4x4 aunque por las mismas sendas.
CAMINO DE VILLARRICA ASFALTADO
El camino Penco - Los Barones está asfaltado, como nuevo y, por sobre todo, limpio.
               El punto de partida en nuestro tour Penco-Paso Hondo se inició en el sitio que lo hicieran los carreteros, en la esquina de Cruz con El Roble. Para mi sorpresa, el camino de Villarrica a Los Barones está preciosamente asfaltado. Falta por pavimentar unos 200 metros en el área de Lo Marjú, lo demás, impecable. El alcalde de Penco Víctor Hugo Figueroa me informó que muy pronto la capa de asfalto se extenderá a Primer Agua Abajo, un sueño de años que se convertirá en una práctica realidad.
               Desvío en Los Barones para seguir a Roa cruzando la ruta del Itata por un paso sobre nivel. A 18 kilómetros de Penco, en el sector del estero conocido como «Aguas Sonadoras», las forestales están en plena cosecha de pinos. El puente del mencionado cauce está semi despejado por la tala de árboles. Una breve detención ahí permite oír el canto del agua en la quietud del campo que comunica una sensación evocadora, un sentimiento de paz. La señalética caminera que informaba «Aguas Sonadoras» fue retirada sin que nos expliquemos por qué.
Manuel Suárez da un vistazo en «Aguas Sonadoras», camino a Paso Hondo.
Un aspecto de la explotación maderera cerca de Roa, en el camino Penco-Florida.
      Avanzando más por esa ruta sin pavimento, pero bien mantenida por la empresa «Bosques Arauco» para facilitar la explotación maderera, aparece Roa, como detenida en el tiempo, con un par de añosas casas, jardines y huertas a la orilla del camino. Hay una posta, aparentemente bien equipada, un almacén de abarrotes al otro lado de la calle. Desde ahí nacen rutas que divergen hacia Puente 7,  Rafael y otros puntos. Merece el esfuerzo conocer Roa, donde hay además un puente de madera color rojo y frondosos árboles: un sitio magnífico para fotos y selfies. Unos metros más allá de Roa se inicia una carretera en construcción que unirá a Florida con la autopista del Itata, por tanto el camino real de Villarrica termina o definitivamente se transforma. Seguimos viaje.

CONDUCIENDO A LA AVENTURA 
SIN GPS NI CELULAR

               La ruta en construcción, que está avanzada, y por la que continuamos la marcha, nos deja en un ángulo de 90 grados sobre la ruta pavimentada Concepción-Bulnes a unos 300 metros de la antigua salida frente a un vistoso estadio de fútbol. Florida parece una «gran urbe» inserta en la nada, con sus calles desplegadas en la falda de un empinado cerro. Mucha gente camina por sus veredas y calzadas en todas direcciones, niños juegan por ahí y trabajadores con sus cascos de colores buscan algún sitio para almorzar. Hay harta vida en Florida durante el verano.
               A la salida de esa localidad al norte, donde se inicia la llamada «curva del ingeniero», está el acceso de un camino de tierra por el lado derecho y que pasa frente al moderno hospital floridano. Baja la pendiente en diagonal y se encuentra 2 kilómetros más adelante con la ruta 0-520, ésa que figura en el mapa. Nuestra meta Paso Hondo, se ubica unos 20 kilómetros de distancia, al otro lado de los cerros que rodean Florida, por el oriente.
Una sola trocha tiene el camino Florida-Paso Hondo, o ruta 0-520.
         Aquí comienza, una aventura, porque sin servicio de celular, ni mapa, nos guiamos por el recuerdo del plano satelital de Google Earth que habíamos estudiado en detalle. Nuestro vehículo avanza, al comienzo, por una carpeta de maicillo la que muy pronto se acaba. Tierra roja polvorienta queda desnuda y la trocha se enangosta (¡quién nos mandó a meternos por aquí, si ni siquiera el auto podría girar en 180 grados para regresar!). Los incendios forestales dejaron su impronta: troncos de árboles nativos carbonizados y retorcidos nos van rodeando y sorprendiendo a medida que avanzamos. Subidas suaves, bajadas, hondonadas, más bosques verdes, ninguna casa, ni un alma a quien saludar, preguntar o entablar una conversación. Es poco antes del mediodía y el sol cenital de enero golpea con su poderosa luz por todas partes, acentuando sombras, reflejándose en los matices de la tierra amarilla y marrón de la estrecha senda. Recordamos que por aquí mismo transitó toda esa gente del pasado para cumplir sus mandas con el santo, para hacer sus trámites en otros lugares, para visitar amigos, para vender productos…
La senda presenta largos tramos  de tierra desnuda sin capas de estabilizado.
Pero, es perfectamente transitable.
LOS MÍTICOS ENCUENTROS CON PUMAS
               Decíamos que el relato oral de los antiguos en Penco sobre estos viajes despertaba la imaginación. «Se formaban hileras de carretas en la marcha, como tren, hecho que servía para conocerse, conversar, porque al fin y al cabo todos íbamos para Paso Hondo aunque no viniéramos de los mismos lugares», decían. Los míticos cuentos incluían encuentros con pumas y otros animales del bosque. De esas narraciones, el autor de esta crónica alcanzó a oír que los viajeros veían constantemente enormes pisadas en el polvo, huellas de leones de montaña que cruzaron el camino, quizás la noche anterior. Por eso era mucho mejor concertarse para  ir en caravana, según ellos contaban. Y, debió ser así. En esos años hubo pumas en esos cerros.
               Por delante de nuestro auto, en marcha lenta, un conejo orondo –en esas soledades–  atraviesa la senda sin hacer caso de la proximidad del vehículo. Y se hizo humo cuando alcanzó la espesura. A esas alturas del viaje soy capaz de adivinar el pensamiento de mi amigo Manuel Suárez ¿faltará poco? Nos detenemos en una despejada explanada en lo alto del cerro. Desde allí se ve el valle central y Sierra Velluda, al fondo en el complejo montañoso del volcán Antuco… Allá abajo sobre una loma un trabajador solitario aventa trigo en una era. Es el primer ser humano visible en kilómetros. Retomamos la marcha a nuestro destino.
UN HOMBRE NOS INFORMA: 
«ESTO ES PASO HONDO»
               De lo alto del cerro que hemos descrito, comenzamos a bajar hasta llegar finalmente a un plan con animales de pastoreo en potreros. Numerosos álamos y enormes sauces modifican el paisaje cerruco que acabamos de atravesar. Un hombre mayor con un bastón ortopédico viene por el camino. Detenemos el auto. El hombre se detiene también junto a mi ventanilla y nos mira con cara de pregunta. Nos saludamos.
Don Miguel Zapata nos informó que no
siguiéramos buscando,
que ya habíamos llegado a Paso Hondo
.
¿Dónde queda Paso Hondo, amigo? El hombre frunce el ceño con aspecto de incrédulo. Sin decir palabra, levanta la mirada por encima del techo del auto, gesticula lentamente con su mano derecha alzada y dibuja un gran círculo imaginario en el aire… Guarda silencio unos segundos, como si su gesto hubiera sido una respuesta suficiente. Como se percata que no entendemos el lenguaje, nos mira de nuevo y dice: «Todo esto aquí es Paso Hondo, poh»
        Nos bajamos del vehículo y le seguimos preguntando a don Miguel Zapata (75), que así se llama nuestro interlocutor, parte de la historia del lugar, relacionada con la pasada de gente de Florida y de Penco por ahí en tiempos pretéritos: «No sólo antes, todavía hay gente que cruza por acá que viene de esos lados. Claro que antes eran muchas más, personas en carreta y a caballo. Por estas fechas (el 20 de enero) iba muchísima gente a Yumbel y que pasaba por aquí». Y don Miguel, que nació y se creció en Paso Hondo, según nos dijo, sabe de esas cosas. Pero, ya estábamos satisfechos con sus respuestas, así que el hombre se despidió, retomó su camino rengueando apoyado en su bastón. No tuve que usar ningún silogismo para concluir que con esa información se terminaba el viaje.

Una selfie del autor de este texto en Paso Hondo.
               Con Manuel Suárez nos quedamos mirando los alrededores, una casa aquí, otra allá arriba y tal vez otra por  ahí, nada más. Ni una iglesia, ni un villorrio, sólo un lugar de campo con más nombre y renombre que población, eso sí pleno de recuerdos, candorosas historias campesinas y mitos. De verdad, a Paso Hondo no le podemos pedir nada, no tenemos derecho. Desde donde estábamos admirando la naturaleza del lugar y su bucólica hermosura, al empalme con la moderna ruta que une a Quillón con Cabrero y  Yumbel había unos 400 metros.
     Un pequeño bosque de frondosas 
encinas nos dio la sombra que necesitábamos para comernos unos ricos sándwiches traídos de la casa de Manuel en Penco. Al poco rato, de vuelta a Florida por la misma senda. En menos de 40 minutos estábamos sentados a la mesa en el ya conocido restaurant del lugar «El Mono con Bigote» para un buen almuerzo y un primer balance de la aventura.

              
       ¡Hasta la vista Paso Hondo!
Aspecto de la nueva y moderna carretera que va de Quillón a Cabrero.
   

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