jueves, febrero 06, 2020

2 COHETES CHILENOS EXITOSOS FUERON NOTICIA EN 1962: UNO DE FANALOZA PENCO Y OTRO QUE DESPEGÓ DESDE SANTO DOMINGO


          En una nota publicada aquí hace 6 años recordamos la fantástica idea que tuvo Fanaloza Penco de marquetear sus productos con un cohete espacial en la Feria Exposición del Sur, en 1962. El post completo está en este blog (1). ¿Por qué fue aquella una idea inspiradora? Bueno, porque todo el mundo estaba en la onda de la cohetería, qué mejor que seguirla. Por eso mientras en Penco Fanaloza planificó construir la aplaudida alegoría de un vector de lanzamiento al cosmos, en Santiago un grupo de jóvenes se lanzó a construirlos de verdad, aunque con las patas y el buche. O sea, tuvieron que hacer más de una vaca para allegar fondos para la carrera hacia el espacio. Ni las universidades ni el estado pusieron dinero, así los muchachos se las ingeniaron solos.
         De aquel domingo 21 de enero de 1962 nadie se acuerda. Por ejemplo que ese día, que pudo haber sido histórico, el cohete Epsilon I, diseñado y fabricado en Chile, despegó exitosamente desde su base en una loma del fundo Las Brisas, a 10 kilómetros del balneario de Santo Domingo junto al camino que va hacia Navidad y Matanzas. La prensa de entonces dijo que el lanzamiento, realizado sin publicidad ni medios, marcaría el inicio del ingreso de Chile en la era espacial. ¿Alguien lo recuerda? ¿Ese cohete, nos abrió las puertas del cielo? Parece que no. Veamos.

          Tengo en mis manos la revista Ercilla del miércoles 24 de enero de ese año. La noticia ocupó toda la portada y los pormenores se desplegaron en las páginas centrales. El texto lleva la firma de un conocido periodista de esos años y que además es de esta zona, nacido en Coelemu Enrique Cid. Las excelente fotos las captó el reportero gráfico Heliodoro Torrente (2).
          Un resumen; la historia fue así: Un grupo de entusiastas jóvenes santiaguinos encandilados por la carrera espacial que protagonizaban Estados Unidos y la Unión Soviética, se organizó para empujar a Chile en la materialización del sueño de conquistar también el espacio pero con medios propios y en forma independiente. Para tal fin crearon CICA, una entidad amateur de la que ya no quedan registros, integrada por amigos cuya sigla se desglosaba Centro de Investigaciones en Cohetería y Astronomía. Carecían de apoyo institucional. Sólo el Ejército permanecía a la expectativa de resultados de estos ensayos extravagantes. Los fondos los juntaban con colectas y recibían algo de dinero de algunas empresas. El líder era Rodrigo de la Vega Letelier, hijo del premio nacional Daniel de la Vega (dramaturgo y periodista). Con los pocos antecedentes del jefe de CICA disponibles en la web, concluimos que era un joven estudioso, autodidacta y amante de la astronomía. Sólo algunos integrantes de su grupo seguían carreras técnicas en universidades. Pero, igualmente ellos trabajaron junto a Rodrigo en la aventura de disparar un cohete chileno que llegara lo más alto posible.

          La crónica de Enrique Cid dice que el Epsilon I medía 3 metros y 55 cm de largo, su diámetro era de 13 cm y el combustible: una mezcla de azufre, zinc y un compuesto secreto. El vector pesaba 120 kilos y fue llevado al fundo por un camino de tierra en una camioneta. CICA consiguió permiso para realizar el ensayo desde una base improvisada en el fundo Las Brisas, pero ese día el dueño no se hizo presente. A juzgar por la nota y las fotos, los jóvenes tuvieron que cruzar la alambrada del cerco para entrar al predio con Epsilon I al hombro. El cohete fue llevado de ese modo desde la camioneta al punto. Allí otros muchachos se dedicaron a erigir la torre de lanzamiento, mientras que el resto ultimaba preparativos y despejaba el sector de pastizales para que la base espacial estuviera lista.

          El Ejército destacó a un general y un coronel quienes llegaron en calidad de observadores y con lentes de larga vista miraron desde una distancia prudente. Un cohete como ése propulsado por combustible sólido es un arma moderna. Obvio que les interesaba. Otra de las curiosidades de este evento científico fue que Carabineros no estaba informado y en el retén de Santo Domingo no se sabía nada de lo que estaba pasando, por tanto no desplegó personal allí. De la Vega había dicho que era mejor realizar la prueba con la menor cantidad de gente en los alrededores ante el riesgo de una explosión. No quisiéramos que los veraneantes llegaran masivamente a mirar, comentó Rodrigo. Así que, dice el relato de Ercilla, en las cercanías había sólo vacas y unos equinos. Una camión que trasladaba ciclistas se detuvo en el lugar brevemente y luego de ver el ajetro de los coheteros retomó su marcha; a los pedaleros no les interesó. Sólo periodistas de medios impresos reporteaban, anotaban, fotografiaban.
          Después de 4 horas de trabajo para montar la torre de lanzamiento, el Epsilon I estuvo listo para viajar a las estrellas, ésa era la metáfora, porque se sabía que no llegaría muy alto. En su ojiva no llevaba carga. Aún en medio del intenso calor del mediodía, la cuenta regresiva debió ser emocionante: 4-3-2-1... Así con el ardiente sol sobre las cabezas de los entusiastas se produjo el disparo. Rugió el motor central quemando su combustible secreto y el cohete se elevó por los aires como un trueno y lanzando enormes llamaradas y humo. Ascendió rectamente, según lo planificado y alcanzó una velocidad cercana a la del sonido. No se supo qué altura máxima logró cuando se le acabó la energía. Tal vez unos 6 kilómetros y desde ahí comenzó a caer hasta chocar contra el suelo adonde llegó silbando debido al roce y quedar semi ensartado en un campo de trigo a 2 kilómetros del lugar del disparo. El despegue fue perfecto, hecho más que suficiente para que la experiencia fuera considera un éxito. 

          La nota periodística añade que después del disparo en “Cabo Santo Domingo”, como le pusieron al lugar copiando la idea de Cabo Cañaveral, posteriormente Cabo Kennedy, los oficiales del Ejército dijeron que ayudarían para que CICA siguiera desarrollando su proyecto. Sin embargo, no sabemos si la Fundición Libertad, de los hermanos Küffer o la maestranza de precisión de Bolívar Carrasco prosiguieron prestando sus recursos a esta aventura, como lo hicieron para el caso del Epsilon I. En cambio las 2 universidades tradicionales no se dieron por aludidas, pese a las solicitudes. En respuesta, De la Vega dijo “seguiremos adelante hasta que nuestros cohetes alcancen los 300 kilómetros de altura”.
          Ercilla añadió que el disparo del Epsilon I correspondía al ensayo n° 37. O sea, el grupo hizo 36 tiros antes, del que no se tienen antecedentes. Pero, según datos vagos de la época, las pruebas las efectuaban cerca de Los Vilos. Después de este episodio, integrantes de CICA sufrieron un accidente automovilístico en uno de los viajes entre Santiago y Los Vilos, hecho que habría marcado la declinación sin marcha atrás de las investigaciones en el campo de la cohetería privada.
       Porque estas pruebas científicas a puro ñeque y entusiasmo no podían continuar enfrentadas a la realidad. Si no hubo entonces una política de estado para contar con recursos y profesionales para investigar, proyectar y lanzar cohetes con miras a alcanzar el espacio exterior, el sueño no pasó más allá de estos sacrificados disparos que por último se convirtieron en anécdotas y se olvidaron. En el obituario de El Mercurio del 2 de diciembre de 2008 aparece un nombre Rodrigo de la Vega Letelier, que podría corresponder al ex jefe de CICA, no lo podemos asegurar.

          Y la segunda curiosidad, que hoy en día sería considerada grave, fue la consecuencia inmediata del lanzamiento en Cabo Santo Domingo. El fuego del despegue inició un incendio de pastizales que todo el equipo de jóvenes debió combatir con rapidez para evitar la propagación del fuego. Las llamas del motor de Epsilon I sobrepasaron la estimación previa y alcazaron la maleza seca situada más allá del perímetro. O sea, al final, la experiencia se convirtió también en causa inédita de incendios de matorrales a tener en cuenta. Así terminó el despegue de un cohete nacional de fabricación amateur cuya misión era abrir el camino de Chile hacia las estrellas.
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(1) Dirección de la otra nota de cohetes pencones citada aquí:

(2) Hemos usado algunas fotos de este reportaje de Ercilla, captadas por Heliodoro Torrente por la belleza de ellas así como por su potente valor testimonial.

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