martes, junio 02, 2020

LOS ESTIBADORES DE PENCO Y LIRQUÉN DURANTE EL SIGLO XX DESCARGABAN LOS BARCOS A PURO ÑEQUE

EX DIRIGENTES DE LOS ESTIBADORES de Penco, de izquierda a derecha: Carlos Wedel, tesorero; Rodolfo Jaramillo, secretario; Marcelino Vera, vicepresidente; y Julio Navarrete, presidente.

          En los años 60 y los 70 cargar o descargar buques en el muelle de Lirquén era una tarea pesada porque los productos o venían a granel o en sacos de 80 kilos. El cuerpo sentía ese peso ya fuera en el interior de las bodegas sorportando altas temperaturas y encierro o en cubierta al aire libre, a veces bajo fuertes aguaceros. No había excusas, la tarea tenía que cumplirse en los plazos porque las navieras imponían exigencias; para ellas un retraso les significaba la pérdida de miles de dólares. Estas presiones: las metas, los horarios, la severa mirada del capataz y las inclemencias atmosféricas hacían de los estibadores hombres bizarros. 
          En los años 60 en Penco el gremio marítimo tenía su sede en calle Maipú a pasos de Freire y al lado del paradero de buses, que consistía en un refugio metálico instalado en la vereda que hace años fue retirado. Arrendaban ahí una pieza amplia cuyo amoblado recordaba una sala de clases con butacas y un escritorio frontal al fondo. Allí se reunían los estibadores así fuera para tratar materias gremiales como para la asignación de tareas, esta última consistía en la confección de una lista de nombres correspondientes a los trabajadores que atenderían tal o cual buque, según los requerimientos. Se llamaba «la nombrada». Estar en esa lista significaba tener trabajo y, por tanto, buena paga. Pero, la prioridad para ser incluido la tenían los socios activos del sindicato. Sólo cuando se producían ausencias, suplía un trabajador no afiliado, al que llamaban «medio pollo».
EL EX VICEPRESIDENTE Marcelino «Nino» Vera es entrevistado por un reportero en Valparaíso. 
           Los días en que se confeccionaba «la nombrada», esto era en vísperas de llegadas de buques, los «medios pollos» se achoclonaban en gran número en la puerta de la sede para probar suerte. Los más audaces ponían el pie en el umbral, en cambio los más tímidos o con menos influencias, esto es con menos pitutos, esperaban a distancia prudente que se produjera un milagro: la convocatoria. Las butacas estaban reservadas a los estibadores titulares quienes desde ahí escuchaban las propuestas, la conformación de las cuadrillas, los buques y la carga: «la nombrada». En el escritorio frontal se ubicaban los integrantes de la directiva, la que había sido elegida por votación de los socios, incorporada oficialmente a la confederación nacional y aprobada por la empresa portuaria.
EX INTEGRANTES DEL Sindicato de Estibadores, a la izquierda un señor de apellido Díaz; y a la derecha, Óscar Vera.
        Esos dirigentes tenían prestancia sindical. Vestían impecablemente, corte de pelo, bien afeitados y, dentro de sus tareas mantenían fluida comunicación con representantes nacionales (FEMACH), con sede en Valparaíso. Por lo que había muchos viajes tanto de Penco y Lirquén al puerto como viceversa. Su categoría de dirigentes establecía una diferencia con el resto de los asociados y los convertía en figuras nacionales dentro de la organización. Los sindicatos de estibadores eran poderosos. Una huelga interrumpía la economía por su base: el intercambio comercial del país. Sus contactos internacionales, en particular con sus congéneres norteamericanos, acrecentaban su poder. Por eso no era de extrañar que de vez en cuando llegara una invitación, hecho que permitió a varios de esos dirigentes viajar a Estados Unidos, seguramente a los puertos de Philadelphia y Los Ángeles.
             Los estibadores de Penco, primera línea en la interacción con los buques extranjeros, tenían un privilegio con respecto a los pencones comunes y corrientes, porque accedían a productos exclusivos que traían los marineros y que no estaban en el mercado local, por ejemplo los wiskies, perfumes, cigarrillos, blujeans. En cantidades mínimas los trabajadores marítimos los adquirían a los tripulantes a precios convenientes y los podían revender o regalar entre sus amigos de la comunidad. Era quizá la única ventaja glamorosa de un trabajo propio de hombres rudos.
              Este panorama que hemos descrito se modificó con el aumento del comercio internacional, la automatización y la incorporación de los contenedores. Hoy en día los estibadores ya no usan un garfio de fierro para enganchar sacos, cargarlos en bandejas que se izaban al cabezal del muelle para que la cadena de transporte prosiguiera por tierra.
EL GREMIO DE ESTIBADORES durante un paseo en las cercanías de Penco. A la derecha de traje oscuro, Óscar Vera, y a su lado, más bajito, Guillermo Betancur (Q.E.P.D.), recordado estibador en el ambiente portuario.
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NOTA DE LA REDACCIÓN: Las fotografías fueron facilitadas a nuestro blog por Carlos Wedel, quien a su vez las obtuvo de una hija de don Óscar Vera. Gracias.

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