miércoles, abril 14, 2021

EL 14 DE ABRIL DE 1976 FUE EL DÍA MÁS AMARGO DE LA REFINERÍA DE AZÚCAR DE PENCO


        Esa mañana de abril ‒día miércoles 14‒ de 1976 debió ser una experiencia llena de incertidumbre en Penco, cuando el primer turno de trabajadores se presentó como era habitual en las puertas de la refinería para ingresar a sus labores diarias. Las entradas de la fábrica permanecían cerradas y nadie desde el interior informaba nada. Los trabajadores se miraban unos con otros porque se dieron cuenta que aquello, que ya era un secreto a voces, se había convertido en una realidad: el cierre de la planta refinadora de azúcar de Penco. Trescientas treinta y seis personas habían perdido sus empleos... Así terminaba una historia inmensa para la comuna de Penco que se había iniciado noventa años antes, en 1886, cuando Teodoro Plate y su socio Óscar Mengelbeir comenzaban la construcción de los edificios industriales de la refinería en esos terrenos que para entonces eran puro campo. En cierta medida ambos empresarios seguían la línea productiva que ya había ensayado con éxito en Viña del Mar el comerciante alemán Julio Bernstein, 13 años antes, en 1873.

         Para entonces toda el azúcar que se consumía en Chile era importada. Anualmente a nuestro país, de poco más de dos millones de habitantes, ingresaban 25 mil toneladas de azúcar en todas sus formas, cruda y refinada. Ese producto alimenticio era caro, por lo que mucha gente endulzaba sus bebidas frías y calientes agregando un poco de miel. Benjamín Vicuña Mackenna dijo en su libro De Valparaíso a Santiago que los patriotas tomaban mate y aguas perras desabridas, haciendo referencia a lo exagerado del precio, pero al mismo tiempo criticando a los importadores que lucraban con el azúcar y que no querían por ningún motivo que el producto se refinara en Chile. Del Perú llegaban tres tipos crudos: la chancaca, la azúcar moscabada (de color oscuro y textura pegajosa) y azúcar prieta. Estas dos últimas comenzaron a procesarse en Viña del Mar y después en Penco. La distribuidora Duncan Fox traía azúcar refinada de Alemania: la llamada azúcar hamburguesa.

AFICHE DEL DOCUMENTAL "Así fue
la Refinería de Penco".

         Cuando partió la refinería de Viña en 1873 ocupó a 300 trabajadores que laboraban en tres turnos, un grupo importante de ellos eran jóvenes adolescentes que se dedicaban a empacar el producto terminado, los adultos se desempeñaban en los procesos de refinación.

         La empresa viñamarina participó exitosamente en la primera feria exposición de Santiago en 1884. Allí obtuvo el primer premio por la calidad de su azúcar frente a la producción importada. Fue a partir de entonces que el estado a través del gobierno realizó ensayos de protección arancelaria para apoyar a las industrias nacionales.

         Siempre se toma  como referencia del inicio de la refinería de Penco el año 1886, porque de seguro fue cuando el proyecto tomó cuerpo y se comenzó a levantar parte de la infraestructura básica. Pero, los trabajos en el puerto se habían iniciado tres años antes con la construcción del muelle, en la proyección de calle Talcahuano. Fue en 1883 que se lograron los permisos. Sin duda que al mismo tiempo debía hacerse el tendido ferroviario entre el cabezal del muelle y la fábrica a todo lo largo de esa calle, cruzando Freire, Las Heras y O'Higgins. Para esto último, baste añadir que el ferrocarril todavía no llegaba a Penco. La extensión Concepción-Penco comenzó a operar en 1889 y el terminal de trenes estaba en Playa Negra. O sea, en un breve tiempo, la ciudad tuvo un tren urbano propio.

         Para refinar azúcar (en realidad lavar azúcar) se necesitaba agua. Para este fin, la fábrica contaba con dos fuentes naturales: el estero Landa y el estero Coihueco (estero Penco). El primero abastecía el consumo de hogares de trabajadores y el segundo, el proceso industrial. Se construyó un tranque en el fundo Coihueco para acopiar. El agua se conducía utilizando el antiguo canal que anteriormente sirvió al Molino, situado al fondo de la calle Maipú. En ese punto, en la puerta del fundo, se hizo un gran estanque justo donde terminaba el canal. Desde allí se bombeaba el agua por un ducto que corría soterrado paralelo al estero y subía la cuesta por calle O'Higgins para caer después hasta la planta refinadora. La merced de uso del flujo del estero Penco lo concedió la Intendencia de Concepción en 1888. Gracias a ese permiso solicitado con gran respeto por el señor Plate (dijo en su carta al intendente: “suplico a usted la concesión”.), la refinería lanzó al mercado su primera producción en 1889. Para entonces el muelle estaba funcionando, los lanchones de madera que eran arrastrados por remolcadores para desembarcar el azúcar desde buques cargueros (por lo bajo del fondo no alcanzaban a atracar en el muelle) provenientes del Perú y otras partes. Los lanchones descargaban a carros de ferrocarril que llegaban hasta la punta del muelle y después una locomotora los llevaba a la fábrica.

         El carbón que se utilizaba como fuente de energía de la industria provenía de Lirquén y Cerro Verde. De seguro también era llevado en lanchas hasta ese muelle.

DON FERNANDO SILVA SEGURA, a sus 97 años (el más longevo de los ex refineros de Penco) vio con emoción anoche el video de la Refinería en su casa de Las Condes, en Santiago.

          La refinadora pencona llamada Refinería Sudamericana de Azúcar de Penco fue adquirida por la empresa CRAV de Viña del Mar en 1924. Al momento de cerrar CRAV en 1976, ambas plantas refineras producían 8.000 toneladas de azúcar, con origen de caña. Iansa, la gran competidora, producía 10 mil toneladas a partir de remolacha.

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Fuentes: 

Revista CRAV 50 años (1937). Una copia de esta publicación está en el Museo de la Historia Penco.

El documental "Así fue la Refinería de Penco" se puede ver en el sitio web del Museo de la Historia de Penco.

Las autoridades políticas y empresariales de la época justificaron el cierre diciendo que obedecía a la obsolescencia de la industria. La refinería era muy antigua para los tiempos y que por eso se volvió ineficiente, eso dijeron. (Diario El Sur, 1° de marzo de 1976).



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