domingo, mayo 30, 2021

IGNACIO DOMEYKO VINO A PENCO PARA EVALUAR EL CARBÓN DE LIRQUÉN

  • EL CIENTÍFICO POLACO, NACIONALIZADO, ESTABA INTERESADO EN EL COMBUSTIBLE PARA LA FUNDICIÓN DEL COBRE ATACAMEÑO. 
  • EN PENCO FUE ATENDIDO POR LAS AUTORIDADES. 
  • CONDUCIDO AL FUNDO LAS PATAGUAS PARA UN BREVE DESCANSO, APROVECHÓ PARA CONOCER EL ENTORNO NATURAL PENCÓN.

DON IGNACIO DOMEYKO (1802-1889), arriba a la izquierda. En el centro, su libro 
Jeolojía; a la derecha un chamanto atacameño y abajo, un trozo de carbón de piedra de Cerro Verde conservado por Domeyko, luego de su viaje a Penco.
(Foto de Juan Espinoza Pereira).
 

     Por Juan Espinoza Pereira, desde Copiapó

      La historia de los pueblos se entrecruzan, los acontecimientos sociales y políticos se mimetizan, los personajes repiten actuares en ambientes diferentes (o uno cree que se repiten). A veces suele ocurrir que ciertas escenas en que ciertos elementos nos conducen a recordar, hilvanar ideas o asociar conocimientos adquiridos en los libros o, de la vida misma. Es el caso de que mientras preparaba unas lecturas en mi escritorio, de pronto me sorprendí que un trozo de escoria y un libro estaban juntos; empecé a interrogar a cada objeto y las respuestas fueron simples: la escoria había sido recogida hace años atrás en Cerro Verde Bajo, muy cercano donde en el siglo XIX habían fundiciones de cobre y el libro fue escrito por uno de mis personajes que admiro, don Ignacio Domeyko quien recorrió Atacama y Penco. En Atacama he seguido caminando cada huella por donde él anduvo desde la costa de Chañaral hasta la cordillera pasando por el Volcán Santa Inés, Cerro Vicuña, Volcán Ojos del Salado y gran parte de la pre-cordillera que hoy lleva su nombre. El libro en comento se llama “Jeología” y que en una de sus páginas habla brevemente sobre Penco en uno de sus viajes en 1849 y cuyo interés estaba en estudiar la geomorfología de la Bahía de Talcahuano y en particular Penco ya que se especulaba de las riquezas mineras de carbón, y que había sido transmitida por la población aborigen de la zona a los “chilenos.” El conocimiento sobre mineralogía de Domeyko le permitió emitir un juicio lapidario sobre las minas de lignitas (carbón) de la zona:

A) Dos minas situadas en la costa oriental de la bahía de Talcahuano: una cerca de Penco, i la otra no lejos de Lirquén. Su explotación nunca ha dado grandes beneficios i actualmente están abandonadas.” (Jeolojía. Tomo Quinto, 1903, pág.127).     



          En otros textos del autor (que los he encontrado en Ferias de las Pulgas o librerías de Viejos) nos habla sobre Penco y su visita “obligada” a la Hacienda La Patagua por las autoridades locales para tratar de congraciarse con el académico, pero sí le interesó su caminata a los cerros donde había greda que era utilizada por la población aborigen para hacer sus cerámicas utilitarias (que dicho sea de paso conocí a un mapuche en mi niñez que vendía cacharros de greda en la plaza de Penco) o la zona donde había caolín (cercano a Roa), también estuvo en los cerros donde hoy el capital extranjero ha puesto el ojo financiero en el mineral llamado “tierras raras” siendo tan poco su explotación y tan grande el daño ecológico. Hay un interesante comentario sobre el sector de lo que conocemos como La Cata por su importancia paleontológica donde quedó maravillado. En este punto doy gracias a mi profesor de Historia del liceo de Penco (perdón pero lo conozco así) el gran profesor Salas quien me hizo ver la Cata con la mirada científica caminando y maravillándonos de los fósiles que encontrábamos en el camino y de los cuales no podíamos tomarlos para llevarlos a casa… ”sólo para imaginar cómo era este terreno antes de que los humanos llegaran a la tierra” (grande maestro: estés donde estés).

       Gracias a Domeyko enlazo ahora Atacama con Penco (ojalá no de manera forzada); las minas de cobre de Chañaral de las Ánimas (Atacama) y sus alrededores (Salado y Pueblo Hundido) cuyos dueños eran la familia Edwards, trasladaban desde el malecón de Chañaral el cobre nativo hasta Penco para ser fundidas y transformadas en lingotes de cobre y ser enviadas a Europa, lo más lamentable es que los réditos jamás quedaron ni en Chañaral ni en Penco, pero sí en Santiago y París; es que en ese lugar del país habían minas de lignitas (carbón de piedra) que, aunque de muy baja calidad le permitían fundir el metal; los pequeños barcos a su vez llevaban frutas frescas, papas, verduras y hasta agua pura hasta Chañaral de las Animas. Es lamentable que estos pequeños yacimientos carboníferos hayan desaparecidos y sólo perduren en las memorias de quienes alguna vez jugamos en los socavones de Cerro Verde Bajo y Alto, en Lirquén.

           Ignacio Domeyko también realizó un catastro de la calidad de las gredas de Penco, cuarzo y sílice, minas que luego fueron peticionadas por empresas extranjeras para la confección de loza utilitaria, petición que consta en Boletín de las Leyes del siglo XIX; pero también las recomendaciones del científico permitieron la instalación de las fábricas de ladrillos de muy buena calidad para la construcción.

          Ojalá la crisis sanitaria comience a menguar para recorrer los posibles lugares donde Domeyko caminó o se sentó a descansar para admirar la bahía de Talcahuano desde Penco.

Un abrazo desde Atacama

Juan Espinoza Pereira.

LAS PATAGUAS O LA PATAGUA, letrero de señalética en el camino a
Primer Agua, poco antes del cruce Los Varones, que indica el
lugar donde se tomó un descanso don Ignacio Domeyko. El fundo era
propiedad de don Rómulo Arriagada.

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