- EL CIENTÍFICO POLACO, NACIONALIZADO, ESTABA INTERESADO EN EL COMBUSTIBLE PARA LA FUNDICIÓN DEL COBRE ATACAMEÑO.
- EN PENCO FUE ATENDIDO POR LAS AUTORIDADES.
- CONDUCIDO AL FUNDO LAS PATAGUAS PARA UN BREVE DESCANSO, APROVECHÓ PARA CONOCER EL ENTORNO NATURAL PENCÓN.
Por Juan Espinoza Pereira, desde Copiapó
La historia de los pueblos se entrecruzan, los acontecimientos sociales y políticos se mimetizan, los personajes repiten actuares en ambientes diferentes (o uno cree que se repiten). A veces suele ocurrir que ciertas escenas en que ciertos elementos nos conducen a recordar, hilvanar ideas o asociar conocimientos adquiridos en los libros o, de la vida misma. Es el caso de que mientras preparaba unas lecturas en mi escritorio, de pronto me sorprendí que un trozo de escoria y un libro estaban juntos; empecé a interrogar a cada objeto y las respuestas fueron simples: la escoria había sido recogida hace años atrás en Cerro Verde Bajo, muy cercano donde en el siglo XIX habían fundiciones de cobre y el libro fue escrito por uno de mis personajes que admiro, don Ignacio Domeyko quien recorrió Atacama y Penco. En Atacama he seguido caminando cada huella por donde él anduvo desde la costa de Chañaral hasta la cordillera pasando por el Volcán Santa Inés, Cerro Vicuña, Volcán Ojos del Salado y gran parte de la pre-cordillera que hoy lleva su nombre. El libro en comento se llama “Jeología” y que en una de sus páginas habla brevemente sobre Penco en uno de sus viajes en 1849 y cuyo interés estaba en estudiar la geomorfología de la Bahía de Talcahuano y en particular Penco ya que se especulaba de las riquezas mineras de carbón, y que había sido transmitida por la población aborigen de la zona a los “chilenos.” El conocimiento sobre mineralogía de Domeyko le permitió emitir un juicio lapidario sobre las minas de lignitas (carbón) de la zona:
“A) Dos minas situadas en la costa oriental de la bahía de Talcahuano: una cerca de Penco, i la otra no lejos de Lirquén. Su explotación nunca ha dado grandes beneficios i actualmente están abandonadas.” (Jeolojía. Tomo Quinto, 1903, pág.127).
Gracias a Domeyko enlazo ahora Atacama con Penco (ojalá no de manera forzada); las minas de cobre de Chañaral de las Ánimas (Atacama) y sus alrededores (Salado y Pueblo Hundido) cuyos dueños eran la familia Edwards, trasladaban desde el malecón de Chañaral el cobre nativo hasta Penco para ser fundidas y transformadas en lingotes de cobre y ser enviadas a Europa, lo más lamentable es que los réditos jamás quedaron ni en Chañaral ni en Penco, pero sí en Santiago y París; es que en ese lugar del país habían minas de lignitas (carbón de piedra) que, aunque de muy baja calidad le permitían fundir el metal; los pequeños barcos a su vez llevaban frutas frescas, papas, verduras y hasta agua pura hasta Chañaral de las Animas. Es lamentable que estos pequeños yacimientos carboníferos hayan desaparecidos y sólo perduren en las memorias de quienes alguna vez jugamos en los socavones de Cerro Verde Bajo y Alto, en Lirquén.
Ignacio Domeyko también realizó un catastro de la calidad de las gredas de Penco, cuarzo y sílice, minas que luego fueron peticionadas por empresas extranjeras para la confección de loza utilitaria, petición que consta en Boletín de las Leyes del siglo XIX; pero también las recomendaciones del científico permitieron la instalación de las fábricas de ladrillos de muy buena calidad para la construcción.
Ojalá la crisis sanitaria comience a menguar para recorrer los posibles lugares donde Domeyko caminó o se sentó a descansar para admirar la bahía de Talcahuano desde Penco.
Un abrazo desde Atacama
Juan Espinoza Pereira.
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