RESTOS DEL BUQUE "PERÚ" asoman en Playa Negra, Penco. |
POR ABEL SOTO MEDINA
Hace ya algunos años, en un encuentro de convivencia para homenajear a futbolistas del Coquimbo Crav, oportunidad en que se me grabó lo mencionado por nuestro editor Nelson Palma, quien al solicitarle que hiciera uso de la palabra, dada su grata presencia, un poco extrañado accedió al requerimiento. Su presencia se debía a que su amigo José «Chico» Pérez, en su calidad de ex jugador, lo invitó al evento. Recuerdo que Nelson se encontraba de paso en Penco, por la presentación de «Crónicas de Penco», del entonces concejal y actual alcalde Víctor Hugo Figueroa. El día anterior en el salón parroquial, y en que yo también tuve ese privilegio de concurrir por el haber aportado un granito de arena a la publicación, recordando que ese evento fue anterior a la existencia de la Sociedad de Historia de Penco. Aún no la formábamos. Pues bien, en la ocasión del encuentro con los ex futbolistas, Nelson inició su alocución con esta pregunta: «¿En qué se diferencia el hombre, del resto de los animales?», respuesta: «es el único animal que cuenta historias». Y bajo esta perspectiva trataré de desarrollar la siguiente.
ASPECTO de la reunión de los ex Coquimbo Crav. |
Los hombres cuando ya acumulamos algunas canas, es costumbre recordar hechos que nos traen recuerdos, sobre todo los gratos momentos o aquellos significativos que quedan marcados en nuestras mentes. Fue así que, una tarde conversando con mi hermano Jorge Darwin le comentaba que cuando me fui de la casa que nos vio nacer, iniciando con ello una nueva etapa en mi vida con mi señora y mis hijos, mi madre, Hilda, en un acto espontáneo miró sobre la vieja mesa del comedor y tomó el jarrón de loza, signo de la casa, y se lo entrega a mi esposa Teresa diciéndole: «Llévese este recuerdo ya que estoy segura que usted lo conservará y apreciará en lo que representa para nosotros; él ya había sido testigo de algunos velatorios de familiares queridos». Mi madre incluía entre los idos a su mamá, la abuela Chepa. El jarrón o florero, es una pieza decorada en oro, que conserva su marca de Chile Ware, de F.N.L.P. (Fanaloza), con su clásica corona evocando algún reinado inglés junto a rosas en capullos que relucen con gran esplendor en todas sus etapas, y los pétalos se dejan apreciar por quien los contemple. Un filete en oro lo recorre en torno a su boca y otros dos anillos van en su cuello. Resaltan las azucenas dobles ricamente decoradas. Destaco en esta descripción que los adornos del jarrón añaden en su decorado 3 rosas y 3 azucenas en todo su derredor.
PRECIOSO JARRÓN DECORADO POR EL ARTISTA SEPÚLVEDA CANOBI. (*1) |
Pero, ‒y haciendo honor a que el ser humano cuenta historias‒, agrego un segundo episodio. Mi madre, para que yo no me sintiera menoscabado por ese regalo a Teresa, se acercó al mueble donde se guardaba la loza, y sacó una antigua panera de plaqué, con muchas huellas por el uso y el paso del tiempo. El repujado decorativo superior en toda la circunferencia me pareció resaltar más ése momento. Ella me dijo: «Hijo es lo único que te puedo obsequiar para que tengas un recuerdo, sé que encontrarás el valor que ella guarda». Al recibir tan digno regalo me sentí honrado por el gesto y muy emocionado al mismo tiempo. De esa panera que había visto desde muy cortad edad, sólo había escuchado, respecto de ella, historias contadas por mi abuela Chepa. Ella decía que en innumerables noches se sentía que caía y que el golpe contra el suelo provocaba un eco interminable, con un sonido semejante de tilín-talán y que cuando iban a verla seguramente para recogerla, la hallaban en el mismo lugar de siempre. A decir verdad eso yo nunca lo sentí, aun cuando en esa casa experimenté otros hechos paranormales que no son el tema de esta nota. Pues bien, uno tomaba la panera de plaqué y la sostenía tipo campana, ante el más mínimo golpe, su vibración sonora se extendía por un largo rato.
LA PANERA QUE HABRÍA PERTENECIDO A LA VAJILLA DEL VAPOR "PERÚ" VARADO EN PENCO EN 1941. (*2) |
En eso, mi hermano Jorge Darwin me interrumpió para preguntarme si yo conservaba la panera, le dije que ya no la tenía que se la había regalado a mi hija Cynthia, porque gustaba ella de las antigüedades. Y ahí vino mi descubrimiento de lo que siempre ignoré respecto de ese objeto doméstico. Mi hermano me dijo: «Estoy seguro que ése es el único objeto existente del varamiento del vapor "Perú" », refiriéndose sin duda al buque que acabó con la vida útil del muelle de Duncan Fox, en Playa Negra, durante aquel terrible temporal de la noche del 22 de Julio de 1941. Me sorprendió que me dijera eso. Le pregunté «¡¿y tú cómo lo sabes!?». Su respuesta: «Bueno porque mi mami la recibió en esa oportunidad de alguien, no olvidemos que el "Perú" quedó muy cerca de la playa y prácticamente fue desmantelado por la gente que acudió por la novedad de lo ocurrido al día siguiente». Hoy en memoria de ese acontecimiento, sólo queda parte de la estructura de fierro del casco embancado en la arena y que se deja ver en las bajas mareas muy cerca del actual muelle de Muelles de Penco.
EL TROFEO DE LOZAPENCO. |
POST SCRIPTUM:
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Revisión de estilo, N. Palma.
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