sábado, septiembre 11, 2021

ANTES EL 11 DE SEPTIEMBRE ERA EL DÍA DEL PROFESOR

ALUMNAS DE UN CURSO de la ex escuela de Niñas N° 32 de Penco, que existía donde actualmente se levanta el gimnasio municipal. Las estudiantes y su profesora posan para la cámara fotográfica en el patio del colegio mientras muchas de las alumnas toman su matinal taza de leche con un trozo de pan con miel, alimentos contemplados en los programas de educación de entonces.
(Foto década de 1940, imagen de propiedad de Andrés Urrutia Riquelme). 
 

Desde Copiapó por JUAN ESPINOZA PEREIRA, Profesor de Penco. 

JUAN ESPINOZA PEREIRA

        Sin lugar a dudas que septiembre es un mes controversial, especialmente para nuestro país; septiembre es un mes donde muchos disvalores que fueron instaurados por la fuerza se hacen presente y se profundizan hasta hoy día: cobardía, traición, consumismo exacerbado, individualismo, la “liviandad de ser,” entre otros.

    Septiembre también es cómplice de la pérdida del sentido de la educación, hasta 1977 el Día del Profesor(a), se celebraba con mucha alegría en las escuelas y liceos del país; fecha que se había instaurado en 11 de septiembre de 1943 para homenajear a Faustino Sarmiento y su aporte a la educación chilena y latinoamericana.

    Digo que en 1977 se inicia con mayor profundidad la pérdida del sentido de la educación, pues la sociedad por la fuerza y la docilidad se dejó embaucar para trasladar la fecha al 16 de octubre de cada año; es el momento en que muchos de los docentes dejaron de jugar con sus estudiantes en el patio, es el instante en que empieza a prevalecer la instrucción por sobre humanización: preparar buenos trabajadores que sepan sus labores y obedecer; ya no personas con capacidad crítica y constructores de nuevas sociedades humanas. Y, aunque duela en lo más profundo, se inicia el proceso de monetarización de la labor docente, como hoy donde se hace carrera a través de la Carrera Docente y no de la calidad humana de la educación. Ni hablar de lo que está ocurriendo en la actualidad, donde los procesos educativos se han reducido a una mera instrucción para resolver Guías, telemática con cámaras y micrófonos apagados y donde el profesor(a) dicta cátedra a una audiencia que no participa, sino que está esperando el momento que termine la clase; en contradicción a la esencia de la educación se produce en la interacción permanente, es ahí donde se produce la humanización del ser humano.

    En este día tan especial, quiero homenajear a nuestros maestros(as) que nos hicieron sentir más humano en la Escuela N° 90 de Penco, aquella escuelita pobre, cercana al estero y tan humana:

LA PROFESORA Fresia Ibáñez junto a su alumno
Juan Espinoza (niño entonces) de la Escuela N° 90 de Penco.

    Señor Bustos (mi primer director); la señorita Fresia Zambrano (que me ilusionó con la cultura mapuche, me hizo viajar a Grecia y Roma); la señorita Fresia Ibáñez (que siendo niño me habló de Taltal con tanta pasión que cuando conocí ese puerto recorrí cada una de las calles y casas); el señor Reygada (que me enseñó a jugar en forma honesta y solidaria); la señorita Nancy (que me enseñó a jugar al trompo y a correr con estilo de atleta); señorita María Clara (con quien aprendía Cs. Naturales que jamás he olvidado); señor Renato (no aprendía Matemática, pero si a ser fuerte en la vida); la señorita Lucy (mi primera profesora jefe y tanto dolor que nos provocó con su muerte, siendo aún nosotros niños) y la señorita Julia (que me enseñó morfosintaxis del castellano, figuras literarias y el gusto por la lectura).

    Una vez más, a todos ellos(as), y a los que he olvidado por el paso del tiempo… mis respeto y homenaje en este día tan especial y controversial.

    Un abrazo a la distancia.

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