Unas pocas fotos impresas en álbumes
nos traen al presente la Refinería de azúcar de Penco, cuyo
producto central se consumió en pasteles, en tortas de novia y de
cumpleaños o en infinitas tazas de té a lo largo de decenas de
años. Pero, hubo un producto superior que no se diluyó con la
facilidad de un pan de azúcar en un pocillo de café. A sabiendas que nos vamos a quedar cortos, enumeraremos elementos de ese producto superior: el bienestar de sus
trabajadores y de sus familias, la arquitectura decente de sus casas,
el urbanismo inspirador del recinto, la escuela básica completa, el
instituto de formación técnica para jóvenes dentro de la propia
fábrica, el deporte amateur, el cine, la cultura generada en sus
bibliotecas, en su banda de música, en las actividades juveniles
programadas, en los planes de vacaciones familiares, en la vida
social, agreguemos las atenciones de salud, etc. Sin embargo, el paso del tiempo
hace difícil reconstruir en la mente el conjunto de todo eso ya que la
CRAV bajó la cortina en 1976.
Tengo sobre mi escritorio algunas fotos
que comparto en este post cuyas lecturas las hago de memoria más la
colaboración de personas de Penco que me ayudaron a identificar a
quienes aparecen en las imágenes.
Los celadores fueron integrantes del
equipo de seguridad de CRAV, contratados, funcionarios de planta, no como se estila
hoy en día en que las empresas emplean servicios externos. Estos
trabajadores con su atuendo y clásica gorra de estilo militar
cuidaban mayormente la entrada al edificio de administración como el
acceso al recinto urbano de la Refinería. En la foto aparecen de
izquierda a derecha: don Armando Villegas, (quien le sigue no lo
hemos podido identificar), don Manuel Barriga y don Juan Paredes.
Las dos fotografías siguientes
corresponden a los trabajos de terminación de casas del recinto de
la Refinería. Unas de un piso y otras de dos. Se fabricaron siguiendo los máximos estándares de construcción de la época. Los inicios
de este proyecto particular de la empresa
para sus trabajadores –porque hubo otros– se iniciaron el 22 de febrero de 1941.
La escuela básica completa, que vemos abajo, merece un
capítulo especial. En esta magnífica construcción de madera de un
piso sobre un gran zócalo alto de hormigón con escalas exteriores
de acceso y jardines interiores rodeados de hermosas galerías, funcionó
la escuela para los hijos e hijas de los trabajadores de CRAV,
empleados y obreros. Fue fundada por el sindicato y, antes
de su traslado a este lugar, comenzó con dos salas junto al ex
teatro de la empresa. Este bello edificio fue demolido y en su lugar
se emplazó el conjunto habitacional Las Terrazas mientras que la
escuela ex N° 69 se mudó al moderno inmueble bajo el nombre de
Escuela Italia. (No logramos identificar a la vecina que posa con su
bici frente al desaparecido establecimiento que se aprecia a la derecha).
Dentro del equipo de profesoras del
colegio de entonces (finales de los 40 o inicios de los 50)
destacamos a la maestra que aparece, en ambas fotos, al lado
izquierdo. Ella es la profesora Dolores Urbina, una de las fundadoras
de la escuela. Destacó siempre por su estilo amable y sencillo. Hizo
gala de un buen trabajo pedagógico y de exigencia así como su sentido de humor. La señorita Dolores Ubina fue una maestra muy querida y recordada por sus
alumnos.
En la foto de abajo, de esta jornada para el recuerdo que se destinó en la escuela N° 69, subrayo la disciplina de los alumnos sentados, todos bien peinados y su maestra de pie, pero lo más curioso es la actitud del estudiante de otro curso que no resistió la tentación de asomarse por la puerta para mirar la acción quedando retratado por su curiosidad.
Un detalle de esta escuela fueron las gradas de la escala, que se ven en las fotos. Por esos años, en invierno, para protegerse de la lluvia se usaban unas capas impermables de la cabeza a los pies, sin mangas y con capuchón. Durante los aguaceros, cuando los alumnos subían o bajan esas escalas equipados con sus capas a veces sin quererlo las pisaban, se tropezaban y rodaban gradas abajo.
Como lo he dicho al inicio, una de las actividades importantes que desarrollaron tanto los sindicatos como la empresa fueron las de tipo social, las que mayormente se efectuaban en el club deportivo de calle San Vicente. La foto, con la que finalizo este post, esta mirada retrospectiva, es una instantánea de uno de esos amenos encuentros sociales. En la foto identificamos de izquierda a derecha a las siguientes personas de la familia refinera: Juan Luego Ochoa, Teresa de la Torre Chávez, Aidée Ocampo Ascencio, José Baeza y Jorge Vera.
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POST SCRIPTUM:
El material fotográfico fue obtenido de un video que circula en la red titulado "Un Sueño Hermoso", sin pie de autoría.
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