En las oficinas trabajaban contadores, gente de remuneraciones, administrativos y secretarias, los que habituados a la rutina de la granja, una vaca mirándolos por la ventana no debió ser algo novedoso, un hecho de todos los días, mañana y tarde.
Para alcanzar los estándares de consiguió Cosmito, el trabajo en la granja debió ser muy intenso, por eso imaginamos que por ese sector, en torno al arco de la lechería, además debió haber mucha gente. Por ejemplo el mismo Walter Zwillinger, el responsable de la granja, con alguna chupalla puesta para capear el sol dando instrucciones a los capataces sobre los tiempos de las cosechas, sobre las empastadas en los potreros, sobre la fabricación de alimentos para los animales, en fin, tantas cosas por hacer que implicaba una jornada en la granja.
También había jóvenes haciendo su práctica profesional como Hugo Pinto, estudiante de agronomía que después asumió en reemplazo de Zwillinger. Carlos Crovetto, quien se acercaba frecuentemente a la granja para aprender de las técnicas allí aplicadas. Muchos años después él aplicó ese conocimiento para desarrollar su fundo Chequén.
Si hubo un lugar en Penco donde había infinito trabajo por hacer ese lugar era Cosmito, de propiedad de la Refinería CRAV. Pero, el proyecto no pudo prolongarse en el tiempo, debido a que los costos de funcionamiento y operaciones siempre fueron superiores al ingreso provenientes de las ventas de sus excelentes productos. Después que CRAV decidió arrendar, la granja cayó en la decadencia. Hoy difícilmente quedan algunos restos de sus maravillosas construcciones.
EL EDIFICIO CON ARCO, de la lechería de Cosmito. A la derecha, antiguas oficinas administrativas y al fondo las salas de ordeña. Abajo, esas salas vistas desde una ventana trasera del arco.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario