sábado, febrero 03, 2024

TODO LO QUE NOS PUEDE ENSEÑAR EL TREN

Texto y fotografías del profesor Juan Espinoza Pereira desde Copiapó.


                    De pronto una pregunta nos interpela. No importa quién la formule si un vecino, un amigo o un desconocido. Nos pone en movimiento para la búsqueda y/o elaboración de una respuesta lo cual trae como recompensa una toma de consciencia de la realidad que nos rodea. Es lo que me sucedió cuando el amigo Nelson me pregunta:
«Vi una foto en que un árbol cayó sobre la locomotora del tren Copiapó-Caldera. Yo vi ese tren exhibido en el campus de la Universidad local hace un par de años. Estaba muy bien tenido, limpio, impecable. ¿Podríamos saber qué harán los encargados de mantener esa reliquia?»

                    La respuesta pudo ser simple: un árbol cayó sobre la máquina a vapor y destruyó una parte de ella. No obstante, la pregunta impele a buscar información, recuerdos que se tuvieron al hacer uso de él, a recorrer nuevamente las trochas (angostas en el norte, anchas en el sur) y a refrescar conocimientos previos de este maravilloso medio de transporte, pero no sólo quedarse ahí, sino relacionarlo con la educación actual y cómo ésta puede utilizar el conocimiento para que los niños y niñas puedan significar su entorno y sus propias vidas.

                    ¿Por qué era importante construir un medio de locomoción, como el ferrocarril, ya en el siglo XIX? Al respecto se pueden dar una serie de respuestas, pero me detendré en algunas entregadas por diversos autores y otras que han sido fruto de largas conversaciones y lecturas con mi amigo Danilo Bruna en el Museo Regional de Atacama:

                    El país que se estaba construyendo a partir de 1818, tenía como base económica la agricultura del sur, y la actividad la minería industrial en el norte del país y, cuyos procesos productivos y la comercialización eran lentos, se requería dinamizarlos toda vez que el país requería divisas para su desarrollo y fortalecimiento de la nueva sociedad emergente. El ferrocarril permitió que las zonas alejadas unas de otras, se estrecharan con el intercambio de productos.

                    Permitió que las personas tuvieran la posibilidad de realizar viajes y conocer otras realidades, el medio de transporte estaba al alcance de todos quienes pudieran cancelar un boleto, para ello había carros de 1ra, 2da, 3ra y 4ta categoría; aunque también ya en sus inicios estaba presente la elusión de pago, a tal extremo que la contabilidad casi siempre tenía deltas financieros negativos, como podemos ver en el transporte público el no pagar es histórico.

                        El ferrocarril permitió a los viajantes ampliar su visión de la realidad, conocer otras localidades. Para ellos la cultura adquirió un nuevo significado, aparecieron nuevas formas de hablar, de vestirse, de comer; en suma, se empezó a construir realidades nuevas.

LA COPIAPINA en el campus de Copiapó. En la imagen de archivo, posan
los hijos del redactor de este texto.

                            
El Ferrocarril en Copiapó desde inicios de 1840 se venía gestando la idea de instalar un ferrocarril en Atacama, los vecinos y autoridades atacameñas escuchaban a los empresarios visitantes, desde el centro del país, lo incómodo que era recorrer grandes distancias para brindar un servicio, a modo de ejemplo se encuentran los comentarios y quejas que realizaba Juan Moat, un relojero que visitaba a sus clientes en las minas tanto para la venta de sus productos como para atender reparaciones; fue él quien presentó la idea de un ferrocarril a los empresarios y al Intendente Ventura (1845). En conjunto presentaron la idea al gobierno central. En 1850 se iniciaron las obras no sin contrapiés dado lo mayúscula que significaba la empresa y que el ilustre empresario Wheelwright logró cubrir los 81 kms. desde Caldera a Copiapó. Posteriormente las obras se extendieron hacia los centros mineros como Pabellón, San Antonio, Chañarcillo y Puquios, que en la época constituían grandes centros mineros.

                        Un ferrocarril más primitivo ya se había implementado en los grandes centros mineros del norte, pero caía bajo la categoría de “tren de sangre”, es decir, carros que eran arrastrados por animales. Hasta que llegó la primera locomotora a vapor se llamó La Copiapó/Copiapina, un tren que se movía por una trocha angosta, que se extendía por desierto inhóspito, que en algunos tramos con el tiempo se cubría con polvo sin dejar ver nada, a veces lluvioso provocando desazón entre sus pasajeros. En algunos libros se señala la anécdota de que el poeta Víctor Domingo Silva habría boceteado los primeros versos de su poema «Al Pie de la Bandera», mientras el tren estuvo detenido ahí varios días debido a un aluvión en la estación de Chañarcito (cerca de Pueblo Hundido y mientras él ejercía como diputado por la zona), precisamente porque la estación siempre tenía izada una bandera chilena.

                    La Copiapó/Copiapina aún existe y sus carros de antaño para el equipaje, y sus vagones de primera y segunda clase se encuentran en el campus de la Universidad de Atacama, donde muchas familias y turistas los visitan. En mi caso, mis hijos aprendieron la historia de Atacama, su paisaje y la minería subiéndose a la locomotora y recorriendo cada carro (adjunto foto que tiene 27 años). Lamentablemente un viento catabático (puelche para los sureños) y la tozudes del ser humano hicieron caer varios árboles y el más grande se precipitó sobre una parte de la Copiapó/Copiapina; digo tozudes ya que a los árboles no se le han de cortar sus raíces, aunque estas afloren hacia el exterior, sólo buscan humedad que no encuentran en las napas subterráneas por estar secas. Si el lector pudiera imaginar la cantidad de personas que la han visitado, desde simples turistas, químicos connotados, metalurgistas ingleses, franceses y alemanes para estudiar la calidad del fierro; si se pudiera cuantificar la cantidad de escritos acerca de la Primera Empresa de Ferrocarril de Sudamérica. Les adjunto un dibujo realizado por mi gran amigo Danilo Bruna, sobre la Copiapó/Copiapina que ilustró un congreso de Historia y Arqueología, al que concurrió una pléyade de intelectuales nacionales y del extranjero, dibujo que Danilo generosamente regalaba para los académicos que realizaban tesis magisteriales o doctorales, en congresos tanto nacionales como internacionales, así como al público asistente al Museo. En definitiva: natura atenta contra la creación humana.

DIBUJO ORIGINAL de Danilo Bruna.

                            El Ferrocarril en Penco. Sus orígenes también se pueden rastrear en el siglo XIX y los propósitos de su construcción obedecen a criterios económicos, en este caso la minería del carbón, la madera y el intercambio de productos agrícolas entre zonas. En la ruta desde Concepción a Penco con 25 kms., la trocha es ancha (1.68mts) y perteneció a la compañía Carbonífera Los Ríos de Curanilahue, siendo su primera concesión el 19 de agosto de 1885, llegando el 18 de febrero de 1904 hasta Cerro Verde.

                        Desde la salida de la estación de Concepción, el tren tenía como primera estación en el km. 1.4 llamada Pampa para continuar hasta el km. 8.2, estación Santa Ana para finalizar en la estación Playa Negra, a partir de ahí tomaba algunos ramales hasta la Refinería de Azúcar y Minas de Cerro Verde. Es importante señalar que se cierra un circuito del ferrocarril cuando se construye el ramal por el norte desde Tomé en 1915, así como también dos túneles que fueron construidos: Pingueral con 290 mts. y Punta de Parra con 259 mts. Para una más detallada historia del ferrocarril en Penco es imperioso revisar “La vida en penco en torno al ferrocarril,” del señor Jaime Robles Rivera, inserto en el Libro de Oro de la Historia de Penco.

                    Recuerdo que hace años llevé a mis hijos a visitar una Locomotora imponente, majestuosa, que estaba como monumento cerca de la estación, entonces, hicimos comparaciones de la locomotoras, una grande (Penco) y la otra más pequeña (Copiapó), visitamos el entorno y recorrimos la trocha ancha y lo difícil que resulta saltar de un riel al otro. Años después nos encontramos con la sorpresa que la locomotora había sido vandalizada por inescrupulosos, por quienes ciertos objetos no tienen significado ni le dan identidad (las no cosas diría Byung Chul Han). En definitiva: el ser humano atenta contra su propia identidad, atenta contra su matria.

                    El Ferrocarril y Educación. Cuánto se podría aprender si el ferrocarril fuera utilizado como una herramienta pedagógica para formar y educar a los estudiantes, lo hacía nuestra profesora de Educación Física en el Liceo de Penco en la década de los ’70, cuando nos hacía caminar por sobre los rieles desde el Liceo hasta la estación para luego volver trotando sin saltarse ningún durmiente, o lo que hacía el señor Salas (profesor de Historia), quien relataba la importancia de los medios de transporte, en este caso el ferrocarril, para luego entregarnos datos estadísticos sobre movimiento de carga por trenes a nivel regional y nos hacía interpretar datos. En las asignaturas de Física o Química, se puede utilizar como ejemplo, para contextualizar los contenidos de presión, trabajo, punto de ebullición, etc., poniendo como ejemplo las locomotoras que pasaban por Penco; en Historia se puede utilizar para estudiar el nacimiento de la ciudad de Penco, y cómo este medio de transporte permitió que la migración del campo a la ciudad se hiciera de manera más fácil, así como analizar el desarrollo económico en diferentes épocas de la comunidad pencona y alrededores.

                    Finalmente quiero agradecer la pregunta que me formuló Nelson, ya que me hizo recordar y escarbar en libros, documentos y muy en particular las extensas conversaciones e investigaciones que logre desarrollar con mi gran amigo Bruna en el Museo Regional de Atacama, una persona que sin ser profesional de las Ciencias Sociales, se formó en esta área gracias su incansable amor por el conocimiento, por Atacama y la Historia. Él puede hablar de Penco, Concepción, la Patagonia y de muchos otros lugares porque los estudiaba, pero también porque los visitaba. Una de nuestras últimas conversaciones que mantuvimos, antes de su jubilación, estaba relacionada con las comunidades lafkenches de Penco y la ribera del Andalién, así como de las minas de carbón, la fundición de cobre en Cerro Verde y las fábricas de ladrillos. Un homenaje para él y el agradecimiento a Nelson por su pregunta.

                    Desde Atacama soleada, un abrazo a los pencones.


No hay comentarios.: