En una de las plaza de Alcalá de Henares, a cien metros de la Universidad local, se levanta un monumento con la imagen de Miguel de Cervantes, autor de la novela maestra de la Humanidad, El Quijote. El homenaje se justifica porque el escritor nació en esa ciudad vecina a Madrid, el 29 de septiembre de 1547.
Una idea loca se me cruzó por la cabeza durante mi visita a la localidad universitaria madrileña donde nació hace casi quinientos años Miguel de Cervantes , autor de El Quijote. El protagonista de esa novela, un viejo de apellido Quijano, se trastornó de tanto leer libros mayormente de caballería que tenía en su biblioteca particular. Pues, mi idea loca se refiere a «La Araucana», de nuestro conocido (digo conocido por el monumento a su memoria en la Plaza de Penco) Alonso de Ercilla y Zúñiga. ¿Pero, qué tiene que que ver «La Araucana» con los disparates en los que cayó el hidalgo? Bueno, veamos...
Según la novela de Cervantes, «La Araucana» estaba entre los casi 300 libros de la biblioteca privada del ingenioso hidalgo. Convencidos el cura y el barbero, amigos de don Quijote, que éste había perdido el juicio por creer a pie juntillas lo que decían los nefastos libros de caballería, decidieron quemarlos todos. Pero, antes de lanzarlos a la pira, el cura pidió revisarlos para no cometer una injusticia quemando a justos por pecadores. Fue así que el barbero le mostró tres que tenía en las manos, uno de ellos era «La Araucana».
Dijo el cura: «Esos libros son los mejores en verso heroico, guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España».
Entonces pensé la mentada idea loca: ¿A pesar de las alabanzas del cura, el libro de Ercilla pudo contribuir a la locura de don Quijote, teniendo en cuenta todo lo que se narra en ese poema, tan increíble como bello de la historia de Chile? Si bien Cervantes culpa a los libros de caballería, ¿por qué motivo metió a «La Araucana» en la biblioteca del descocado hidalgo?, ¿Sólo para rescatarla del fuego? Raro. Aunque todo esto sea ficción, ningún erudito de la lengua castellana ni tampoco algún psiquiatra que se haya pronunciado sobre el origen de la locura del don Quijote ha dicho una palabra sobre ese asunto.
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