Un inofensivo insecto que mora en algunas rosas. |
El “zaratán” era un microbio muy dañino y peligroso que vivía entre los pétalos de las flores (convengamos en que el sustantivo se escribe con z). Así nos contaban los mayores, por lo que los niños debíamos evitar meter nuestras narices dentro de una rosa, por ejemplo, para prevenir el abordaje a nuestro cuerpo de ese agente maligno. Según decían, los “zaratanes” atacaban por dentro las paredes de la nariz y las destruían, dejando a las personas que habían tenido la mala suerte de contaminarse, sin esa parte del rostro. Otro dato: una vez que el bicho saltaba de la flor a ese sitio de la cara, era imposible sacarlo.
Quienes narraban estas historias de terror, supuestamente
verdaderas, tenían un ejemplo a la mano para demostrar la acción de los
“zaratanes”: en Cerro Verde vivía un caballero víctima de estos bichos
diminutos. En efecto, la persona en cuestión carecía de nariz, por lo que sus
fosas nasales eran frontales a quien lo mirara. Pobre señor, sin nariz, nadie
querría mirarlo a los ojos, sin tener enfrente de sí esos dos agujeros cónicos.
Para mucha gente, él había sido una víctima de los “zaratanes”. Uno se
preguntaba: ¿habría él andado oliendo cada flor de su jardín, hecho que le
significó tan cara consecuencia? ¿Por qué él mismo no nos contó su martirio
para que nosotros no cometiéramos la misma imprudencia? Pudo haberlo hecho ya
que circulaba con mucha frecuencia por las calles de Penco.
Tan hondo calaban esos mitos, que uno se cuidaba mucho de no
oler flores por un miedo vivo de contagiarse el “zaratán”. Primero, había que
mirar muy bien entre los pétalos de una violeta, una rosa, un copihue o una reina-luisa
antes de intentar disfrutar su aroma. A los pocos años de haber oído esas historias, ya nadie más habló de ese supuesto agente, guardián celoso de las flores, que amenazaba con destruir la nariz a quien osara arrebatarle la delicia de esos
olores.
El amplio diccionario de Internet “Wordreference” desconoce la palabra "zaratán". En el Sopena Ilustrado aparece una voz cercana y
ella es “zarate”: nombre que se le da a la sarna en algunos países
americanos. ¿Entonces cuál era el fundamento para “zaratán”? Una opción pudo
ser la enseñanza. O sea, prevenir a los niños del peligro de oler directamente
una flor porque en ella podía haber abejas escondidas, haciendo su trabajo de
polinización o que hubiera agresivas hormigas bebiendo néctar sin querer ser
molestadas. La historia del vecino de Cerro Verde servía para ejemplificar,
pero lo más probable fue que él haya perdido la punta de su nariz en otras
circunstancias, tal vez en un accidente. Sin embargo, en el imaginario de los niños quedó la impresión que él sufrió la pérdida de esa parte del rostro por su incontrolado
placer de ir oliendo alegremente una flor y otra flor y otra flor…
7 comentarios:
Yo vivo en la sexta región y esa misma historia me la contó mi mamá de niño
Desde pequeño escuché la misma historia
Soy de quirihue ĺ y mi mamá me contaba la misma historia y yo se la contesta a mi hija JJja
Yo también creí en esos cuentos.
Ni mamá de chile me lo decia de niño .yo ayer le dije lo mismo a mi sra. Jaja
Desde niña no nos dejaban oler cierta rosa blanca que se plagaba de unos bichitos negros a los que llamaban zaratanes. Supuestamente se nos entrarían a la nariz y y nos la comerían jajaja
Mi abuelita, llevó su gatita al veterinario por tener su nariz herida, sangrante, además había dejado de comer. El Dr. aconsejó dormirla para que no sufriera, ya que su naricita fue comida por zaratanes
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